Usted está aquí: martes 29 de enero de 2008 Opinión Unificar al país

Marco Rascón
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Unificar al país

A los que buscan propuestas de la izquierda, va una.

En las circunstancias actuales del país y ante la incapacidad del panismo, los peligros de la restauración priísta y el señuelo del lopezobradorismo, la izquierda, los ciudadanos de mente progresista y transformadora, tienen una responsabilidad no con ellos mismos, sino con la nación. Tanto el panismo como el priísmo y el lopezobradorismo (expresión del viejo priísmo autoritario con pensamiento coadyuvante con el neoliberalismo que busca la restauración del viejo régimen centralista) han logrado polarizar al país y la sociedad sobre bases falsas, creando un ambiente de impunidad y deterioro que paraliza el pensamiento político, lo estanca haciendo el tema del poder presidencial el único permitido y legítimo, renunciando a la responsabilidad de hacer de los votos ganados en las urnas fuerza para la transformación.

Por necesidad programática, los sectores de avanzada progresista deben arrebatar a los sectores conservadores y de derecha el concepto del cambio. Desde el año 2000, amplios componentes de la izquierda y los sectores democratizadores se trastocaron en fuerzas de resistencia, dejando el espacio del cambio a la derecha y sobre todo a la oligarquía, que ha utilizado los medios de comunicación, los instrumentos institucionales y el Congreso para hacer reformas en favor exclusivo de sus intereses.

El gran perjuicio de este error estratégico –dejarle el espacio del cambio– se fue llenando por la entelequia de que el único propósito era ganar el poder presidencial como tarea restauradora, reactiva, del viejo régimen y de los sectores más atrasados, que veían en el poder presidencial su única esperanza de mejoramiento a través de las redes corporativas y clientelares que da el poder totalizador.

La cesión de toda visión de reforma y de democracia, por el solo objetivo de la lucha por el poder presidencial, generó prácticas autoritarias y centralistas que combatimos y denunciamos y que nos comprometimos a cambiar, porque eran fuente del atraso del país.

La izquierda que se sumó a esta posición hoy paga las consecuencias y se le va la fuerza que ganó en las urnas, gracias a una cadena larga de errores, sectarismos, fanatismos, corrupción, prácticas ilegales, doble discurso. Gracias a ello, el viejo régimen priísta se refugió en lo que se ha convertido el lopezobradorismo, y éste a su vez en impostura de “la izquierda”.

La izquierda no es nueva ni busca la modernidad. La izquierda son principios de igualdad, de justicia y democracia, de búsqueda de derechos y fijación de responsabilidades de los ciudadanos y el gobierno; es integridad e integración, pluralidad y respeto a la decisión de las mayorías. La izquierda está en muchas tareas y obras: en el trabajo de maestros, investigadores, obreros y de los que producen; está en los profesionistas, artistas e intelectuales, en los que hacen empresa y generan empleos; está en todas las etnias, en los municipios, en la medicina, entre los jóvenes. Está en los soldados que consideran que defienden la soberanía. Está en los guerrilleros para quienes ya no hay más caminos que las armas para enfrentar tanta violencia económica, social y de los caciques protegidos por los grandes intereses.

Frente a todos los que han hecho de la polarización y la división su arma táctica y estratégica, la izquierda y las mujeres y hombres de buena voluntad deben construir un rumbo y un gran objetivo por el cual luchar. Hoy lo más subversivo es unificar al país en torno a un concepto nacional superior que sitúe al país correctamente en el siglo XXI, que tenga la visión de lo que debemos proteger y lo que debemos abrir, lo que debemos cambiar y lo que debemos conservar.

Hay gran responsabilidad frente a los cambios que la sociedad, la política y la economía necesitan y lo que debemos conservar del medio ambiente, los valores históricos y culturales para generar sustentabilidad y creatividad.

Unificar al país contra quienes lo polarizan es una tarea histórica para este momento, mas no como un valor religioso, de falsos perdones, sino con las armas de la política, del derecho y del humanismo.

La izquierda requiere construir un programa para luchar por él, que vaya más allá de lo reactivo, pues mientras ahora hay un afán por la crítica sin alternativa, se ha dejado que la otra parte polarice imponiendo hechos consumados.

La tarea es unificar para sustituir al viejo régimen y hacer una verdadera democracia, y para ello se necesita la valentía de subir al campo de batalla, no sólo gritar desde el llano que el enemigo es espurio.

Por eso unificar al país es subversivo, ir contra la polarización construida por la oligarquía incapaz, y es antídoto para la contrainsurgencia que debilita al país frente a las decisiones trasnacionales y globales que requieren un país dividido y sin alternativas. Unificando reconstruimos la nación.

 
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