Las lágrimas de Clinton, arma secreta de su repunte luego de la derrota en Iowa
Tras primaria en Nueva Hampshire, no hay definición entre demócratas y republicanos
Trabajadores culinarios, el gremio más importante de Nevada, dan su respaldo a Obama
La resurrección política de John McCain complica la vida al conservador Mike Muckabee
Ampliar la imagen El demócrata Barack Obama y el republicano John McCain ponen en jaque a los favoritos de sus respectivos partidos políticos Foto: Reuters
Nueva York, 9 de enero. Después de los primeros dos concursos, debates, foros e incesantes actos de campaña y decenas de millones de dólares invertidos en publicidad y promoción del voto, nada está definido entre los principales contendientes de los dos partidos nacionales. Sin jaque y menos mate, se realizará un intenso juego en las próximas cuatro semanas sobre el tablero electoral.
Del lado demócrata, lo más notable continúa siendo el fenómeno Barack Obama y el reto inesperado que representa a quien hace no tanto tiempo se consideraba la todo menos coronada candidata Hillary Clinton. A pesar de su triunfo sobre Obama por unos tres puntos la noche del martes en las elecciones primarias de Nueva Hampshire, Clinton enfrenta un mapa político que se ha convertido en poco predecible.
Cabe recordar que en noviembre, gozaba de un margen de más de 20 puntos sobre Obama en ese estado según las encuestas. Aún más preocupante, durante meses contaba con ese tipo de margen a escala nacional, pero se ha esfumado. Una encuesta reciente de USA Today/Gallup registró un virtual empate nacional entre Clinton y Obama. Sin embargo, su triunfo en Nueva Hampshire confirmó que los rumores de su muerte política eran prematuros.
Del lado republicano, las cosas están igual de indefinidas, particularmente con la resurección de la campaña de John McCain, que ganó en Nueva Hampshire. Eso implicó la segunda derrota de Mitt Romney, el ex gobernador de Massachussets y el más rico de todos los candidatos. Aunque el ganador de Iowa, Mike Huckabee, quedó anoche en uno de los últimos lugares, las encuestas continúan demostrando en algunos casos que ha superado a Romney en las preferencias republicanas a escala nacional.
A la vez, Rudolph Giuliani y Romney ahora están apostando casi todo a las próximas elecciones, particularmente en los estados más grandes, donde creen que su ventaja en fondos y presencia podrían rescatar sus hasta ahora golpeadas esperanzas.
La economía, la guerra en Irak, y particularmente entre los republicanos el asunto de la migración, son considerados como los temas prioritarios por el electorado. Sin embargo, a veces parece hasta más importante el factor de las personalidades –la imagen, el comportamiento y las formas– que los contenidos que ofrecen los ahora 13 precandidatos de ambos partidos (seis demócratas y siete republicanos).
En la búsqueda de razones del triunfo de Clinton anoche, después de que las encuestas y los expertos, e incluso su propio equipo, habían pronosticado una derrota decisiva, analistas y periodistas parecen coincidir que hubo una arma secreta: lágrimas.
Todo ocurrió el lunes, un día antes de la elección, cuando una mujer le preguntó cómo estaba aguantando la carga de la campaña. Clinton pareció al borde de las lágrimas, y respondió que era difícil. Esa imagen apareció de manera repetida en la televisión toda esa noche y en las portadas de los periódicos al día siguiente, lo que generó un torrente de interpretaciones: si había sido un error, si por fin estaba mostrando su “lado humano” y más. No pocos opinan que fue premeditado, y que era puro teatro.
Por ahora, nadie sabe si fue expresión humana o táctica electoral, pero aparentemente funcionó, sobre todo entre las mujeres cuyo voto fue el clave para su triunfo. De ahora en adelante se espera una nueva imagen de Clinton, junto con otro tono en su discurso, y abrazos más efusivos.
Al parecer, Clinton empezó escuchar las criticas de sus aliados. Uno de los estrategas electorales más reconocidos del Partido Demócrata, Robert Shrum, escribió que tal vez el mayor error fue presentar a Hillary como si estuviera buscando su relección, y no como representante del cambio que tanto se desea. “Hillary parece estar presentando un argumento sobre quien es ella, y no sobre el futuro o los votantes. No extraña que esté perdiendo ante un joven senador que se presenta como el líder de una revolución en nuestra política”, afirmó en un artículo publicado el pasado lunes en el New York Daily News.
Desde su discurso de triunfo anoche, ya se notaba el ajuste en su estrategia. “He encontrado mi voz”, declaró, y ahora su mensaje era menos sobre ella y lo que piensa y más sobre un esfuerzo político común por el “cambio”. Incluso cambió el escenario: en el discurso al reconocer su derrota en Iowa, estaba rodeada de la vieja guardia de su círculo político, incluyendo a la ex secretaria de Estado de su marido, Madeleine Albright, y el ex jefe del partido Terry McAuliffe. Anoche, sus asistentes colocaron a jóvenes y niños y unos cuantos de la tercera edad, con Bill Clinton y la hija de ambos, y otras figuras conocidas a un lado.
Pero Obama sigue generando expectativa: muchos comparan su carisma y su mensaje de “esperanza” y “unidad” por un futuro “diferente” a la era de los Kennedy.
Con su lema de “Yes, we can”, o sea algo como “Sí se puede” (tal vez tomado prestado y traducido del español de la famosa consigna de César Chávez y sus jornaleros, aunque hasta el momento nadie le ha dado crédito o se ha dado cuenta), Obama declaró a sus seguidores: “siempre recuerden que no importa qué obstáculos estén en el camino; nada puede obstaculizar el poder de millones de voces llamando por un cambio”.
Las respuesta de jóvenes, de votantes no afiliados y de quienes no suelen votar ha sido extraordinaria. Más aún, ha logrado dividir la lealtad de bases del partido que antes estaban inclinadas hacia Hillary Clinton, como los sindicatos (el más importante de Nevada, de la rama de trabajadores culinarios, dio este miércoles su respaldo oficial a Obama, por ejemplo).
John Edwards y Bill Richardson también continúan en la pugna entre los demócratas, y podrían sorprender (sobre todo Edwards) con algunos triunfos en estados al sur y en el suroeste del país.
De las contiendas estatales que siguen (Michigan es la próxima el 15 de enero con sólo republicanos, Nevada el 19), tal vez la más importante para todos será la de Carolina del Sur (los republicanos celebrarán las suyas el 19 de enero; los demócratas el 26 de ese mes). Cincuenta por ciento del electorado demócrata en ese estado es afroamericano, y hasta hace poco Clinton contaba con ventaja, junto con las mujeres, pero ahora Obama compite ferozmente por ese voto, junto con el de los jóvenes y los que no suelen votar. A la vez, es el estado natal de Edwards, y aunque ha estado en tercer lugar en las encuestas, ha dedicado tiempo y recursos a esa competencia.
Para los republicanos, Carolina del Sur también complica su panorama, ya que 60 por ciento de su electorado ahí se identifica como “evangélico”, y Huckabee –ex reverendo bautista de Arkansas y favorito de las bases cristianas conservadoras (le dieron el triunfo en Iowa)– goza de ventaja.
Con el tablero sin claro ganador aún, todos llegarán al supermartes del 5 de febrero, cuando 22 estados realizan sus primarias, incluyendo los megaestados de California, Nueva York e Illinois, entre otros, y cuando están en juego 40 por ciento de los delegados que finalmente deciden el candidato presidencial en sus convenciones nacionales.