Usted está aquí: viernes 18 de enero de 2008 Opinión Tentaciones socialistas

Gustavo Esteva
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Tentaciones socialistas

Ha reaparecido, entre quienes luchan contra el capitalismo o resisten su guerra, la tentación de adoptar el camino socialista. No se trata solamente de académicos nostálgicos, viejos militantes o grupos marginales. Partidos políticos que ganan elecciones o prominentes jefes de Estado levantan nuevamente la bandera del socialismo.

Algunos consideran que aún no conocemos ese régimen y deberemos construirlo cuando logremos liquidar el capitalismo. El socialismo sería un cuerpo de doctrina y un conjunto de ideales aún no realizados. Las revoluciones socialistas habrían sido traicionadas o conducidas al fracaso por una burocracia inepta y corrupta, pero sus ideales seguirían vivos y sería la hora de rescatarlos para orientar la lucha contra el capitalismo, primero, y luego para construir la nueva sociedad.

El problema con esta posición es que desata una polémica interminable sobre el “verdadero” socialismo, la doctrina “correcta” y los ideales pertinentes. Se apela en ese debate a diversos autores y tradiciones de lucha, llegando incluso hasta los pioneros que Marx llamaba “socialistas utópicos”. Además, se tiende a emplear la palabra socialismo como una etiqueta que se puede pegar caprichosamente sobre las más diversas experiencias contemporáneas o sobre lemas y consignas de distintos orígenes. Por esta vía, algunos hasta intentan reivindicar a Stalin y otros toman del estalinismo la idea de partido único, líder supremo y control estatal, pero intentan usar el populismo en vez de la represión para manejar a las masas. Algunos más reivindican, en contraste, el llamado “socialismo de participación”, de clara vocación democrática. Y así, con todas estas corrientes, se provoca incesante división entre grupos que se acusan entre sí de diversas traiciones.

Otros pensadores y activistas consideran que el socialismo es un fenómeno histórico, que tuvo un principio y se encamina a su fin. Reconocen como realidades históricas las muy diversas experiencias que se han llamado socialistas. Sostienen que más allá de cualquier debate sobre sus impurezas ideológicas, entraron en la historia real y en el imaginario popular como formas del socialismo. Afirman que la mayor parte de los pueblos que vivieron bajo esos regímenes se levantaron contra ellos y les pusieron fin. En algunos países la experiencia socialista parece haberse convertido en el camino más largo, cruel e ineficiente de llegar al capitalismo. En la actualidad, además, hasta los países más fieles a la doctrina socialista convencional no parecen encaminados al comunismo, como esa doctrina prescribiría para todo socialismo, sino al “socialismo de mercado”, que sería otro nombre del capitalismo.

Quienes asumimos esta posición consideramos inútil continuar la discusión doctrinaria sobre un término que despierta en millones de personas rechazo profundo, por razones legítimas, y sobre el cual parece imposible un acuerdo general y sensato, dadas sus múltiples acepciones. Pensamos, además, que los problemas con el socialismo no sólo se encuentran en las prácticas llamadas socialistas, en los llamados “socialismos reales”, sino en la tradición teórica socialista y en las ideologías construidas con ella. Al mismo tiempo, pensamos que podemos considerarnos herederos legítimos de esa tradición, aunque no seamos los únicos con esa reivindicación. Los socialistas formularon la crítica más duradera y penetrante del capitalismo y podemos apoyarnos en ellos para completarla y actualizarla.

No debemos tirar el niño junto con el agua sucia de la bañera. A pesar de los errores y horrores de las experiencias socialistas podemos aprender de ellas muchas lecciones. Por ejemplo, compartimos con esa tradición la crítica radical a la propiedad privada de los medios de producción. Pero en vez de la prescripción dogmática de la propiedad colectiva, que fue en ellas fuente de autoritarismo, corrupción y otros males, sólo aplicaríamos esa forma a ciertos casos especiales, bajo nuevas modalidades de organización del trabajo. Reivindicamos con firmeza la propiedad comunal de los medios de producción, excluida, marginada u hostigada en los “socialismos reales”, que se basa en una amplia experiencia histórica y es a la vez embrión de porvenir.

Enterrar el socialismo, así sea con honores, no es fácil para quienes han dedicado toda su vida política a su defensa teórica y práctica y a la lucha por construirlo. El funeral, sin embargo, puede ser muy útil para que su cadáver sea abono nutricio para la lucha actual contra el capitalismo y para despejar la neblina ideológica dominante, por la que circulan aún muchos fantasmas del pasado. La guerra actual del capital, cada vez más feroz y agresiva, no sólo exige tomar partido y evitar las diversas formas de colaboracionismo con quienes la conducen. Demanda también lucidez crítica y análisis eficaz de la realidad contemporánea, para sustentar en ellos la nueva esperanza y su otra teoría.

 
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