Usted está aquí: domingo 20 de enero de 2008 Opinión A la Mitad del Foro

A la Mitad del Foro

León García Soler

Reabren el limbo en la casona de Covián

Calderón alinea a sus jóvenes

“Unos más iguales que otros”, dice Lozano

Ampliar la imagen Juan Camilo Mouriño fue colocado por Felipe Calderón en Gobernación el miércoles pasado Juan Camilo Mouriño fue colocado por Felipe Calderón en Gobernación el miércoles pasado Foto: Francisco Olvera

“La ciencia es laica”, decía una pancarta en el umbral de la universidad romana que rechazó la visita del papa Benedicto XVI. El sucesor de Juan Pablo II desmanteló el observatorio astronómico de Castel Gandolfo. Galileo volvía a murmurar: “¡Y sin embargo se mueve!”. Pero en Madrid resonaron los rezos y aclamaciones de los miles de fieles que escucharon al Papa predicar el llamado a su cruzada contra el Estado laico.

El eco conservador vibró en la persistencia de nuestra política palaciega; de la sucesión como fetiche de la vocación imperial conservadora. Tanto monta, monta tanto el criollo Agustín I como el austriaco Maximiliano. La sombra del caudillo dio paso al cesarismo sexenal y a la sumisión que emula los ritos del tlatoani Moctezuma: “Señor, mi señor, gran señor...” Y ahora, después de que el pontífice romano declaró inexistente el limbo, la derecha victoriosa, los náufragos del priato tardío y hasta los herejes de las izquierdas obnubiladas por la democracia sin adjetivos y el retorno del unto de la expectativa, declaran solemnemente, reabierto el limbo de la vieja casona de Covián. Con Juan Camilo Mouriño revive el Delfín: ¡Viva Iván I!

Abundan las buenas razones para haber defenestrado a Francisco Ramírez Acuña. A pesar de que este se atribuyó haber rescatado la figura presidencial. Aunque sin precisar si había sido secuestrada por Vicente Fox, quien sin duda debilitó la institución presidencial y la hundió en el desprestigio. Ah, si el primer gobernador panista de Jalisco, con bendición cardenalicia para mayor gloria y prez de la separación Estado-Iglesia, hubiera pronunciado el nombre del Macabeo abajeño, llovería en Sayula. Pero Felipe Calderón necesitaba un secretario capaz de entender y emprender las funciones de Gobernación: ser enlace del titular del Ejecutivo de la Unión con los estados que la integran; así como con las cámaras del Congreso de la Unión; con los partidos de la pluralidad, los sectores y organismos sociales.

Con las ONG y las cuasi no gubernamentales. Con la cúpula de la oligarquía empresarial que se hizo del poder político a partir de los pactos del Poder Ejecutivo con el poder económico que sustituyeron al Poder Legislativo en la aprobación de políticas económicas y en el poder de la bolsa. Cuando la sana distancia del doctorcito Zedillo se tradujo a entrega del poder, la alternancia recayó en un gerente; no en el PAN sino en quienes se hicieron del partido con el mecenazgo de fundadores y valedores de Legionarios de Cristo, del Yunque, del enmohecido sinarquismo y los revitalizados consejos de notables. De la Profesa a Los Pinos.

Al desaparecer el presidencialismo de facultades metaconstitucionales y mítico poder personal, que era de la institución cuya imagen dijo haber rescatado el que salió de Bucareli para que renaciera el delfinato en el limbo, se trasladó al Congreso la facultad de dictar la agenda política; y a los gobernadores el mandato en espacios de poder real. Nadie sabe para quién trabaja. Los del foxiato fugaz acabaron llorando “la debilidad de la Presidencia”. De ahí que Calderón retomara el hilo conductor del sistema político para poder construir acuerdos con el Poder Legislativo, los gobiernos estatales y los partidos cuyo peso político dejó de corresponder a su representación después de la elección impugnada y la toma de posesión con golpe de mano como paradójico recurso para preservar la legalidad. Tomó posesión y topó con el enemigo en casa. Germán Martínez dejó la Secretaría de la Función Pública para sacar a Manuel Espino del PAN y recuperar el partido.

Pero los desastres naturales se sumaron a los horrores de la guerra contra el crimen organizado. Panorama de tragedia y temores en medio de la pertinaz crisis económica, la terquedad tecnocrática y el ciego acatamiento a los dictados del FMI y el Banco Mundial: recetas para el fracaso, dictados del imperio de la verdad única para que los de abajo abandonaran tentaciones populistas, nostalgias del estatismo, visiones de soberanía en plena globalidad. El dilema no está en revisar o renunciar al TLC, sino en restablecer el sistema de apoyos a productores agrícolas, crédito, precios de garantía, extensionismo, bodegas y distribución: subsidios y apoyos como los que se multiplican en las potencias que nos exigieron suspenderlos.

Reformaron el 27 para acabar con la propiedad social; ponerla en el mercado y atraer capital para integrar unidades modernas de producción. Ni un dólar llegó al campo, a las tierras áridas de cielos vacíos. Los desastres naturales completaron la obra destructora. Siempre dependimos de los huracanes para llenar las presas y poder sembrar de temporal. Felipe Calderón quitó a Ernesto Cordero de la estratégica subsecretaría de Egresos para suplir en Sedesol a Beatriz Zavala. Cordero es actuario del ITAM y economista; fue subsecretario de Energía al mando de Felipe Calderón. Es hombre de números y de confianza, como para incrementar las sospechas y denuncias de que Sedeso ha sido instrumento de clientelismo político. Padrón de pobres para llenar urnas. Manlio Fabio Beltrones vio la tempestad y propuso desaparecer la secretaría; el PRD denuncia abusos del erario y por una vez coinciden los Chuchos y los cabales del legítimo.

Calderón alinea a sus jóvenes turcos: Germán Martínez, Ernesto Cordero, Camilo Mouriño, César Nava y Rogelio Carbajal. Pero si hubo apenas tímido esbozo futurista al recuperar Germán Martínez el PAN, en cuanto llegó Juan Camilo Mouriño a Gobernación renació la gloriosa cargada, asoma en lontananza la “carga de los búfalos”. La condición de valido y la vieja xenofobia alentaron resabios por el equívoco manejo de su condición de mexicano por nacimiento; dudas que obligan al gobierno a presentar pruebas irrefutables de que cumple con los requisitos para ser secretario de despacho. Ya hubo lamentable confusión entre lo que dicta el artículo 91 constitucional y las condiciones expresas en el 82 para ser presidente de la República.

Los medios conjugaron el verbo madrugar. La fama de duro afloró en el modo con el que el flamante inquilino del limbo aseguró que lo del 2012 no estaba en sus planes. Pero la designación del delfín involuntario fue noticia de primera plana en México y en España; en los espacios de lujo de la televisión y la radio; con el concurso de opinantes, analistas, intelectuales y augures. Los memoriosos adornaron su pasmo ante “la tierna edad del secretario”. Y en tierra de jóvenes. Lázaro Cárdenas, Emilio Portes Gil, Mario Moya Palencia, Esteban Moctezuma Barragán, entre otros, no cumplían 40 años al llegar a Bucareli.

Pero lo admirable es la persistencia de usos cortesanos en la victoria cultural de polkos y priístas. Sobresale la abyecta declaración de Javier Lozano, secretario del Trabajo, agresivo y soberbio en su trato con los trabajadores sindicalizados. Vine, dijo, a mi primer “acuerdo” con el secretario de Gobernación; yo también soy secretario, “pero unos somos más iguales que otros”; “siempre es importante Gobernación, pero más con Juan Camilo Mouriño”.

Llegó Iván. Y una íntima tristeza reaccionaria invade a los navegantes de la transición. Luis Echeverría Álvarez es el último delfín que salió de Bucareli rumbo a Los Pinos. A la voz de arriba y adelante, otra vuelta a la noria.

 
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