Usted está aquí: miércoles 16 de enero de 2008 Mundo Temen en Colombia por la vida de rehenes

Temen en Colombia por la vida de rehenes

Conmoción por las precarias condiciones de los retenidos por las FARC; Consuelo González entregó cartas y fotografías de los cautivos a sus familiares

Jorge Enrique Botero (Corresponsal)

Ampliar la imagen Consuelo González (derecha) entrega en Bogotá pruebas de vida al hijo del dirigente político colombiano Alan Jara Consuelo González (derecha) entrega en Bogotá pruebas de vida al hijo del dirigente político colombiano Alan Jara Foto: Reuters

Bogotá, 15 de enero. Corría el fin del año 2004 y la larga marcha de tres meses que hizo por la selva en compañía de otros nueve rehenes en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dejó exhausta y aturdida a Consuelo González.

Por aquella época, que todavía está fresca en su memoria, la legisladora colombiana completaba casi tres años en cautiverio, tras haber caído en poder de una escuadra de guerrilleros cerca de su natal ciudad de Pitalito, al sur de Colombia.

“Caminábamos de día, y muchas veces también de noche, en medio de condiciones extremas, con varios de los rehenes enfermos atravesando una selva tupida y plagada de insectos, de enormes roedores y de tigres”, relató Consuelo a La Jornada.

Ella había aceptado una oferta que le hicieron sus hijas a través de un programa radial dirigido a los secuestrados y cuando había luna llena optaba por dormir sin la acostumbrada carpa con la que cubría su hamaca. “Mis hijas y yo nos comunicábamos a través de la luna. Yo pasaba horas y horas cubierta por su luz blanca, pensando en mi familia y diciéndole a las niñas cuánto las quería; escuchaba sus voces y su risa y sentía sus abrazos”, contó la legisladora.

Luego de más de seis años de cautiverio en remotos parajes de la selva amazónica, ella exhibe un rostro tranquilo, aunque su mirada por momentos se pierde en el horizonte, como si estuviera regresando sin remedio a los días, las semanas, los meses y los años recientes. Cuando el corresponsal de La Jornada la entrevista, ella se halla a bordo de un helicóptero, sobrevolando montañas de vegetación tupida que le evoca la selva donde vivió con sus entrañables compañeros de desgracia. “Cada vez que me voy a dormir en una cama o cuando tengo un buen plato de comida al frente se vienen a mi mente todos ellos, en tumulto. No me los puedo quitar y tampoco quiero hacerlo, pues así sabré siempre que no puede pasar un solo día en el que no haga algo para conseguir su regreso a la libertad”, advierte esta mujer cuyo esposo murió mientras ella estaba en poder de la guerrilla.

Cuando la aeronave que nos transporta toca tierra y la densa nube de polvo que se ha levantado se despeja, aparece frente a nuestros ojos una enorme mancha roja formada por centenares de personas que se han congregado en el estado venezolano de Guárico para asistir a la edición número 300 del programa televisivo Aló Presidente, conducido por Hugo Chávez. El trayecto de Consuelo González hacia el lugar que le han asignado transcurre en medio de abrazos, apretones de manos y cálidas manifestaciones de afecto que se mezclan con decenas de solicitudes para que pose en una foto.

Minutos después ella estaba al aire, hablando con el mandatario venezolano, agradeciéndole su gestión y pidiéndole que continúe trabajando por la liberación de los que faltan.

La temperatura de aquel Aló Presidente era especialmente alta, no sólo por los casi 38 grados que caían implacables sobre el lugar, sino por el tema que trataba el mandatario venezolano: que las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sean considerados organizaciones insurgentes, ejércitos beligerantes, y no grupos terroristas, como se les califica actualmente en sendas listas de Estados Unidos y de la Unión Europea.

La insistencia de Chávez en este asunto (ya lo había planteado en su rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional) desató un vendaval de opiniones adversas en Colombia, donde la posición del mandatario venezolano fue considerada una amenaza a la seguridad nacional.

Tanto los voceros de los partidos como la mayoría de los analistas acusaron a Chávez de estar fraguando una alianza estratégica con la insurgencia colombiana y calificaron su posición como “un paso más en sus ambiciones de expansionismo bolivariano”.

No obstante, voceros de la izquierda, como Carlos Lozano, admitieron que la propuesta del presidente de Venezuela no sólo tiene sentido “sino que puede ser la llave no sólo para terminar con el secuestro, sino para abrir los caminos hacia la paz de Colombia”. Lozano recordó que tras la declaración de beligerancia para el Frente Farabundo Martí de El Salvador –por parte de México y Francia–, la guerra en esa nación centroamericana cobró una nueva dinámica y favoreció una salida política.

Consuelo González regresó la noche del lunes a Colombia a bordo de un avión del gobierno venezolano, donde este corresponsal tuvo de nuevo oportunidad de hablar con ella. Cuando la aeronave cruzaba la línea fronteriza entre ambos países, dedicó unas palabras de agradecimiento al pueblo que acababa de acogerla y aseguró que en adelante no descansaría hasta obtener el regreso a casa de sus compañeros de cautiverio: cinco dirigentes políticos, 28 oficiales del ejército y tres ciudadanos estadunidenses contratistas del Pentágono.

Minutos después de tocar suelo colombiano, se reunió con los familiares de los rehenes que quedaron en la selva y entregó a las familias de ocho de ellos cartas y fotografías que recogió minutos antes de iniciar su camino de tres semanas hacia la libertad.

Los familiares de los cautivos mostraron hoy las pruebas de vida, en que se confirmaron las precarias condiciones del cautiverio, donde abundan las enfermedades, el miedo a los bombardeos del ejército y la sensación de abandono que experimentan los rehenes; algunos de ellos llevan 10 años retenidos.

María Teresa de Mendieta, esposa del coronel Luis Mendieta, dijo a La Jornada que teme por la vida de su cónyuge, pues el relato que le hace en las cartas deja ver un pésimo estado de salud. Reclamó a la sociedad colombiana por su falta de solidaridad y clamó por un intercambio humanitario que permita el regreso de los rehenes y la salida de los guerrilleros de las cárceles.

Los tres hijos de Gloria Polanco, quien cumplirá en 2008 siete años de secuestro, pidieron a Chávez y a la senadora colombiana Piedad Córdoba continuar su gestión. En declaraciones a este diario, Felipe Losada Polanco dijo esperar que las FARC realicen nuevos gestos liberando otros rehenes, incluyendo a su madre. “Ella es la mujer con más tiempo en cautiverio en el mundo, ya es hora de que regrese a su hogar”, expresó.

Entre tanto, Lucy de Gechem, esposa del senador liberal Jorge Eduardo Gechem, cuyo cinematográfico secuestro a bordo de un avión comercial dio al traste con las negociaciones entre el presidente Andrés Pastrana y las FARC en 2002, leyó partes de la extensa carta que él le envió, en la cual plantea la posibilidad de ser conducido a Cuba para recibir atención médica. Gechem relata en su misiva que tiene problemas en la espalda y que ha tenido varios preinfartos, así como enfermedades propias de la selva: lehsmaniasis y paludismo.

Tras la revelación de las fotos y las misivas, así como la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, toda la atención se dirige ahora a la respuesta que pueda dar el gobierno al creciente clamor nacional para que se logre un acuerdo con la insurgencia.

 
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