Editorial
Recursos para Pemex
El titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, anunció ayer que Petróleos Mexicanos (Pemex) ejercerá este año un presupuesto aproximado de 220 mil millones de pesos; sin embargo, subrayó la urgencia de invertir “mucho más” en la paraestatal, sobre todo en los rubros de exploración, explotación y desarrollo, a fin de que se vuelva una industria que garantice el crecimiento del país.
Sin duda, Pemex debe realizar, con urgencia, inversiones cuantiosas, especialmente en áreas estratégicas para su desarrollo, como en exploración y explotación, para superar un rezago acumulado de muchos años. Es indiscutible, asimismo, que el país necesita una empresa de hidrocarburos nacional, rentable, productiva y eficiente. Sin embargo, de acuerdo con informes recientes sobre los resultados financieros de la paraestatal, durante los primeros nueve meses del año pasado la renta petrolera ascendió a 432 mil 789 millones de pesos, monto que representa casi cuatro veces el presupuesto de la capital del país. Esto se debe, en gran medida, a los elevados precios internacionales del crudo (la mezcla mexicana ronda los 80 dólares por barril desde hace meses) y a que los costos de producción (cerca de 8 dólares por barril) son muy bajos en relación con el precio de venta. Con tales niveles de ganancia, las declaraciones presidenciales parecen ir a tono, más que con la situación y las necesidades reales de la compañía, con los empeños del grupo en el poder por presentar a Pemex como empresa devaluada, económicamente inviable y al borde de la quiebra, para justificar de esa manera su traspaso –total o parcial– a los capitales privados, maniobra que se vislumbra en el marco de la llamada reforma energética.
En el presente, las carencias presupuestales de Pemex se deben más a la ordeña que el fisco hace de sus ganancias y a la vasta corrupción que recorre el conjunto de la administración pública federal, así como a la dirección de la empresa y a la cúpula del sindicato petrolero, que constituye una importante fuga de recursos públicos. Baste mencionar la injustificable entrega al gremio controlado por Carlos Romero Deschamps de mil 724 millones por el ex director de Pemex, Raúl Muñoz Leos, en julio de 2004; los datos proporcionados por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), según los cuales hay un faltante de 26 mil 342 millones en las cuentas públicas entregadas en 2005 por el gobierno de Vicente Fox y, más recientemente, los escándalos que involucran a la empresa Oceanografía, vinculada a los hermanos Bribiesca Sahagún, en un desfalco millonario a la paraestatal. Con estos datos en mente, resulta claro que, para que Pemex obtenga los recursos que requiere, no es necesaria la inversión externa: bastaría con frenar el saqueo fiscal que sufre desde décadas atrás y hacer una limpia en las oficinas gubernamentales y en las propias, así como acabar con los privilegios de la cúpula sindical del organismo.
Por otro lado, el gobierno podría obtener los recursos que necesita para sostenerse si, en vez de depredar a Pemex, aplicara rigurosamente a las grandes empresas privadas las directivas fiscales vigentes; si gestionara la adopción de un gravamen a las ganancias que se obtienen mediante las operaciones bursátiles; si adoptara medidas de verdadera austeridad –los sueldos de los altos funcionarios pueden recortarse mucho más que el efectista 10 por ciento anunciado al principio de la presente administración–, y si procediera a un saneamiento a fondo de las prácticas corruptas que persisten y se multiplican en las dependencias gubernamentales.
En suma, es preciso matizar las declaraciones comentadas a la luz de datos claros: los problemas de Pemex no derivan de la ausencia de recursos, sino de su manejo depredador, corrupto e ineficaz. La mayor empresa del país está en condiciones de financiar su desarrollo, a condición de que haya honestidad y transparencia en el manejo de las finanzas corporativas y en el conjunto del gobierno.