Gobernar con un nuevo enfoque
En el nombramiento de Juan Camilo Mouriño y otros funcionarios se advierte una falta de visión integral o sistémica para obtener una mejor colaboración hacia el Presidente. Lo más notable es el desprecio por el conocimiento y por la experiencia. Inteligente, prudente, pero sin antecedente en el ramo de Gobernación, en el caso Mouriño, privó el factor de la amistad y cercanía.
Relevar al secretario de Gobernación en tiempos de crisis debería haber sido acompañado por un ajuste de organización y facultades de la propia secretaría, tan obsoleta y agrietada en sus estructuras. No es imaginable que un joven economista, sin experiencia, sin el respeto de la clase política y sin más armas que el afecto presidencial, pueda concertar a un gabinete que está ya en una dinámica inercial de no respetar a quien de facto es el jefe.
Es de tal calibre la medida adoptada que debiera acompañarse de otros relevos, de un efecto de dominó en el gobierno, no sólo en el interior de la institución, que es obvio, sino en otras secretarías que a propuesta de Mouriño evidenciaran su autoridad y le hicieran el trabajo más fácil de concertar. Estamos hablando, por supuesto, de la Secretaría de Seguridad Pública, de la Procuraduría General de la República y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).
Reforzar en todo lo posible al novel secretario es un imperativo que debería ser cautelosa y generosamente meditado. Tómese en cuenta que su tarea es nada menos que conducir el poder público de la nación, que es muchísimo más y más complejo que combatir al crimen que hoy nos asuela.
Poco se ha reflexionado sobre la complejidad a la que ha llegado la vida nacional y la necesidad por ello de presidirla desde la cumbre y no protagonizando cotidianidades como hasta ahora. El poder público de la nación es la acumulación de recursos de toda índole para alcanzar los grandes propósitos nacionales. Es el máximo y único recurso para hacer de la seguridad nacional una verdad palpable que por supuesto incluye al estado de derecho y a la justicia social.
El poder público de la nación es el máximo patrimonio moral y material de todos los mexicanos y está constituido sólo y exclusivamente para servir a los mexicanos, serenar su presente y hacer viable un futuro digno y respetable, devolver la fe y la esperanza a la nación. De ahí la terrible responsabilidad de gobernar.
No se puede gobernar desde la perspectiva de la levedad, del antagonismo o resentimiento hacia ninguna persona o grupo. El ejercicio del poder debe darse con nobleza, generosidad y tolerancia, y su fuerza, que puede llegar a ser tremenda, debe conservarse en el ámbito de lo potencial, que es la capacidad de determinar o condicionar los comportamientos ajenos.
Mouriño tiene que pisar muy fuerte y muy firme, y disponer de los mejores instrumentos jurídicos, humanos y materiales para cumplir con su misión, que es terriblemente difícil, pero es también una extraordinaria oportunidad para servir a México. Se espera la mayor lucidez, talento y energía del nuevo secretario.
Ojalá que ni él ni el Presidente vean esta coyuntura con cortedad ni con límites. El momento lo exige así: altitud de miras, condición de visionario, ejecutor de la transformación, madera de estadista.