Italia: derecha extra large, izquierda inexistente
La izquierda en Italia comenzó a inmolarse en 1991, cuando el secretario general del Partido Comunista Italiano, que tenía cerca de 30 por ciento de los votos, decidió echarle agua, mucha agua, hectólitros de agua, al poco vino comunista que aún contenía ese recipiente político y formar con esa Coca-Cola all italiana otro más “flexible y amplio”.
En el rápido deslizamiento barranca abajo subsiguiente esa “izquierda de oposición y de gobierno” organizada por PalmiroTogliatti sobre el cadáver de Antonio Gramsci y en contra de las ideas de éste, se transformó en Partido de Izquierda Democrática (PID), luego en Partido Democrático de Izquierda (PDI, véase el “sutil” orden de los adjetivos) y por último (¿realmente por último?) en Partido Democrático (PD) agrupación que toma como modelo al partido de los Clinton y a los Clinton mismos, tan radicales, simpáticos y atractivos…
Los miembros del Partido Comunista que se opusieron al hara kiri y los comunistas que estaban a la izquierda del PCI, en Democrazia Proletaria y en algunos otros pequeños grupos, intentaron la vía de la Refundación Comunista (RC), teórica y organizativa. Pero este partido, nacido en 1991, llevaba en su sangre el ADN togliattiano-estalinista no sólo por el origen de la mayoría de sus integrantes y dirigentes sino también porque, entre quienes venían de la Nueva Izquierda, figuraban maoístas y ex comunistas o catocomunistas que no conocían otra forma de política que la del PCI, agregándole quizás un poco de pimienta a los platos demasiado desabridos del reformismo parlamentario.
Eso hizo que el primer secretario de RC, Sergio Garavini, renunciase porque quería que su partido se uniera con el entonces PID, e hizo después que su presidente Armando Cossutta escindiese el partido para tener algunas poltronas en un gobierno Prodi y fundase el Partido de los Comunistas Italianos (PCI), miembro permanente de cuanto gobierno de centroizquierda necesitó un taparrabos medio rojito y, por último, que, guiado por su secretario Fausto Bertinotti, como el carnero mayor guiaba a los demás carneros de Panurgo hacia el sacrificio, Rifondazione Comunista integrara el gobierno Prodi y se adaptara al mismo a cambio de puestos parlamentarios y ministeriales (bastantes, porque vendió bien su pescado no muy fresco).
Además, mientras se formaba el PD clintoniano de Walter Veltroni y Massimo D’Alema, Rifondazione se lanzó de cabeza a la caldera donde se cocinaba “La Cosa”, una alianza que, abandonando sus principios, la bandera roja y la hoz y el martillo, adoptó como símbolo al Arco Iris y como definición el pacifismo, la ecología, la no violencia y un socialismo vago que permite unir a todos los partidos ex comunistas menos el PD, más unos socialistas y algunos verdes. Como Occhetto en 1991, la dirección Bertinotti-Giordano de RC llevó así al suicidio a su partido, que está perdiendo jóvenes y militantes por millares, que está desprestigiado, que ha roto con los movimientos sociales en los que tuvo un papel dirigente y que sólo piensa en asegurar en lo posible el máximo de espacios a sus cuadros, convertidos en concejales, diputados, senadores, ministros atornillados a sus poltronas con tal de no tener que trabajar nuevamente en las fábricas y en la sociedad.
La izquierda, integrante del gabinete de Prodi, votó fondos (inconstitucionalmente y contrariamente a sus declaraciones programáticas) para la ocupación imperialista en Afganistán, no cambió la ley electoral que desestabiliza el país pero que le otorga algunos privilegios a los grupos menores, abandonó las luchas obreras, de los “precaristas” (con contratos precarios), de los jubilados, abrió el camino al Vaticano, no mejoró en nada la situación de los más pobres.
El resultado de esta política que tuvo en cuenta sólo al gran capital, y que contó con el apoyo del mismo, fue la caída de Romano Prodi y la posibilidad de que en las próximas elecciones generales gane, con el voto de los más pobres y de parte de los obreros, Silvio Berlusconi, gran magnate y demagogo fascistizante, que tiene indudablemente la mayoría popular. Por lo tanto se equivoca mucho quien, como Rossana Rossanda, llevada también por su togliattismo, saluda como un progreso la fusión de todos los ex izquierdistas en el Arco Iris. Porque ésta quizás les permita defender, como alianza electoral, si llegase a formar una lista única –cosa que dudo–, algunos cargos en las instituciones pero, en cambio, les impide hacer política tout court y, mucho más aún, política de izquierda, ya que los aliados de Rifondazione tienen el gobiernismo en su ADN y dan la espalda a las luchas, los movimientos y la sociedad. O sea, a lo único que podría hacer menos desfavorable para los trabajadores la actual relación de fuerzas entre las clases y frenar la prepotencia de los neofascistas berlusconianos y del clericalismo de asalto del pastor alemán que gobierna el Vaticano.
La dirección de Rifondazione llevó a sus bases al Arco Iris sin consultarlas. Ahora tendría que reunir un congreso: esperemos, sin muchas ilusiones, que la base, aunque confundida, desorganizada y sometida a un hecho consumado, pueda destejer el chaleco de fuerza que le han encajado.