La política
Sin duda es correcto asumir, como expresó Bismarck, que “la política no es una ciencia exacta” y, como no lo es, no podemos saber en qué desembocan las estrategias políticas. Ciertamente esto es aceptable, si cuando menos en el caso de que para decisiones trascendentales para una nación, las diversas opciones se discutieran ampliamente y se elaboraran estrategias que mínimamente tuvieran elementos que hicieran más probable un desenlace satisfactorio para el país. Sin embargo, como dijo R. L. Stevenson, “la política es quizá la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación”, y si esto es cierto, como parece serlo en nuestro país, las políticas públicas son malas noticias para nosotros los mexicanos. En las últimas semanas, se han manifestado miles para obligar al gobierno federal a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, como única respuesta, se tienen señalamientos por parte del Ejecutivo y su gabinete de que el acuerdo ha sido todo un éxito. No dudo que en algunos rubros y para algunos pocos pueda esto ser correcto, pero en lo general pienso que el TLCAN ha sido desastroso para México. Y ha sido así porque el país no se preparó adecuadamente para poder competir al tú por tú con sus socios. Como secuela, México no es un país competitivo y produce muy, pero muy pocos productos con valor agregado, y la economía mexicana depende básicamente del petróleo, las remesas y los servicios. Como efecto, tenemos unos 20 millones de mexicanos trabajando entre la economía informal y los microchangarros, obteniendo un grupo que no puede y no paga impuestos, debido a sus ingresos pobres y a veces hasta miserables.
La mayor parte de las “industrias” son de medio pelo y no tienen manera de competir en el mundo globalizado. No hay inversión real tecnológica y el gobierno federal no ayuda a alentarla. Los empresarios son poco arriesgados (quizás con razón) en aventurarse a invertir cuando no hay una política inteligente para impulsar una forma diferente de hacer negocios. Si aquí las cosas están mal, lo que de plano no logro digerir es la falta de apoyo al campo mexicano y, sobre todo, ¿cómo no contemplar renegociar el TLCAN en este rubro?, ya que si no se hace, esto nos llevará a tener como país una dependencia alimentaria brutal, aparte de que no sé qué va a hacer el campesino, cuando la competencia es tan desleal.
Leí hace poco que en Estados Unidos había mil 420 tractores por cada mil habitantes y en México había 20 por cada mil. No sé si esto sea cierto, pero si lo es, ¿el gobierno federal no contemplará esta enorme diferencia?, ¿no se le antojará elevar sus políticas públicas a niveles más inteligentes?, y ¿no sentirá la necesidad de proteger al campesino, al campo mexicano, que a final de cuentas es el alma de este país? A veces, cuando uno ve y escucha a los políticos del gobierno federal, uno se pregunta ¿qué no tendrán los que toman las decisiones un poco de preocupación por el destino del país y sus habitantes? Pero, bueno, si, como dijo Stevenson, para ser político no se necesita preparación, estoy seguro de que las decisiones que se tomen en los meses que vienen acabarán por hundir cualquier rayito de esperanza de tener un país libre y soberano y con una economía que permita que no haya tantos y tantos mexicanos pobres. Ojalá me equivoque.