Usted está aquí: sábado 26 de enero de 2008 Cultura Jazz clásico

Disquero

Jazz clásico

Pablo Espinosa

El pianista francés Jean Yves Thibaudet es uno de los grandes exponentes del pianismo en el mundo. Alumno de Aldo Ciccolini, es un continuador emblemático de la gran escuela pianística francesa. Su repertorio es muy parecido al de su maestro Ciccolini: Ravel, Debussy, Satie, Poulenc, es decir los gigantes de la música de su país, además de Stravinsky, Chopin, Rachmaninof y otros colosos para completar uno de los repertorios de concierto y recital más poderosos que existen, pues posee al mismo tiempo la capacidad de amplitud y hondura, por igual un pianista ortodoxo que domina un amplio rango que un gran especialista.

Su discografía es apreciada precisamente por su lectura fidedigna, suprema y al mismo tiempo personal de Ravel, de quien ha grabado su obra pianística completa, Debussy y Satie, este último un compositor de exquisitez, ludismo y fragancia irresistibles.

No en balde su maestro Aldo Ciccolini es reconocido como el máximo intérprete de la música satiana.

La buena noticia es que ha llegado a los anaqueles de novedades discográficas de México un disco fuera de serie, Conversations with Bill Evans (Decca) que fue grabado hace 10 años en secuencia y consecuencia de su anterior álbum, Reflections on Duke, dedicado al pianismo inconmensurable de Duke Ellington.

El álbum que ahora nos ocupa, dedicado al arte casi místico de Bill Evans, es un tesoro de la introspección y la belleza. Surgió de la visión experta de un productor de discos que descubrió el complejo sistema de vasos comunicantes que une el arte del francés Thibaudet con el del estadunidense Evans y que el propio Jean Yves lo pone en palabras así: “el rango de las dinámicas en el toque pianístico de Bill Evans ocurre con mayor intensidad en las notas suaves”. Ese es el espejo que a ambos los refleja. Y ese es el procedimiento que rinde belleza sublime al álbum que aquí recomendamos.

Además de esa cualidad intrínseca, destaca la elección del repertorio, pues no navega por los meandros del facilismo identificatorio de los grandes hits, es decir que no se monta, como suelen realizar este tipo de aventuras otros artistas para producir billetes solamente a partir de los prestigios ajenos, sino que elige las piezas que precisamente exploran los mayores riesgos técnicos, las mayores dificultades interpretativas, para mostrar un panorama pleno de sutilezas y elevada calidad estética.

Figuran así entonces piezas maestras de Bill Evans que hasta ahora pertenecían sólo a él, es decir que no había pianistas capaces de mostrar la potencia completa de esas obras, cosa que por cierto fue una de las preocupaciones de Bill Evans (1929-1980): dejar una herencia asequible, un legado pianístico que pudiera garantizar continuadores de un camino que dejó listo y a punto. Sin ser un músico de jazz, Jean Yves Thibaudet rebasa esa intención.

De hecho este disco ha sido leído, es decir, analizado, como un álbum de música clásica enriquecido con los atributos de la música de jazz. Otro elemento fundamental para este acierto mayúsculo es que Thibaudet, autoridad absoluta en Ravel, Debussy, Chopin y Satie, sabe como pocos que el arte de Bill Evans se nutre justamente de esas influencias formidables. Albricias.

 
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