Melón
Pa’ terminar el año
Antes que nada permítame, mi yeneka, desearle todo género de parabienes el resto de su existencia, no sólo en este principio de año. Hago extensivo eso a todos mis amigos y enemigos, en especial, a mis detractores que los tengo a montones.
El final de 2007 cerró tétricamente con el fallecimiento de Luis Demetrio, compositor que nos dejó páginas bellísimas y con el cual tuve un acercamiento que me llevó a interpretarle algunos números y participar en dos capítulos de La historia de México, un proyecto que en mi opinión fue muy meritorio.
Papo Lucca no pudo sustraerse al atractivo de su inspiración, grabándole con su Sonora Ponceña El pío pío, número que en la voz de Luigi Teixidor alcanzó gran popularidad en el ámbito salsero.
Asimismo, mi nagüe, permítame contarle que hace años hubo una casa en la colonia de los Doctores, propiedad de un trovador de nombre Iván, que era lugar de reunión de bohemios, donde los que formaban parte de los tríos famosos y no, descargaban sus inquietudes interpretando canciones de Álvaro Carrillo, Manzanero, Miguel Pous y, por supuesto, Luis Demetrio. Tuvo lugar principalísimo Apóyate en mi alma, página bellísima que, como diría Guillermo Ochoa, “es un canciononón”, con lo que estoy completamente de acuerdo.
Vaya desde aquí un recuerdo cariñoso para todos aquellos que me pusieron a gozar en la casa de Iván, entre los que recuerdo a Malvido, mi cuaderno Jerónimo, Carlitos Guevara, Carlitos Murúa, Solomillo y para Luis Demetrio un descanse en paz más que merecido.
Tenía la esperanza de que en el nuevo año disminuyera la amenaza de seguir con lo que terminó el anterior, ya que tenía postrados a dos soneros. Desafortunadamente, el 9 de enero falleció el cantante Toño Jiménez.
Conocí a Toño en Veracruz hace algún tiempo cuando formaba parte del Conjunto Anacaona, de Federico Sánchez, era conocido como el Cascarita veracruzano, y más tarde integró la orquesta del Caballero Antillano Arturo Núñez. Sigue pasando por una situación crítica Jorge Haro, que durante muchos años alegraba el ambiente sonero de este Distrito Federal de mis pecados. Deseo fervientemente su recuperación lo más pronto posible.
Pasando a cosas menos tristes, quiero agradecer a los contadores Murillet y Chucho Campos el obsequio de la gruesa de compactos que me tiene con la trompa de eustaquio llena de melao. No tengo idea de cuanto tiempo voy a utilizar para escuchar la totalidad de este regalo que me tiene gozando desde el primer momento. Es el mejor obsequio que pudieron hacerme, sobre todo porque llegó en el momento preciso, es decir, Navidad y Reyes.
En el bonche vienen dos que me llamaron la atención. Al escuchar Listen Hear!, de Eddie Palmieri, me dejó grata impresión, también el cedé de Arsenio Rodríguez con grabaciones de 1946 a 1951, me trajo reminiscencias del tiempo en que formé parte de Los Diablos del Trópico, el conjunto que me marcó y que recuerdo con cariño y considero mi escuela sonera.
En ese tiempo las editoras de música regalaban los arreglos que llegaban de Cuba, pero también se transcribían las grabaciones que arribaban de los conjuntos de la isla bella.
Al Macao, que era el cabaret donde Los Diablos sentaban cátedra, llegaban exiliados, peloteros y soneros cubanos para solazarse con la calidad de un grupo formado por mexicanos que interpretaban el son cubano con una propiedad digna de admiración. En el piano estaba Luis Lozano, dueño de un sabor sonero, que se complementaba admirablemente con los tumbaos de Felipe Chía, la polirritmia de Galo Almazán, Carioca y el Ronco Rovirosa, poniéndole el tapón al botellón la calidad de trompetistas como Agapito Silva, Mezcallila, Carabela, Samuel Escartín, el Chino Agustín, Ricardo el Cerillo, que en diferentes etapas formaron parte de ese grupo que durante muchos años dieron brillo al son interpretado por mexicanos.
Justo es darle crédito a los cantantes Tony Camargo, Guillermo el Chimuelo (cubano), Julio del Razo, Homero Jiménez (cubano) y un servidor. ¡Vale!