Pluralidad, cuántos errores se cometen en tu nombre
La pluralidad política. Desde 1997 el mayor reto que enfrenta la clase política es cómo gobernar la pluralidad. Si de por si se trata de una empresa enormemente complicada, lo es más porque se entiende mal. Ricardo Becerra, en el número del 30 aniversario de Nexos expresa gráficamente una parte de esa pluralidad. En las elecciones presidenciales de 1976 López Portillo obtuvo el ciento por ciento de los votos y en 2006 Calderón alcanzó sólo 36. En 76 había cuatro municipios gobernados por partidos distintos al PRI, cero senadores y cero gobernadores de oposición. En 2007 la cifra era de mil 795 municipios y 75 por ciento de los gobernadores provenientes de la oposición. En 76 todos los Congresos locales tenían una mayoría calificada, en 2007 sólo uno.
La pluralidad demográfica. Vista desde la evolución demográfica también encontramos una impresionante pluralidad. Rodolfo Tuirán, en el número 30 de Nexos, da cuenta de esto. Pasamos de 62 millones de habitantes en 1977 a casi 106 millones el año pasado y la tasa anual de crecimiento de la población cayó de 2.7 por ciento en 1977 a 0.85 por ciento en 2007. La edad media de la población mexicana era de casi 23 años en 1977 y de 29 años en 2007. El indice de dependencia ha pasado de 108 personas dependientes por cada cien en edades productivas a 61 entre 1977 y 2007, lo cual muestra dramáticamente la presión sobre la generación de nuevos empleos. Otro indicador en sentido negativo es el número de millones de mexicanos residentes en Estados Unidos que pasó en esos años de casi 2 millones a casi 12 millones!
La pluralidad social. Rodolfo Tuirán, Norma Ubaldi y Olac Fuentes dan cuenta de algunas de las modificaciones importantes en relación al género también en la revista Nexos. El porcentaje de hogares encabezados por mujeres pasó de 15 a 22 por ciento. En los años 80 la participación de la mujer dentro de la población económicamente activa representaba el 20 por ciento, para 2004 ya era de 43. Las mujeres representaban 28 por ciento de la matrícula en la licenciatura en 1978 y 50 por ciento en la matrícula de 2008. A eso habría que añadir el incrementado papel de la mujer en actividades productivas en el medio rural en parte como consecuencia de la migración.
La pluralidad económica. Hay otras tendencias que vale la pena señalar. La desigualdad entre los más ricos y los más pobres se ha incrementado haciendo a México uno de los tres países con la mayor desigualdad en el región más desigual del mundo que es América Latina. Por eso no sorprende que en el informe de Latinobarómetro de 2007 –el mejor instrumento para medir actitudes y preferencias ciudadanas–, 75 por ciento de los latinoamericanos consideran que la distribución del ingreso es injusta y ese mismo porcentaje considera que el mayor conflicto en esta región es entre ricos y pobres. También es cierto que, como lo reportó hace algunos meses la revista The Economist, las clase mediaas han crecido en términos absolutos y relativos. Pero también podría decirse que se han desarrollado, sobre todo acicateadas por la economía informal, la ausencia de empleos y oportunidades de trabajo para mexicanos que han estudiado preparatoria o licenciatura, unas especies de clases medias pauperizadas que para mí son los nuevos plebeyos. Por otra parte si revisáramos –y probablemente hay estudios al respecto– la estructura productiva en México, es decir las características de las empresas por tamaño, número de empleados, monto de sus transacciones y giros productivos, seguramente también encontraríamos una enorme pluralidad. En el campo mexicano éste es el rasgo definitorio: la pluralidad que trasciende con mucho la caricatura que algunos analistas presentan de una especie de bimodalidad de la agricultura mexicana.
La pluralidad geográfica. Finalmente, aunque sólo la quiero mencionar, está la pluralidad territoral, que nuevamente trasciende las versiones simplistas de un norte moderno, un sur atrasado y un centro atrapado en las burocracias. En todas las regiones del país coexisten polos de enorme dinamismo económico y social con regiones estancadas y otras en franco declive.
¿Qué nos dicen estos trazos apenas insinuados? La única reforma significativa que busca responder a la transformación central del México que surge después de 30 años de crisis económicas, desencuentros políticos y movilizaciones sociales ha sido la reforma electoral, en sus sucesivas versiones. Haber encontrado en el campo electoral el espacio central para diseñar fórmulas que permitan gobernar las nuevas pluralidades ha tenido un efecto positivo y otro negativo. El positivo es que se han mejorado las formas de expresión político-partidistas en México atendiendo a la crisis de representación que había sido el problema político central desde los 60.
El efecto negativo de haber privilegiado el ámbito electoral ha sido la subestimación de los núcleos duros de autoritarismo que se han mantenido, persistido, inclusive transformado, después de la caída del sistema de partido hegemónico. Aquí se encuentra, en mi opinión, el aspecto central de los bloqueos a la transición democrática e incluso los gérmenes de una restauración autoritaria.
La sombra del caudillo. Al ver el panorama difícil y a veces desolador no deja de volverme a hechizar dos reflexiones de Axkaná el consejero aúlico del General Aguirre de la gran novela de Martín Luis Guzmán. Dice Axhaná sobre la clase política: “Vivían o podían vivir como príncipes... pero les hacía falta lo otro: la inmersión, acre y brusca, en el placer de lo inmundo”. Y luego sobre las clases ricas: “Fíjate en la sonrisa de las gentes decentes. Les falta a tal punto el sentido de la ciudadanía, que ni siquiera descubren que es culpa suya... lo que hace que la política mexicana sea lo que es”.