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Abono y bosques sustentables Programa Michoacano de Biofertilización
Mauricio Soberanes Hernández La degradación de tierras y el deficiente uso y manejo del agua son causas en México de la disminución en la productividad agropecuaria y forestal. Provocan además que múltiples zonas con potencial productivo pierdan la oportunidad de alcanzar los volúmenes y las calidades adecuados para competir en el mercado, tanto nacional como internacional. El uso de los biofertilizantes se desarrolló de manera extensiva en la República de Cuba donde, por las restricciones del bloqueo económico, recurrieron al uso de micorrizas (hongos benéficos asociados a la raíz) y fermentados de compostas para nutrir sus cultivos. En México, el Centro de Ciencias Genómicas de la Universidad Nacional Autónoma de México también desarrolló sus propias micorrizas, a las que complementó con una bacteria, el asoaspirillum. Bien manejados, los biofertilizantes pueden superar el rendimiento por hectárea frente a fertilizantes químicos tradicionales, mejorar de manera paulatina las condiciones del suelo y abaratar sensiblemente los costos de producción. El programa michoacano de biofertilización inició formalmente en 2006, basado en experiencias exitosas anteriores en el Bajío, centro y sur del país donde, por lo menos en los tres años anteriores, se utilizaron hongos y bacterias, en presentación de polvo aplicado a la semilla, como enraizantes y mejoradores del suelo. El programa también retomó importantes resultados conseguidos con un fermentado orgánico, derivado de guano de murciélago, que aplicado foliarmente o en el riego, contribuye al desarrollo de las plantas, sobre todo con la floración y fructificación. El programa consideró distintos componentes: promoción, asistencia técnica, parcelas de validación, así como el establecimiento de plantas productoras de micorrizas, abonos líquidos, lombricomposta y composta mejorada con base en materiales como el lirio acuático y estiércoles. Así, sustituimos del todo al programa de distribución de fertilizantes químicos, que día con día resultaba más costoso y cubría menos superficie. Con los químicos, en cuatro años se cubrió una superficie total de 104 mil hectáreas con 83 millones de pesos. En contraste, el programa de biofertilización ha cubierto en dos años 145 mil hectáreas con tan sólo 22 millones de pesos. Esto implica un uso de los recursos 5.2 veces más eficiente por el programa de biofertilización, aun sin considerar la reducción en la contaminación del suelo, mantos freáticos y cuerpos de agua, y en las emisiones del CO2, tanto por uso excesivo de fertilizantes químicos como para su síntesis. Llegamos a más de 25 mil beneficiarios, quienes contribuyeron con 25 por ciento del costo del paquete básico, lo que se sumó al 50 por ciento que aportó el gobierno estatal; el 25 por ciento restante del aporte provino de los municipios. En cuanto al proceso de validación realizado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias en el ciclo otoño-invierno 2006/07, tanto en trigo y lenteja como en garbanzo, los biofertilizantes generaron una mayor eficiencia en la absorción de agua y nutrientes, así como un aumento en la rentabilidad gracias a la disminución de los costos de producción y al mayor rendimiento por hectárea. Este programa del gobierno del estado de Michoacán nos ha distinguido y se desarrollan ya similares en Guerrero, Puebla y Jalisco. En este camino hay mucho por hacer, mas se requiere de apertura, conocimiento y ganas de innovar las políticas públicas para el campo mexicano. Subsecretario de Fomento Productivo de la Secretaría de Desarrollo Rural, del gobierno del estado de Michoacán. Certificación forestal en México Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible En el mundo, el esquema de certificación forestal que más éxito y aceptación ha tenido es el impulsado por el Forest Stewardship Council, ampliamente conocido por sus siglas FSC. Éste certifica el buen manejo del bosque y garantiza que los productos que llevan su logotipo han sido producidos en bosques manejados de acuerdo con los principios y criterios internacionalmente aceptados. Hoy día el FSC ha certificado más de 90 millones de hectáreas en unos 88 países de los cinco continentes y ha logrado la credibilidad de los consumidores, gracias a su particular forma de gobierno, basada en una asamblea de miembros donde participan de manera equitativa representantes del Norte y del Sur, así como de los sectores empresariales, sociales y ambientalistas. Al analizar la lista de operaciones forestales certificadas en el esquema internacional, llama la atención que las comunidades y los ejidos forestales de México no se han quedado atrás y han puesto a prueba y evaluación el manejo de sus bosques. En su más reciente informe, el FSC reporta que cerca de 800 mil hectáreas de bosques ejidales y comunales han alcanzado la certificación, al haber demostrado que su manejo cumple con los criterios internacionales que se aplican en el resto de mundo. En la evaluación del manejo forestal, el FSC toma en cuenta diferentes aspectos y busca evidencia de que las prácticas forestales aplicadas responden a una planificación previa y a una evaluación de impacto ambiental. Comprueba que las operaciones forestales garanticen la permanencia del bosque y la sostenibilidad de la producción, y resguarden además los derechos de los trabajadores y de las comunidades locales. Con esta certificación internacional, las comunidades y ejidos dueños de bosque están demostrando que el esquema de forestería comunitaria es una alternativa viable para resolver los problemas forestales del país. El manejo forestal en manos de los campesinos no sólo es una garantía para la conservación de los bosques, sino que es un excelente instrumento para impulsar el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades rurales. Hoy día se requiere sin embargo fortalecer a las comunidades forestales, ya que enfrentan fuertes problemas ante un mercado abierto que en muchos casos pone a sus productos en desventaja frente a las enormes importaciones de madera proveniente de Sudamérica. Las comunidades requieren que el presupuesto del gobierno para el sector forestal se oriente prioritariamente a apoyar el manejo de bosques naturales, a aumentar la competitividad, a mejorar la productividad del aserrío, a garantizar la sostenibilidad del bosque y aumentar las capacidades técnicas de los ejidatarios. Se requiere, en síntesis, un compromiso real de las instituciones gubernamentales con el esquema comunitario de manejo de bosques. Con esto el país lograría enfrentar de manera efectiva el enorme problema forestal. Lograría, ahora sí, cumplir con sus compromisos internacionales para la conservación de la biodiversidad y con los compromisos de mejorar el bienestar de los más pobres. |