La migración debe ser un recurso del desarrollo, dice
Pide Rivera responsabilidad a países expulsores y receptores de personas
Ampliar la imagen Norberto Rivera tras oficiar ayer en la Catedral Metropolitana Foto: Roberto García Ortiz
El cardenal Norberto Rivera Carrera advirtió que existe responsabilidad compartida entre los países expulsores y receptores de migrantes. En el primer caso, porque las naciones no favorecen las posibilidades de trabajo, y en el segundo por el trato que se brinda a quienes abandonan sus lugares de origen en busca de mejores condiciones de vida.
Durante la celebración de la Jornada Mundial del Inmigrante, organizada por la Iglesia católica, el prelado se pronunció por que en estos últimos lugares se aseguren los derechos laborales de todas las personas, sin discriminación, y manifestó que la migración debe convertirse en un recurso más que un obstáculo para el desarrollo.
En la Catedral Metropolitana, ante representantes diplomáticos en México, el prelado cuestionó que, así como se agrava el “desequilibrio” entre países ricos y pobres, aumente este fenómeno y por ende se considere una amenaza a quienes migran.
La llegada de esas personas, dijo, “es percibida como una amenaza para los elevados niveles de bienestar alcanzados gracias a decenios de crecimiento económico, pero los migrantes responden (además de su necesidad), a un requerimiento del país que los recibe en la esfera del trabajo”, pues de otra forma, añadió, esa nación quedaría insatisfecha en este rubro, porque la “mano de obra local es insuficiente o no está dispuesta a aportar su contribución laboral”.
Por ello, sostuvo, las instancias gubernamentales de esas naciones “deben vigilar cuidadosamente para que no se difunda la tentación de explotar a los trabajadores extranjeros privándolos de los derechos garantizados (que les corresponden). Todos deben ser asegurados sin discriminación”.
Rivera manifestó que debe darse la “regulación de los flujos migratorios con base en criterios de equidad y equilibrio” pues ésta, afirmó, es una de las “condiciones indispensables para conseguir que la inserción (laboral) se realice con las garantías que exige la dignidad de la persona humana”.
Dijo que los migrantes deben ser tratados como personas y recibir ayuda, junto con sus familias, para que puedan integrarse a la vida social. “En la medida de lo posible, los países que expulsan gente han de favorecer todas aquellas condiciones que permitan mayores posibilidades de trabajar en sus lugares de origen”, y así como dijo que hay responsabilidad del país receptor, también, planteó, las hay del que está expulsando gente “porque ahí debería tener un trabajo digno”.
Al término de la celebración, los embajadores de Nicaragua y Ecuador en México, Horacio Brenes y Galo Galarza, respectivamente, se pronunciaron contra las políticas antinmigrantes.
El primero manifestó que el asunto es un “tema que nos afecta a todos, tanto al que busca oportunidades como al que recibe porque se llega a poner cierta presión en la parte social y en la obrera y de producción”. Consideró, al igual que el diplomático de Ecuador, que es necesario hacer causa común, trabajar de manera compartida, pues “no es poniendo barreras para que no pase el emigrante (como se solucionará el problema), sino creando mejores oportunidades a los connacionales”.
A la celebración eucarística asistió, asimismo, el embajador de Colombia, Luis Camilo Osorio, y representantes de las sedes diplomáticas de Guatemala, El Salvador y Honduras.