Después de triunfar en la Berlinale y el Sundance se estrena en México el 25 de enero
El custodio desvía la mirada a los “extras” de la vida real
“Somos directores de escena todo el tiempo, siempre decidimos quién es el protagonista”
Un guardaespaldas, especie de esclavo moderno, dice el cineasta argentino Rodrigo Moreno
Ampliar la imagen Fotograma de la cinta El custodio, donde aparece en primer plano el protagonista Julio Chávez
Los personajes “periféricos” como el portero de un edificio, el barrendero, el mesero de algún restaurante… esos que se vuelven secundarios en nuestra vida, “plagada de esos extras; eso es lo que me interesa filmar, el desviar la mirada. Somos directores de escena todo el tiempo, siempre decidimos quién es el protagonista y quiénes son los otros personajes”, comenta en entrevista el argentino Rodrigo Moreno, realizador de la película El custodio, que se estrenará comercialmente en México el viernes 25 de enero, con sólo 12 copias.
Luego de exhibirse en la competencia oficial de la pasada versión de la Berlinale (donde obtuvo el premio Alfred Bauer), de alcanzar el galardón como mejor película en el Festival de Guadalajara (sección Iberoamericana), de ganar el premio de la crítica en el Sundance, El custodio (dícese guardaespaldas) es una apología de sobre esas personas que forman parte de un entorno, pero que poco figuran.
Moreno parafrasea al guionista francés Jean Claude Carrière: “Si queremos mostrar una pescadería, tendremos que filmar detrás del mostrador: al pescado podrido, al empleado en calzones.. el otro lado”.
Por lo que asegura: “me parece una buena misión como cineasta darle vueltas a las cosas.
“No quería hablar de los guardaespaldas, lo que me interesa son los personajes periféricos, que no son protagónicos. Le decía al actor principal, Julio Chávez, que él tenía que ser el extra y la cámara era la que lo convertiría en protagonista. Me interesaba ese tipo que estaba atrás en la esquina y que a nadie le importa.”
El origen de esta historia, cuenta el cineasta, fue en un bar luego de observar a un funcionario como el descrito en la cinta (“un ministro de segunda línea a quien nadie quiere matar”), secundado por dos tipos de traje, que lo seguían a todas partes, “un cortejo coreográfico que me llamó la atención e inspiró. Me pareció humillante ver a esos hombres y cómo a veces la condición humana se rinde a esa humillación. No necesitamos ser guardaespaldas para sufrir la experiencia de vivir a través de otro. Era una especie de esclavitud moderna. Un hombre que da la vida por otro sólo por el hecho de que le paga”.
A decir del cineasta, en México la realidad es distinta. La relación que hay entre un guardaespaldas y su protegido es más usual que en Argentina. “Es algo más común porque te da un estatus, es una corte que llevan detrás. En el caso de la película, el personaje es un guardaespaldas de alguien a quien nadie quiere matar. El ministro al que cuida nuestro protagonista es un burócrata de segunda línea. El acto humillante de la condición de guardaespaldas se amplifica porque el funcionario no corre peligro.”
Esta historia en Palestina, País Vasco o Colombia no tendría el mismo sentido. En esos lugares, donde hay violencia política cotidiana, adquiere un sentido tener un guardaespaldas, pero en Argentina, “quién va a matar a un ministro”.
Rodrigo Moreno reitera que de esas escenas callejeras es de donde provienen los temas que le gustan. “Me pareció que el trabajo de un guardaespaldas era el paradigma de esa condición a la que todos nos sometemos en esta vida. Este oficio es como una forma de esclavitud moderna”, dice.
Para saber más sobre esta actividad mientras escribía el guión, buscó conocer a los custodios de un ministro. “Viajé clandestinamente con ellos siguiendo su rutina y ver que sus vidas eran esperar, y estar ahí. La cinta pese a que tiene algo trágico, contiene un poco de absurdo.”
El estreno en México de este tipo de cintas independientes representa “un milagro. De verdad me pone contento que la película se estrene en otra latitud de Latinoamérica. Es un logro que un proyecto independiente se exhiba, aunque debería ser una moneda común tener acceso en Argentina al cine que se hace en otros países del área. Y en México lo mismo, sin embargo, no es así y nos sorprendemos cuando sucede. Pero no debemos resignarnos, hay una obligación de los gobiernos para comprometerse con la cultura. Debemos tener leyes que permitan al público ver sus propias cosas, en su propio idioma y con historias similares. Debería ser política de Estado proteger la exhibición de películas propias y latinoamericanas”.