Usted está aquí: sábado 19 de enero de 2008 Opinión La OSEM de gira

Juan Arturo Brennan

La OSEM de gira

Hace unos días, la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM) y su director general, Enrique Bátiz, ofrecieron un par de conciertos en la Sala Nezahualcóyotl como despedida pública previa a su vasta y agotadora gira por Estados Unidos.

Lo visto y escuchado en esas dos sesiones dejó en claro que la intención primera era la de demostrarle a un público que no es el suyo habitual el nivel de preparación que la orquesta lleva a su gira. Quizá en comparación con la asistencia que han recibido recientemente otras orquestas en la misma sala, la afluencia de público no fue mala ni mucho menos, pero se antojaba que la combinación de orquesta, director, repertorio y entrada gratuita podría haber atraído a grupos más numerosos de melómanos.

La primera sesión se inició con la sinfonía Reforma, de Mendelssohn, obra correcta y de buen diseño, pero no particularmente emocionante. He escuchado a varios directores dirigir al Mendelssohn sinfónico con una actitud que pareciera querer decir: “Al fin y al cabo es igualito a Schumann”. Aunque hay un grano de verdad en esto, lo cierto es que Bátiz le sacó la vuelta a la homogeneización y a la uniformidad que otras batutas suelen aplicar a Mendelssohn, y logró hacer más interesante que de costumbre la obra, gracias sobre todo a una clara diferenciación en la dinámica relativa de las secciones de su orquesta.

Después, una versión robusta de la segunda suite de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, en la que comenzaron a aflorar algunas virtudes sonoras entre las cuales destaco una, particularmente notable a lo largo de todas las obras de ambos conciertos: una sección de alientos-madera precisa, limpia y expresiva en sus intervenciones, anclada en el buen rendimiento de sus cuatro principales (Sabina Laurain, flauta; Joseph Shalita, oboe; Tom Jones, clarinete; Adrian Jojatu, fagot).

Fue en la obra de De Falla, también, donde la sección de cornos de la OSEM demostró seguridad y potencia; muy notable, por ejemplo, la extrovertida introducción a la Danza del molinero.

Este primer programa concluyó con esa portentosa partitura que es la Segunda sinfonía de Jean Sibelius. Al interior de una versión sólida, con aportes personales, destacó el poco ortodoxo uso de los tempi en el último movimiento, en algunas de cuyas secciones Bátiz propuso velocidades más altas que lo acostumbrado, lo cual le sirvió, en todo caso, para enfatizar el contraste con las solemnes secciones lentas, estas últimas tomadas a un tempo amplio y más expresivo.

Así, las secciones de la obra en las que el ancla temática es la hermosa melodía enunciada inicialmente por la trompeta (de manera impecable, por cierto, a cargo de John Urness) fluyeron con la solemnidad que les es intrínsecamente necesaria.

Un tratamiento similar de su concepción del tempo fue exhibido por Bátiz en el segundo concierto durante su ejecución de la Quinta sinfonía de Beethoven, particularmente en el primer movimiento. De nuevo, hay quienes prefieren que el Andante con moto de esta obra tenga un poco más de respiración, pero no se cometieron excesos, y este asunto del tempo termina por ser, dentro de ciertos límites, claro, cuestión de gustos.

La Quinta de Beethoven fue complementada con una sólida versión de la Cuarta sinfonía de Brahms en la que Bátiz obtuvo interesantes logros al potenciar, con su manejo diferenciado de los colores orquestales, todo lo que la obra tiene de oscuro y, hasta cierto punto, crepuscular.

En las piezas ofrecidas fuera de programa en estas dos noches por la OSEM también fue posible apreciar la consistencia de la orquesta y la visión del director. Más allá de un par de momentos no totalmente diáfanos en una pieza de las Goyescas, de Granados, las versiones de Bátiz y la OSEM al Huapango de Moncayo y el Sensemayá de Revueltas pusieron de manifiesto que, venturosamente, esta orquesta y este director no las toman, por muy sabidas, como talacha de rutina, sino que se preocupan por interpretarlas.

Al terminar cada uno de estos dos coherentes y muy profesionales conciertos, el director general de la OSEM tomó la palabra (lo hizo de manera breve y contundente: que otros músicos parlantes tomen nota) para afirmar en la primera noche que la OSEM se va de gira con una gran seriedad y rigor en la preparación, surgidas de la indispensable simbiosis entre director y orquesta.

En la segunda velada, Bátiz afirmó que el nivel musical de la OSEM se debe a que es una orquesta que está trabajando en santa paz. Ambas afirmaciones, irrefutables sin duda. Para los buenos entendedores…

 
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