Usted está aquí: miércoles 30 de enero de 2008 Opinión Aborto y educación: una visión iconoclasta

Arnoldo Kraus

Aborto y educación: una visión iconoclasta

Las polémicas en relación con el aborto nunca acabarán. Aunque sea por motivos diferentes, siempre hay razones que ponen en la palestra nuevos argumentos para cavilar acerca de tema tan añejo, tan discutido y tan complejo. En algunos países, como México, los sentimientos religiosos hacen que la mayoría de la población no lo acepte; en otros lugares, como España, el fracaso de la educación sexual hace necesario refrescar la discusión.

Encuestas recientes señalan que el grueso de los mexicanos no admite el aborto; incluso, una proporción no despreciable considera que no debe realizarse por razones que se consideran adecuadas en otras naciones como serían embarazo por violación, enfermedad de la madre que ponga en peligro su vida, o patologías graves en el feto.

Para los librepensadores el aborto es una opción válida. Lo que se debe buscar, aunque es muy probable que nunca se consiga, es un nivel mínimo de tolerancia entre una y otra forma de pensar que permita que cada persona actúe de acuerdo a su conciencia. Es evidente que los librepensadores no desean convencer a quienes no comulgan con su ideario. Piden, simplemente, que se les autorice hacer con su cuerpo, con su idea de dignidad y de vida, lo que les parezca correcto.

Reinventar nuevos significados de la palabra tolerancia y nuevas vías para convivir con armonía en la sociedad es el reto. Tolerancia es una palabra en boga. No por azar, sino porque la vida plantea demasiadas y nuevas posibilidades para afrontar temas tan complicados como el del aborto.

En México, y en naciones afines, el problema fundamental estriba en la pobreza, en los imparables daños generados por nuestros miserables políticos, en la falta de educación y en la opinión de la religión católica que no acepta ninguna discusión (inclusive en el caso de la violación). Si bien aspirar al diálogo es imposible, sería bueno que quienes se aferran a principios religiosos sembrasen las bases mínimas para dar cabida a la tolerancia.

En España, y en otras naciones ricas del mundo occidental, el problema radica en el lamentable fracaso de la educación sexual. La despenalización del aborto suele acompañarse de políticas de orientación sexual, cada vez más necesarias, no sólo por el aborto, sino por el avance de enfermedades como el sida o el descubrimiento reciente de que casi la totalidad de los casos de cáncer cervical se deben al virus del papiloma humano. A pesar de que la despenalización en España data de 1985 la educación sexual no ha cumplido.

El informe del Ministerio de Sanidad de España con respecto al aborto en 2006 es desalentador. Destaco algunos datos. En los últimos 10 años el número de abortos se ha duplicado; casi 40 por ciento son menores de 25 años y 14 por ciento no llega a los 19. En 2006 la tasa aumentó 11 por ciento en relación al año anterior y el número de mujeres que interrumpieron el embarazo en más de una ocasión también fue significativo.

Aunque se aducen muchas razones –miedo a tomar la píldora anticonceptiva, rechazo al uso del preservativo–, es también probable que algunas mujeres, sobre todo las que tienen más de un evento, lo consideren, erróneamente, un método anticonceptivo. Otros explican que debido a la mayor libertad sexual, el número de mujeres que tienen relaciones sexuales antes del matrimonio ha aumentado. Todo lo anterior pierde valor ante las evidencias: la educación sexual ha fallado.

El fracaso importa menos por cuestiones de índole moral que por motivos reales. Tanto el aborto como el sida y el cáncer cervical son problemas prevenibles si se cuenta con educación sexual adecuada. Del aborto debe señalarse el costo emocional y en ocasiones físico cuando se efectúa en condiciones no óptimas. Del sida, sobre todo en países pobres, se sabe que mata sin cesar, que es muy frecuente y que se reproduce geométricamente por el expolio ancestral de los políticos (escribiré, como en otras ocasiones, políticos de mierda) y que su tratamiento es muy costoso. Del cáncer cervical (segundo en frecuencia en las mujeres), investigaciones recientes han demostrado que la mayoría de los casos se deben al virus del papiloma humano, el cual se transmite por vía sexual amén de que es mucho más común en mujeres pobres. En países depauperados las tres entidades son problemas de salud pública muy frecuentes y graves.

Si bien es posible comprender que en naciones como la nuestra la tríada es materia de cada día por el cúmulo de desaciertos políticos, por la falta de educación general y sexual y por la pobreza, es difícil entender por qué en algunos países ricos ha fracasado la educación sexual. En Holanda la información sexual se transmite en la escuela y en la casa desde los nueve o 10 años. En ese país la educación ha sido muy exitosa.

La salud es un derecho humano, no una dádiva. En nuestras naciones, y en aquellas en las que sus modelos de educación sexual han fallado, los sistemas de salud deben, al igual que la palabra tolerancia, reinventarse, transformarse y generar nuevas escuelas de información sexual. Después de todo, es mucho más oneroso costear tratamientos que generar ideas adecuadas (aunque creo que en México es imposible cumplir el último precepto).

 
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