15 de enero de 2008     Número 4

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


TEMA DEL MES

Una forma distinta de cultivar, comerciar y consumir

La producción orgánica, opción para el campo mexicano

Homero Blas Bustamante

Los productos orgánicos son aquellos producidos mediante prácticas amigables con el medio ambiente, sin usar agroquímicos, y se procesan sin aditivos, conservadores, sabores o colorantes artificiales, es decir su calidad es integral y excelente porque conservan sus características organolépticas naturales y ecológicamente tienen también un alto valor. Estos alimentos son sanos y confiables para el consumo humano. En la producción pecuaria no se usan hormonas para acelerar el crecimiento de los animales ni alimentos sintéticos.

Café indio

La agricultura orgánica coincide con el sistema de policultivo tradicional, estado más avanzado de manejo forestal, que alcanza su máxima expresión en la cultura milenaria de los pueblos indios. El café deja de ser un elemento exótico para ser adaptado a las condiciones de las selvas o los bosques mexicanos originales.

La vida en un sorbo. Museo Nacional de Culturas Populares

La Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM por sus siglas en Inglés) establece cuatro principios para la producción, que son el de salud, el ecológico, el social y el principio precautorio.

Si bien desde su cultivo hay bondades, para que la producción orgánica pueda tener tal denominación dentro del mercado, debe contar con un sistema de rastreabilidad, es decir, ser identificada en todas las fases de la cadena producción-consumo. Así, desde cualquier supermercado, en cualquier parte del mundo, un producto orgánico puede ser rastreado y saber quién lo produjo, dónde y cuándo.

En México se producen así diversas hortalizas, frutas, granos, ganado y miel, y se estima que 90 por ciento se exporta a Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón. A escala mundial, México ocupa el primer lugar en número de agricultores involucrados en este tipo de producción; el mercado nacional es incipiente, pero avanza rápidamente en supermercados y tianguis orgánicos en las principales ciudades del país.

La mayoría de productores orgánicos en México son pequeños, sin embargo también hay de gran escala y empresas que han encontrado en este sistema una de las pocas opciones rentables en el campo mexicano, en términos ecológicos, sociales y económicos.

Los países consumidores como Estados Unidos, Japón y los miembros de la Comunidad Europea demandan más y más productos orgánicos; sin embargo, el mercado nacional ofrece un gran potencial en el consumo de estos alimentos también denominados ecológicos, biológicos o con sus prefijos eco y bío. Cada vez más, el consumidor mexicano elige sus alimentos con conciencia, buscando que sean sanos, frescos, de origen conocido, libres de organismos genéticamente modificados, sin riesgos a la salud humana, pero sobre todo que en su producción sean amigables con el medio ambiente y que haya efectos sociales más justos para el agricultor y sus trabajadores.

La demanda mundial de alimentos orgánicos es sorprendente; registra un crecimiento de 20 a 30 por ciento anual. Quizá eso explica que estos productos tengan un sobreprecio en el mercado; sin embargo, diversos estudios de costos demuestran que económicamente es más rentable el cultivo orgánico respecto del que usa agroquímicos, con rendimiento igual e incluso superior. Y a ello se suman servicios ambientales.

Mercadeo moral

A fines del siglo pasado cobró fuerza el llamado consumo ético, una filosofía y un movimiento desde la demanda que, atendiendo no sólo al valor de uso de los productos sino también a su origen social, contrapone al monstruo frío del mercado una suerte de economía moral. Desde los años 80, sellos como Max Havelaar, TransFair o Fair Trade Foundation certifican que los bienes que llevan su logo provienen de forma directa de pequeños agricultores organizados en cooperativas y respetuosos del medio ambiente, garantizando que el sobreprecio que se paga llega realmente a las comunidades de origen.

Un café por la causa. Hacia un comercio justo

Desde el punto de vista del consumidor, se requiere seguridad de que efectivamente los productos orgánicos sean obtenidos con métodos amigables con el medio ambiente y mantengan registros en toda la cadena producción-consumo. Para ello, pueden ser etiquetados como tales sólo si han pasado por una certificación. Los países consumidores han desarrollado regulaciones oficiales al respecto y en América Latina los dos primeros países que generaron esta experiencia normativa son Argentina y Costa Rica.

En México tenemos ya la Ley de Productos Orgánicos que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 7 de febrero de 2006. Aún no se cuenta con el reglamento y demás instrumentos regulatorios necesarios para que opere un sistema de control nacional. Según la Ley, la Secretaría de Agricultura asumirá la responsabilidad de controlar a las agencias de certificación, promover la producción y el consumo de productos orgánicos y concentrar las estadísticas de producción y el registro de operadores. Todo esto, apoyándose en su órgano consultivo, el Consejo Nacional de Productos Orgánicos.

La producción y el consumo de alimentos orgánicos pueden darle a México liderazgo, no sólo en las políticas públicas hacia el sector rural, sino en la prevención del cambio climático. Promover su consumo sería una inversión en la salud pública, y desarrollar el mercado local y de exportación haría competitivas a empresas y organizaciones de productores, porque estratégicamente México tiene más vocación natural y cultural para la producción orgánica que sus principales socios, Estados Unidos y Canadá.

Presidente de Sociedad Mexicana de Producción Orgánica, AC.
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Predicar con la práctica: 20 Años de comercio justo

  • Defender el valor y la dignidad del trabajo
  • Elegir un producto y una forma de vida

Jerónimo Pruijn

¿Qué es comercio justo? Parece una contradicción. El comercio obedece a la oferta y la demanda, carentes de valores éticos. La justicia, en cambio, la imaginamos libre de manchas comerciales. ¿Será posible un comercio que sea justo al mismo tiempo?

Comercio común. El comercio mundial, en su versión neoliberal, está controlado por un puñado de consorcios. Esta concentración, por encima de gobiernos, partidos y credos políticos, deja a su paso muchos “perdedores”: pequeños agricultores, artesanos, fabricantes y comerciantes modestos, trabajadores agrícolas y urbanos, que no sobreviven a la feroz competencia donde el pez enorme come peces chicos, medianos y grandes. El mal llamado “libre mercado” tiene reglas que favorecen a las grandes corporaciones, mientras que para la mayoría no hay más libertad que entrar al juego para perder.

Y los consumidores terminamos siendo clientela cautiva de la máquina publicitaria. Estamos tan acostumbrados a la lógica de la competencia, que la vemos normal. Aunque quisiéramos que México no importara transgénicos ni exportara migrantes, acabamos adquiriendo la ganga del momento, sin reparar en el impacto de nuestra compra.

La respuesta. Ante esto, ¿qué opción tienen los campesinos e indígenas agricultores y artesanos de países como el nuestro?, ¿qué hacer si de un día para otro su producto ya no vale?, ¿si su trabajo y conocimientos no son valorados?, ¿rendirse y migrar, es decir, aceptar la desaparición de su cultura y su mundo?

Desde hace décadas muchos pequeños productores mexicanos optaron por organizarse para defender su forma de vida, la dignidad de su trabajo y el valor de sus productos. Lo han hecho de muchas maneras: saltándose intermediarios, buscando mejores precios, agregando valor a sus productos y estableciendo alianzas con otros productores, con consumidores, con asociaciones civiles. Hoy cuentan con un sinfín de organizaciones campesinas e indígenas comprometidas con el desarrollo integral, equitativo y sustentable de sus comunidades y regiones.

Comercio justo: el origen. El comercio justo está a punto de celebrar 20 años. En 1988 lanzó en Holanda el primer sello de garantía, llamado Max Havelaar, nombre de un conocido personaje literario del siglo XIX que defendió del colonialismo holandés a los pequeños productores indonesios. Su cofundador en México fue la Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo.

Después de explorar incluso una fallida alianza con trasnacionales cafeteras, se creó un sello comercial que permite al consumidor común identificar la oferta de los pequeños productores en el mercado convencional y se hizo una alianza con comerciantes no tan grandes dispuestos a distribuirla. Por su parte, Max Havelaar promueve el sello y el concepto.

Esta fórmula permitió que primero café y después miel, chocolate, plátano, naranja, mango y otros llegaran a puntos de distribución masiva del mercado holandés, y luego de Europa, Estados Unidos y Japón. Así, la batalla de los pequeños productores se extendió hasta los antes inaccesibles supermercados y se amplió el número de productores que obtenían un precio justo y un trato digno.

La práctica. El comercio justo incluye hoy decenas de millones de consumidores y productores, y su valor se estima en varias decenas de miles de millones de pesos. Existen redes globales de promoción, como FLO (Organizaciones del Comercio Justo Certificado) e IFAT (Federación Internacional de Comercio Justo), cuyos sellos son garantía para los consumidores. Florecen redes de productores de comercio justo como la CLAC (América Latina y el Caribe), la AFN (África) y la NAP (Asia). En México contamos con el sello de garantía Comercio Justo México y con la Coordinadora Mexicana de Pequeños Productores de Comercio Justo.

Lo que vende comercio justo proviene de productores respetuosos del medio ambiente y de la salud, y democráticamente organizados para generar el desarrollo integral de sus afiliados y comunidades. Y su trabajo es recompensado gracias a relaciones de confianza y largo plazo con los compradores. Aun cuando en el mercado convencional las cotizaciones caigan por debajo de costos, los productores obtienen un precio de garantía, además de un sobreprecio para el desarrollo sustentable y un premio de calidad si cuentan con una certificación orgánica.

El impacto. Enfocado al “empoderamiento” de los pequeños productores, sus familias y sus comunidades, el comercio justo es motor de desarrollo de las organizaciones campesinas e indígenas, pues fortalece la cohesión y militancia al aumentar y estabilizar los precios que reciben sus afiliados.

Tanto en México como en el resto del mundo, las organizaciones del comercio justo acostumbran impulsar políticas públicas favorables a los pequeños productores y a los consumidores. Y en muchas regiones este tipo de mercadeo ha impedido que los intermediarios manipulen a su antojo los precios y los obliga a pagar más.

La práctica que predica. El comercio justo ha servido para que los pequeños productores recuperen la dignidad y sean nuevamente actores y protagonistas de la historia, dejando atrás los tiempos en que eran sólo víctimas de la explotación y objetos de la filantropía y el asistencialismo bien intencionados pero nocivos. Mientras que a los consumidores nos da la opción de elegir el mundo que queremos mediante nuestras compras. Por último, la ampliamente difundida práctica del comercio justo demuestra que el “libre mercado” no es ineludible, que es posible crear otros esquemas comerciales y económicos que reconozcan el derecho de los hoy marginados a tener una vida digna y ser dueños de su propio destino.

Maestro de.Antropología Cultural y director general de Serjusto, Servicios Integrales para el Comercio Justo, SC


La nutrición en juego

Los alimentos orgánicos resultan más nutritivos que los no orgánicos, según el proyecto de la Unión Europea Quality Low Input Food (QLIF). Conclusiones preliminares revelan que frutas y verduras orgánicas contienen hasta 40 por ciento más de antioxidantes que las no orgánicas. Algunas leches contienen hasta 60 por ciento más de estas sustancias y de ácidos grasos benéficos para la salud. El coordinador del proyecto, iniciado en 2004, Carlo Leifert, de la Universidad de Newcastle, Gran Bretaña, afirma que los resultados sugieren que comer orgánicos es equivalente a tomar una porción extra de frutas y verduras al día. Investigadores de la citada universidad criaron ganado y cultivaron frutas y verduras, entre ellas coliflor, lechuga, zanahoria, papa y trigo, en tierras de cultivo orgánico y no orgánico en toda Europa; posteriormente compararon factores como el sabor y la calidad nutritiva.

Fuente: Boletín Eroski, España


Orgánicos en cifras

Según la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM por sus siglas en inglés), en el mundo, hay 30 millones 558 mil 183 hectáreas de cultivos orgánicos, en manos de 633 mil 891 agricultores.
La superficie representa sólo 0.7 por ciento del área agrícola global.

Para México IFOAM registra 87 mil 174 productores orgánicos con 307 mil 692 hectáreas, 2.9 por ciento del la superficie agrícola nacional. En área orgánica, nuestro país ocupa el lugar 15 global. Australia es líder, con 11.8 millones de hectáreas.

Datos de Sagarpa señalan que hace una década la superficie nacional de orgánicos era de sólo 25 mil hectáreas. Este tipo de agricultura se concentra en el centro y sur, y la producción orientada a la exportación –85 por ciento del total– creció en 10 años de 36 millones a 300 millones de dólares.

Los puntos de venta en todo el país de productos orgánicos y de otros “no tradicionales” (como el litchi, el rambután, la ocra, y procesados como licor de café, mermelada de zarzamora, de maracuyá o de jamaica, o embutidos de conejo y huevos de codorniz) son insuficientes, si bien es cierto que pasaron de 40 registrados hace dos o tres años, a 130 hoy.

Participan en la distribución interna tiendas especializadas y naturistas, cafeterías, restaurantes, hoteles, algunos supermercados, y a partir de 2003 también mercados locales de productores.
Del 15 por ciento de la producción orgánica destinada al mercado nacional, menos del la tercera parte se comercializa como tal; el resto debe venderse como producto convencional.

Fuentes: Sagarpa, IFOAM, Laura Gómez Tovar (CIESTAAM-UACh)


Los números del comercio justo

Suman 508 las organizaciones de productores de 57 países de América Latina, Asia y África que en 2006 fueron beneficiadas por el sistema de comercio justo. Ellas implicaron a más 1.4 millones de trabajadores y agricultores.

Entre 2005 y 2006, las ventas mundiales en el comercio justo certificado aumentaron en 42 por ciento al pasar de mil 132.4 a mil 609 millones de euros. Estas ventas están registradas con destino en 19 países desarrollados.

La producción de café orgánico en México es significativa en el desarrollo del comercio justo en México, pues la mayor parte está certificada bajo este criterio.

La superficie cultivada en México con café orgánico es de 66 mil 390 hectáreas e involucra a 28 mil 316 productores (9.9 y 5.8 por ciento respectivamente del total nacional). En Chiapas se concentran 57.9 por ciento de los productores y 64.7 de la superficie de café orgánico, seguido de Oaxaca. La producción orgánica del ciclo 2004-05 fue de 437 mil 553 quintales de café pergamino seco, equivalente a 335 mil 500 sacos (de 60 kilos) de café oro, esto es 10 por ciento de la producción nacional de café. Más del 70 por ciento del volumen de
café orgánico es aportado por Chiapas.

La demanda internacional de café orgánico crece entre 10 y 20 por ciento anual.

El consumo internacional de café sustentable en 2005 sumó entre los 700 mil y 1.1 millones de sacos.

Fuente: Comercio Justo México


Citas para la genealogía del ecologismo

•   “Con la naturaleza es necesario proceder lentamente, sin prisas, si se quiere obtener algo de ella.”
Goethe, escritor alemán (1749-1832)

• “¡Cómo maldecirán nuestros descendientes a la civilización al ver tantas montañas (…) saqueadas y peladas!”
Fourier, utopista francés (1772-1837)

• “La agricultura racional, en contraposición al sistema de cultivo expoliador, se basa en el principio de la restitución; al devolver a los campos las condiciones de fertilidad, el agricultor asegura la permanencia de los mismos.”
Justus von Liebig, químico alemán (1803-1873)

• “Todo progreso realizado en la agricultura capitalista, no es solamente un progreso en el arte de esquilmar al obrero, sino también en el arte de esquilmar la tierra.”
Carlos Marx, filósofo y economista alemán (1808-1883)

• “Destruye la tierra (…) y no sólo pierdes una, dos o más cosechas, sino que extingues todos los productos que podrías extraer de ella, tú, tus hijos y los hijos de tus hijos.”
Proudhon, utopista ácrata (1809-1865)

• “El trabajo que se emplea para robarle a la tierra su (…) materia fertilizante es peor que trabajo despilfarrado. El último caso es una pérdida para la generación presente; el primero es una herencia de pobreza para nuestros descendientes.”

George Waring,, agrónomo (1833-1898)