Los medios: ¿el huevo o la gallina?
¡Caray! ¡Qué pena caer en la propia trampa! ¡Qué pena tener que usar signos de interrogación para autojustificarme! Para expiar mis culpas busco cómo disculparme. Lo escribo mejor en inglés (es el idioma con el que Oscar Wilde nos hizo saber que buena parte de la vida es una ironía): Nobody is perfect. Y yo menos que nadie. Así que, habiendo utilizado este párrafo como diván autoexculpatorio, me apresto a preguntar: al hablar de los medios de comunicación, ¿qué es primero: el huevo o la gallina?
Bien sabemos que el dilema filosófico acerca del huevo y de la gallina es añejo y quizás irresoluble. Para las escuelas creacionistas en Estados Unidos, que niegan las hipótesis darwinianas, no existe problema: Dios creo, junto con los seres humanos, otros tipos de vida, como sería el caso de las gallinas, lo que significa que comemos huevos gracias a las aves y no a la inversa. Confieso que me gustaría inscribirme en el rubro de los creacionistas por la facilidad que tienen para aceptar, casi sin chistar, todo lo que se les venda. No lo hago, entre otras razones, porque soy digno: George W. Bush es parte de ese ideario. Para los científicos, en cambio, el dilema sigue sin resolverse: ¿los huevos precedieron a las gallinas o fueron las aves quienes decidieron poner huevos?
Para lo que ahora escribo no es trascendental responder. Importa más la continuidad, la discusión filosófica y la dependencia que existe entre huevos y gallinas para seguir generando polémicas acerca de su origen. Algo similar sucede con ciertos medios de comunicación y con algunos de los productos que promueven o que se les pide (¿exige?) vender. Sarkozy es buen ejemplo.
Es tal el poder mediático y la necesidad de aparecer del presidente francés que, incluso, algunos medios en su país, seguramente auspiciados y aconsejados por seguidores y amigos, hablan del sarkocismo (no sé cómo se escribe ni en español ni en francés). Hablar de sarkocismo es una grosería. Me parece inadecuado generar un modismo con su nombre, intentar que sea parte del lenguaje común y listarlo con términos bien merecidos como serían quijotismo, orwelliano, kafkiano o proustiano.
Si lo que se pretende es inmortalizar a Nicolas por medio del sarkocismo la situación no parece fácil: por lo pronto, las encuestas en Francia señalan que su popularidad ha caído por abajo de 50 por ciento. En la misma tesitura, si lo que se deseaba era seguir promoviéndolo en su país y en el mundo por medio de su infinita y cotidiana presencia en la mass media, parece que el tiro les ha salido por la culata (aquí no se aplica la parábola del huevo y la gallina: primero la pistola y después los cartuchos). Promoverlo ad nauseam ha sido contraproducente.
Primera plana, de ser posible vitalicia, como parece ser el deseo de Nicolas y del sarkocismo es sinónimo de acción y cambios; si los cambios no han llegado, o no han sido benéficos, la figura del interesado puede generar molestias y preguntas. La “demasiada presencia” suele irritar cuando los resultados son magros o cuando las fotografías saben a despropósito o a imprudencia.
Entre otros muchos medios, El País (España) es uno de los periódicos afines al sarkocismo. Con frecuencia, en ocasiones, a diario, el presidente de Francia es motivo de noticia (no pocas veces en primera plana). El 6 de enero, en la portada del rotativo mencionado, se observa a Sarkozy cargando en sus hombros a Aurelien, el hijo de su novia Carla Bruni, quien aparece a su lado. La fotografía es a color y la información complementaria puede encontrarse en las páginas interiores.
En la misma primera plana se lee: Los perros devoran a los muertos en Kenia, noticia que se acompaña de una fotografía, también a color, de una mujer en la morgue; otras notas hacen referencia al asesinato de Benazir Bhutto, de la inconmensurable tragedia (y burla) que representa para los familiares de los secuestrados en Colombia el fracaso de las negociaciones entre la guerrilla, Hugo Chávez y quienes resulten responsables (afortunadamente, como se sabe, días después, dos secuestradas fueron liberadas). Huelga (molesta más de lo que sobra) decir que la foto de Sarkozy ocupa mucho más espacio que el resto de las noticias. Aunque es evidente que el peso y la trascendencia de los informes es distinto, preponderó el sarkocismo. Añado que al día siguiente El País anunció, también en primera plana, el próximo matrimonio entre Nicolas y Carla Bruni.
En los medios de comunicación, ¿quién es el responsable de cocinar los huevos?: ¿los medios, los protagonistas o ambos? Además de los medios y los actores el lector es responsable de interpretar lo que lee, pero muchas veces es imposible sustraerse de la información y de su tono (no siempre es fácil leer entre líneas). En cada campo de la comunicación hay lectores con diferentes grados de sapiencia; las capacidades para coger el sartén por el mango antes de cocinar los huevos suelen diferir.
Con respecto al presidente francés, es evidente que muchos medios han servido de coro y corro para abonar el sarkocismo. No es grave encumbrarlo, pero sí molesto. Muchas noticias de interés mundial quedan relegadas, otras recortadas y algunas minimizadas porque el espacio no es suficiente. En la tríada Sarkozy-medios-lectores parece claro que el primero es el gallo, los segundos los huevos y los terceros los responsables o no de seguir prendiendo el fuego.