Promueven su reciente disco Made in Dakar; el próximo verano estarán en México
Los Baobab somos una orquesta abierta al universo, dice Atisso
Con su sonido único, la agrupación reúne canciones de finales de los 60 y principios de los 70: piezas del griot tradicional, calipso y mbalsa en su nueva producción
Los esclavos salieron de África, llegaron a Cuba, y crearon su música, que nos regresaron, expresa
Ampliar la imagen Imagen promocional de la orquesta
Imagine la escena: elegantes parejas bailan al ritmo de una música suave y cadenciosa, en la pista de un exclusivo club, en Dakar. Son los años 70 y la Orquesta Baobab es la sensación del momento. Políticos, empresarios, artistas, todos ansían entrar al club Baobab y escuchar a la orquesta del lugar.
Luego de unos 15 años de silencio, gracias al productor inglés Nick Gold volvieron a los escenarios en 2001 y hoy son conocidos y queridos en Europa y América. “No se trata de un ejercicio de nostalgia, sino de mantener una música eterna”, dijo en cierta ocasión el productor.
Ahora tocan en el Just 4 U, el antro de moda de la capital de Senegal. Sus actuales interpretaciones pueden ser escuchadas en el nuevo álbum, Made in Dakar. La Orquesta Baobab se presentará en México este verano para promover el disco, como parte de una gira que incluye Estados Unidos y Canadá.
Treinta y siete años después de su formación, la Orquesta Baobab mantiene su sonido único, que entreteje ritmos africanos y cubanos, y que transformó la escena musical en la capital senegalesa. En Made in Dakar interpretan canciones populares de fines de los años 60 y principios de los 70: piezas del griot tradicional, calipso, mbalsa (híbrido entre el popular ritmo senegalés mbalax y la salsa) y rumba, cantadas en wolof, malinke, francés y portugúes criollo, sobre todo con alabanzas a las mujeres y a la patria.
Estudio que no le pide nada a los de EU y Europa
Made in Dakar fue grabado en esa ciudad, en Xippi Studios, el moderno estudio de Youssou N’Dour, el mejor de la región y que “no le pide nada a los estadunidenses o europeos”, contó, en entrevista telefónica desde Dinamarca, Barthélemy Atisso, guitarrista de la Orquesta Baobab, que se presentó a finales del año pasado en esa ciudad, como parte de una gira europea.
Atisso, originario de Togo, está orgulloso de Made in Dakar: “Trabajamos duro y éste es el resultado. Sacamos un álbum exc... bueno, que está muy bien hecho”.
Efectivamente, las expectativas eran muy altas para este álbum, después de los dos anteriores lanzados por la disquera World Circuit: Pirate’s Choice (1989, originalmente editado en 1982) y Specialists in all styles (2002), inmensamente populares y que han ganado premios de la BBC (2003) y una postulación al Grammy.
Los esclavos “salieron de África”, llegaron a Cuba, “y crearon su música, que a su vez nos regresó a África”, dice Barthélemy Atisso. “En África, con nuestras raíces, no podemos no ser sensibles a esta música. Esa es la liga que nos une a África y Cuba. En lo que concierne a la música cubana, la orquesta tiene emociones profundas.”
En sus inicios, la Orquesta Baobab no sólo tocaba ritmos africanos y cubanos, sino de todo tipo, funk, rumba, tango, jazz, cha cha chá, desde los Beatles hasta James Brown. “Somos una orquesta abierta al universo”, resumió Atisso.
“Los años 70 eran de auge musical. Nacían muchas formas de música, reggae, soul, funk, R&B. Todas nos impresionaron mucho y nos jalaron en la ola”, contó. “Nos pusimos a trabajar duro, duro, duro, para tocar todas estas formas de música. Si nos escuchara en esa época, en el antro, creería que James Brown estaba ahí. Si tocábamos a King Curtis, creería que King Curtis estaba ahí... reproducíamos exactamente lo que hacían estos grandes músicos occidentales, y eso nos trajo enorme éxito”.
Además, los integrantes de Orquesta Baobab provienen de distintos países, y, por tanto, cada uno aporta elementos propios.
“Seguíamos el gusto del público”, y después “empezamos a tocar música tradicional senegalesa y a modernizarla”.
Interpretaban el mbalax, que se caracteriza por sus fogosas percusiones: “Fuimos los primeros en poner el ejemplo del mbalax. Antes de ser la Orquesta Baobab, cuando éramos la Star Band, y comenzamos poco a poco a modernizar la música folclórica senegalesa en música para bailar contemporánea”.
Pero fue Youssou N’Dour, ex vocalista de la Star Band, quien popularizó el mbalax: “En ese momento empeza
Finalmente, “nos preguntamos si teníamos que cambiar nuestra música. Decidimos quedarnos en nuestro estilo de variedad. Nos costó la definitiva pérdida de clientes y nos vimos obligados a retirarnos. Cada quien se fue por su lado, unos se fueron a otros grupos y yo regresé a Togo a ejercer mi oficio de abogado”.
Paradójicamente, al mismo tiempo, en Europa, donde se popularizaba la música africana, las grabaciones de 1982 de la Orquesta Baobab se volvían objeto de culto, y en 1989 World Circuit las reditó. Nick Gold, quien encabeza esta disquera, más tarde responsable de haber difundido por el mundo a Buena Vista Social Club, los buscó. Incluso le envió a Atisso una guitarra desde Londres para convencerlo de regresar a tocar.
Con la distancia del tiempo, Atisso concluye ahora: “Hicimos bien en no cambiar de estilo”.
El mítico árbol
Respecto de la actual escena musical en Dakar, el guitarrista opinó: los jóvenes rapean, las orquestas tocan el mbalax, otros hacen salsa... “He descubierto grandes talentos que me impresionaron en el Just 4 U. La música senegalesa avanza mucho”, y eso “me motiva”.
Explicó que los jóvenes “siguen la música tradicional, el mbalax está muy desarrollado, casi todos los jóvenes empiezan por ahí”.
La Orquesta Baobab tiene mucho que ver en que las nuevas generaciones descubran la música que se escuchaba antes.
Por su parte, Atisso estuvo muy influido por las guitarras de Django Reinhardt, Carlos Santana, Dr Nico, B. B. King, West Montgomery y Kenny Burrell.
Por otro lado, los integrantes de la Orquesta Baobab continúan teniendo sus empleos. Atisso trabaja en su bufete cuando no están de gira.
El baobab “vive muchos años, es un árbol mítico al que se atribuyen muchas virtudes”, medicinales, inclusive espirituales, contó el guitarrista. “Además, es un árbol muy raro: pierde sus frutos, las hojas, se llega a caer, piensas que está muerto, y, después de un rato, vuelve a crecer y ves cómo le salen pequeños botones, le sale vida.
“Cuando uno toma el nombre de algo, acaba pareciéndose. Desaparecimos de la escena musical, la gente creía que nos habíamos acabado y volvimos a la vida, más fuertes que nunca. Gracias a Dios nos parecemos a ese árbol”, concluyó Atisso.