Usted está aquí: domingo 13 de enero de 2008 Opinión A la Mitad del Foro

A la Mitad del Foro

León García Soler

Cananea

Lozano, con espada justiciera en mano

La liberación en Colombia, logro de Chávez

Ampliar la imagen Momentos en que policías federales y locales arriban a la instalaciones de la empresa Minera de Cananea Momentos en que policías federales y locales arriban a la instalaciones de la empresa Minera de Cananea Foto: tomada por los mineros de la sección 65

Violentamente, con precisión militar y dureza de rompehuelgas, tropas federales y estatales tomaron Cananea. La Junta Federal de Conciliación y Arbitraje declaró inexistente la huelga del sindicato minero. Antes de vencer el plazo, sin haber informado de la resolución, lanzaron el ataque para recuperar las instalaciones y entregarlas a Minera México. Cuarenta heridos, cinco desaparecidos y la Constitución atropellada como los trabajadores.

Se fue el servil Francisco Javier Salazar, quien sirvió de esquirol a los patrones durante la tragedia de Pasta de Conchos, Coahuila; mozo de estribo y enlace para complicidades denunciadas y no investigadas entre funcionarios y amigos de Fox con los dueños del capital y de las concesiones mineras. Llegó, espada justiciera empuñada, Javier Lozano, experto en comunicaciones improvisado en materia laboral, quien pagó de inmediato el precio de la fama al ser denunciado como pistolero del partido en el poder por el chino en cuya casa encontraron los investigadores policiacos el tesoro de Alí Baba en verdes billetes de dólares: “Coopelas, o cuello”, dijo el chino que lo amenazó el flamante secretario del Trabajo. Ni tardo ni perezoso, Javier Lozano declaró que demandaría por calumnias.

Nada se sabe de esa acción judicial, seguramente pospuesta por razones de estado, de las que se multiplican en la guerra sin tregua declarada al crimen organizado. Pero la combatividad del señor Lozano lo llevó de un choque a otro, como los carritos de feria que no van a parte alguna y topan sin ton ni son. Males son del tiempo. Pero en lo que hace a los deudos de los mineros muertos en Pasta de Conchos y la exigencia de rescatar sus cuerpos, el experto en comunicación respondió tajantemente: “No voy a arriesgar vidas por unos cadáveres”. Y aunque aplaudieron los servidores del señor Larrea y las buenas conciencias que han denunciado largamente los liderazgos corruptos y el corporativismo sindical, lejos de tutelar el interés de los trabajadores, el secretario comprobaba su vocación y voluntad de beneficiar a los patrones.

La derecha en el poder está empeñada en liquidar al sindicalismo. Javier Lozano demostró que es proyecto, programa, política y postura inconmovible del régimen alternante y gemelo del zedillismo que reflejó las glorias de la victoria cultural. Los del socavón al hoyo y en las alturas impolutas de las buenas conciencias, el implacable proceso penal contra Napoleón Gómez Urrutia, cuya extradición de Canadá les fue negada. Los panistas afamados como buenos abogados no ganan un pleito desde que tomaron el poder. Y aunque Napoleón sea líder por legado paternal y patrimonial, la educación de rico le sirvió para capacitarse en economía y pegar a los patrones mineros y metalúrgicos donde les duele: en el bolsillo. El sindicato minero recibió los millones de dólares que le regateaban y, de inmediato, fincaron cargos contra Napoleón.

El heredero sigue libre, gana un juicio tras otro y, cosas del remolino que vino y nos alevantó hace 98 años, hoy encarna al enemigo de clase. Proponen una nueva y humanista relación laboral; competitividad y productividad ante todo; nada de conflictos, si acaso, relación adversarial. Palabra, esta última, coetánea del outsourcing en uso que permite contratar a una compañía de servicios que proporciona los trabajadores que se necesiten sin que haya vínculo alguno de éstos con la empresa en la que laboran; ni seguridad social, ni pensiones; es más, el salario de los eternos provisionales lo paga la compañía que proporciona el servicio. Con la explosión de Pasta de Conchos supimos que de los 60 mineros muertos, la minoría eran sindicalizados. Lo tripartita del sistema laboral como versión de el bueno, el malo y el feo.

En plenos prolegómenos de los festejos del Centenario de la Revolución Mexicana, 800 elementos armados de la policía federal y la estatal toman violentamente la mina de Cananea. “Pa’servirle al patrón...” Cananea, donde el porfirismo dio paso a hombres armados traídos del vecino país del norte para resolver a tiros la huelga que tanto molestaba a los rubios patrones y sus cómplices criollos. Esteban Baca Calderón fue uno de esos mineros. Y fue uno de los que hicieron la Revolución cuyo centenario va a festejar la derecha fundida con los resabios del priato. Las izquierdas serán discretas, medirán los alcances de sus protestas. Porque se trata, sabe usted, de sindicatos de la malhadada alianza histórica con los gobiernos emanados de la Revolución.

En Sonora, de donde salieron Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, el gobernador Eduardo Bours se erigió no hace mucho en defensor de la soberanía del estado. Policías federales allanaron la casa de un funcionario de su gobierno y procedieron como si ya se hubiera aprobado la reforma judicial a debate. El mandatario protestó, reclamó, invocó el federalismo y no le faltó más que denunciar que el gobierno de Felipe Calderón había roto el pacto federal. El indiciado, el sujeto buscado por los federales, era a su vez funcionario judicial, policía de todas las confianzas del gobernador que dejó de participar en las cabalgatas fronterizas porque lo tiró un brioso cuaco. Tanto monta un pretoriano, pero no montan tanto unos mineros.

Antes de cumplirse el plazo fijado por la notificación olímpicamente lanzada al interior de las instalaciones, un helicóptero de la policía estatal sobrevolaba la mina de Cananea. Eduardo Bours, gobernador indignado por el atropello a la soberanía del estado cuando se trató de su colaborador, se transformó en centralista de cepa y puntilloso guardián de la legalidad: “es mi obligación respetar la resolución de la Junta”, declaró el magnate de la avicultura, militante del Partido de la Revolución Mexicana. Van y vienen. No está solo el belicoso Javier Lozano. Juan Rebolledo Gout es vocero del Grupo México, colaboró en Los Pinos y ocupó altos cargos en la cancillería, como prueba de la permanencia de todo antiguo régimen.

Los dueños de Minera México proclaman que tienen control de las instalaciones de Mexicana de Cananea y ninguna obligación de pagar salarios caídos de los trabajadores en paro desde el 30 de julio de 2007; los abogados del sindicato, Néstor y Carlos de Buen, interpusieron recurso de suspensión provisional: la huelga “continuará siendo legal”. Pero hay heridos, desaparecidos y miles de trabajadores protestan en Cananea. Gómez Urrutia, desde Canadá, les vuelve la oración por pasiva a los de la nueva cultura laboral: “Están violando la Constitución. Están cometiendo un gran error”. A la muerte del duque D’Enghiens, diría Talleyrand a Napoleón I: “Peor que un crimen, sire, es una estupidez.”

En un mundo de ciega violencia, crímenes y estupideces, hambre y hartazgos; de nomadismo y aislamiento que nutren el fundamentalismo maniqueo enemigo del laicismo, brilló por un instante el valor de víctimas que no renuncian a su individualidad, el de las dos mujeres liberadas en Colombia. Logro de Hugo Chávez, de la política. Quede para los intérpretes de la verdad única resolver si las FARC han de calificarse de terroristas o de fuerzas armadas de un movimiento político “bolivariano.”

Y a los ciento un años de andar Andrés Henestrosa entre nosotros, se apagó la luz istmeña del valor de la palabra y la inagotable imaginación.

 
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