Christian Rea Tizcareño Hablar puede detener
la violencia, así sea por un minuto. Dentro de
las actividades en torno al Día Internacional
para la Eliminación de la Violencia contra
las Mujeres, el Gobierno del Distrito Federal
realizó, el 9 de diciembre pasado, un evento
titulado “Un minuto contra la violencia y vida
por la equidad”. En ella hablaron los hombres:
políticos, activistas, líderes sociales,
artistas, figuras públicas. Todos durante un
minuto. Pero también participaron algunos
hombres violentos que ahora participan en
grupos de apoyo, en alguna de las Unidades
de Atención y Prevención de la Violencia
Familiar (UAPVIF), y que dieron su testimonio
de vida.
Juan Manuel es uno de esos hombres.
Entrevistado por Letra S, cuenta como la violencia
se volvió algo cotidiano, hasta que logró
romper el círculo, despertar, luego de que su
pareja, después de 26 años de violencia física y
mental, interpuso una demanda por maltrato
psicológico. La UAPVIF de Cuajimalpa envió a
Juan Manuel al Grupo de Hombres, en donde
recibió terapia.
“A los 44 años aprendí la lección, cabrón.
Ese día desperté. Venía agresivo. Pensé que
era una broma. Me burlaba de los psico-locos.
Mi idea era que donde yo encontrara a mi
mujer, la iba a matar con quién viniera. Estaba
desecho. Me sentía ahogado. Quería gritar. No
asimilaba mi cobardía.
“Para mí, golpearla era algo normal. Nunca
pensé que obligarla a tener relaciones sexuales
conmigo fuera violarla. Nunca tuve un detalle,
creí que eran cursilerías. La maté, le di en la
madre. La hice a mi manera. Cuando salió
embarazada, le dije: ‘¿querías un cabrón?, ya
lo tienes. Ahora qué estás chingando’. No sé
cómo me aguanto tanto. No me di cuenta
hasta que llegue aquí. Me sentí muy ruin de
haberle hecho tanto daño. Me di miedo a mí
mismo. Aprendí a llorar.
“En el Grupo de Hombres se me brindó
la oportunidad. Agradezco a Erika Saldaña,
la psicóloga, por haberme escuchado, a mis
compañeros por haber compartido sus testimonios.
Sin ellos, hubiera hecho una pendejada.
Estaba listo para morirme, para hacer
más daño. No me importaba nada. No sabía
qué hacer. No dormía. Hoy se me han abierto
los ojos. Estoy aprendiendo a ser otra persona,
a respetarme. Voy a dar lo mejor de mi a
los que me rodean. Me siento en paz, no sabía
qué era eso.
“Yo sí sé lo que es el hambre. No tuve
buena infancia, ni nada de eso. Tenía seis
años cuando mi papá dejó a mi mamá. Mis
tíos fueron los que más me agredieron. Me
salí de mi casa a los 13 años. Cuando estaba
en el reclu, mi madre me decía ‘por qué
volviste a caer en esto’, y yo le contestaba
‘sabes qué, a ustedes no los conozco, mi
familia es la calle’.
“El machismo es cobardía disfrazada. Me
hubiera gustado ser hombre como pareja,
escucharla, atenderla, ser responsable, ser el
mejor de los esposos, no ser posesivo y celoso.
Quisiera compensarla, pero creo que con no
molestarla la voy hacer feliz por primera vez”.
“Ahora que estoy solo, sí puedo decir que
me amo como persona. Estoy aprendiendo a
vivir. A mi pareja le agradezco el paso que dio
y le pido perdón.
“Tengo tres hijas y dos nietas, y no me
gustaría que las tocaran ni de broma, ni de
pensamiento. Yo les sugiero a las mujeres que
al primer signo de violencia, que se hagan a
un lado”. |