Costó $1.6 millones, pero no lo abren por falta de dinero para pagar al personal, dice párroco
Elefante blanco, albergue para indigentes en Matamoros
Ampliar la imagen La anciana Evangelina vive de recoger botes en la calle y en esta temporada invernal duerme cerca de la Puerta México, el puente del sueño americano que comunica Matamoros con Brownsville Foto: Julia Antonieta Le Duc
Matamoros, Tamps., 19 de enero. A pesar de que el 7 de diciembre pasado fue inaugurada la Casa del Indigente, ésta sigue sin abrirse a los menesterosos que viven en calles y banquetas y están en riesgo de morir de hipotermia dadas las bajas temperaturas de la temporada invernal.
Francisco Cervantes Herrera, subdirector de Protección Civil, informó que el albergue funciona sólo en horarios de oficina y según el párroco, administrador del inmueble, no hay presupuesto para pagar al personal.
Dijo que de acuerdo con el operativo Bajo Cero y a la coordinación que existe entre la dependencia que dirige, Seguridad Pública y Tránsito Municipal, cuando se detecta a un indigente se le debe valorar médicamente y cuando no haya necesidad de hospitalizarlo debe ser trasladado a un albergue asignado por la presidencia municipal, en este caso la alberca Chávez o el auditorio Mundo Nuevo.
Pero el servicio de traslado, cobijo, techo y alimento detallado por el funcionario no había sido prestado hasta ayer a los menesterosos. En un recorrido por el centro histórico La Jornada detectó a varios que caminaban por las calles, sin abrigo, mal comidos, enfermos, en harapos, descalzos y pidiendo limosna.
A unos metros de Puerta México, el puente del sueño americano que comunica Matamoros con Brownsville, Evangelina, de 80 años de edad, padece la helada mañana. Vive de recoger botes, pero este sábado, la temperatura de seis grados la obliga a hacer un alto y no sale. Con un gorro rosado cubriendo su cabeza, la anciana, desgreñada y desdentada, no atina siquiera a estirar la mano para pedir limosna.
El frío que azota con más fuerza en este punto cercano al río Bravo, la inmoviliza, y sólo alguien, compadecido por su suerte, le estira una moneda y la expresión: “tenga madre, para un café”.
Hace casi una década el tren dejó de recoger pasaje en Matamoros y su vieja estación, ubicada en la calle Hidalgo, quedó reducida a un montón de cuartos sin puertas ni ventanas donde se refugian personas sin hogar. Las paredes tiznadas dan cuenta de las fogatas que los indigentes encienden para calentarse.
Con parte del cráneo pelado, el joven que emerge de las sombras de la vieja parada mira retador pero no pronuncia palabra. No rebasa los 20 años y la ropa que lleva parece más antigua que él: un pantalón de mezclilla y un suéter que en mejores tiempos fue rojo, los zapatos completan el atuendo del “loco del ferrocarril”, como se le conoce por los rumbos.
En el cruce de Sexta y Diagonal Cuauhtémoc, Fidel carga el estigma de no estar ciego, hay quienes piensan que los anteojos negros que lleva puestos no esconden unos ojos sin vida. Pide limosna desde hace tiempo, se apoya en un palo de escoba y en un letrero pide: “Una ayudita porque estoy siego, Dios se lo duplicara, gracias (sic)”.
El hombre no viste mal, una chama- rra lo protege de la intemperie pero el destino lo ata al envase recortado con el que suplica a los conductores que lo miran de reojo desde sus automóviles, ajenos al frío de la calle sexta.
De acuerdo con el portal de Internet www.matamoros.gob.mx, la Casa del Indigente fue inaugurada el 7 de diciembre por el entonces alcalde Baltazar Hinojosa Ochoa y el obispo de la diócesis de Matamoros, Faustino Armendáriz Jiménez.
Con una inversión de 1.6 millones de pesos, el albergue se ubica en la calle Golfo de México de la colonia Ampliación Solidaridad, tiene capacidad para 200 personas y de acuerdo con el comunicado emitido entonces por la alcaldía, cuenta con estancias, dormitorios para hombres y mujeres, sanitarios, comedor, cocina y hasta lavandería.
Todo eso tiene, efectivamente, mientras los indigentes se mueren, literalmente, en las calles de esta ciudad.