TOROS
Fue lidiado en Puebla un extraordinario encierro de José María Arturo Huerta
Los de Barralva se adueñaron del ruedo en la México, y los villamelones del juez
El cuarto de la tarde, indultado
Los toreros no estuvieron a la altura de las reses
Ampliar la imagen Antonio Bricio durante la decimotercera corrida de la México Foto: Notimex
En la decimotercera corrida de la temporada 2007-2008 en la Plaza México se lidió –es un decir– un bien presentado encierro de la ganadería queretana de Barralva, ahora del encaste español Parladé-Conde de la Corte en la línea Atanasio Fernández, con edad, pitones y los problemas propios de toros en plenitud, no sólo con kilos, aunque algunos perdían las manos.
En tarde apacible y soleada, el coso registró una estimable entrada no obstante que el único de los alternantes que ha venido sonando por los estados es el guanajuatense Israel Téllez, si bien se trató de un público poco asiduo, que aplaudió sin ton ni son los restos de los toros y se arrancó a pedir el indulto, junto con su matador, del cuarto de la tarde, Pitito, que recargó en una vara y llegó al último tercio con un magnífico lado derecho, cualidades sin embargo insuficientes para que le fuese perdonada la vida.
Los hermanos Álvarez Bilbao, propietarios de Barralva, enviaron seis astados de estrambóticos nombres, con presencia y pitones, que recargaron en el caballo e incluso ocasionaron varios tumbos y exigieron de los alternantes un nivel de desempeño que a la postre no fueron capaces de desplegar, al igual que sus cuadrillas.
Los jugados en primero, tercero y cuarto lugares fueron los mejores, en tanto que el segundo soseó y quinto y sexto tuvieron mal estilo. Como ocurre en estos casos, la corrida en general fue mal lidiada, a excepción de un soberbio par de Cristian Sánchez al cuarto y por el que fue llamado al tercio.
Tanto al relegado Antonio Bricio, cuyo principal error fue regresar a México luego de que en el año 2000 ocupó el primer lugar en el escalafón novilleril de España, como a Israel Téllez, boicoteado en su propia tierra por taurinos gandayas, y al salmantino Javier Valverde, que confirmaba su alternativa, les faltó actitud –no intentar hacer únicamente faenas correctas sino arrebatarse en la cara de sus enemigos– y aptitudes, tanto para superar sus deficiencias con la espada como para remontar la falta de transmisión de algunas reses.
Si Téllez y Valverde no pinchan al primero de su lote, se habrían llevado la oreja, habida cuenta de la generosidad mostrada por el juez Eduardo Delgado, quien prefirió plegarse a las veleidades del público y a la petición poco torera de Bricio para que el alegre y repetidor Pitito recibiera el honor del indulto.
Y desde luego fue a todas luces injusta la silbatina dedicada a Bricio luego de que el toro regresó a los corrales, ya que su trasteo derechista había tenido calidad y estructura. Y francamente ignorantes los aplausos a los despojos del segundo, tercero, quinto y sexto.
Ahora, si el juez Delgado hubiera presidido el festejo del sábado en la atestada Plaza El Relicario-Joselito Huerta de la capital poblana, con seguridad habría indultado a los dos Toros de Pablo Hermoso de Mendoza, a uno de El Pana y a otro de José Mauricio.
En efecto, como culminación de la Asamblea anual ordinaria de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, el ganadero y empresario José María Arturo Huerta seleccionó seis ejemplares que sirvieron para comprobar las respectivas tauromaquias del malagradecido rejoneador navarro, así como del tlaxcalteca Rodolfo Rodríguez El Pana y el joven diestro de la capital, José Mauricio.
Si no es por la mala costumbre de Hermoso de matar a sus toros con rejones traseros y contrarios, se habría llevado sendos rabos, ya que la codicia, alegría, prontitud, claridad y son de sus toros exigían haber sido despenados con toda categoría. Arrastre lento a cada uno ordenó un juez menos complaciente.
Por su extraviada, autocomplaciente y debilitada parte, El Pana sigue sin recuperarse del todo de la seria cornada que recibió en la Plaza México el domingo 6 de enero, por lo que desperdició su lote. Invitó además a hacer un quite al novillero Alfonso Mateos, lo hizo que pusiera banderillas y dejó íntegra la faena que traía adentro. Para el toro hubo arrastre lento y para Rodolfo un ominoso silencio que debe ponerlo a reflexionar.
En cambio, José Mauricio tiene el don de la transmisión al tendido y el carisma con la gente, un valor sereno e imaginación a flor de piel. En cuanto a ese muchacho le empiecen a dar corridas, en serio, no dos al año, va a quitarle lo figura a más de uno. Con andar jarifo y gesto satisfecho, el ganadero Pepe Huerta agradeció emocionado la cerrada ovación en el centro del ruedo.