La orquesta del Reich muestra el uso propagandístico que se le dio a la formación musical
Documental explora el pasado nazi de la Filarmónica de Berlín
El filme cuenta con testimonios de dos músicos sobrevivientes de esa época
La vida en el grupo era “una campana de cristal”, los intérpretes aprovecharon su situación, afirman
Ampliar la imagen Wilhelm Furtwängler durante un ensayo de la Orquesta Filarmónica de Berlín; al fondo se ve el escudo nazi Foto: Fotograma del documental La orquesta del Reich
Berlín. Se ven imágenes de ciudades como Rotterdam, devastadas por los bombardeos nazis mientras se escucha la melancólica Suite en Re Mayor, de Bach. El dramatismo de Beethoven ilustra acústicamente el estruendo de luces al paso de los bombarderos mientras lanzan su carga mortal. Son escenas que ejemplifican la convivencia que hubo entre el arte y la barbarie, que aborda el documental La orquesta del Reich (Das Reichsorchester), del cineasta germano-español Enrique Sánchez Lansch (Gijón, 1963), que fue estrenada hace unos días en los cines alemanes.
La Filarmónica de Berlín, bandera de Alemania como nación de cultura, estuvo al servicio del Tercer Reich cuando el incendiario Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, convirtió a sus músicos en serviles asalariados del régimen, que tocaban durante los congresos del partido, los cumpleaños del dictador y los Juegos Olímpicos de 1936.
De la mano de los dos únicos miembros de la orquesta que tocaron en aquella época y que siguen con vida, el primer violín Johannes Bastiaan, de 96 años, y el contrabajista Erich Hartmann de 87, el viaje al Tercer Reich es difícil como su caminar. “Después de 1945 es como si se hubiese corrido una cortina sobre el pasado. Había poca documentación y cada año menos músicos sobrevivientes y posibles testigos, así que hemos hecho este documental en el último minuto”, afirma Sánchez Lansch en entrevista con La Jornada.
En el año que celebra su 125 aniversario, la Filarmónica de Berlín, con la conducción del británico Simon Rattle, es aclamada como la mejor orquesta del mundo, pero en 1933 estaba al borde de la quiebra cuando el nazismo ascendió al poder. Prácticamente no hubo protesta alguna a supeditar la autonomía de la renombrada formación al Estado nazi, que en su locura racial, buscó imponer un sonido alemán en la orquesta, evitando toda influencia judía. Mendelssohn fue retirado del repertorio y los músicos judíos fueron expulsados o voluntariamente emigraron a Estados Unidos. “Nadie podía entender que por razones ajenas a la música alguien tuviera que dejar la institución, cuando pertenecer a ella era el punto culminante de una carrera musical”, recuerda Bastiaan.
La cinta es un mosaico de testimonios mezclados con filmaciones de la época. Se ve al director Wilhelm Furtwängler, quien llevó a la orquesta a la cúspide musical, convirtiéndola en el emblema nacional que los nazis instrumentaron. “Defendía a sus músicos porque los consideraba buenos y no porque fueran judíos o perseguidos, al mismo tiempo protegió a mucha gente, era apolítico y protestaba contra la propaganda nazi no participando en los viajes, que hacían otros directores más cercanos al régimen, como Hans Knappertsbusch o Karl Böhm”, afirma Sánchez Lansch.
“Campana de cristal”
La vida en la orquesta transcurría como bajo una “campana de cristal”. Sus miembros tenían privilegios. De los numerosos viajes de propaganda al extranjero en plena guerra los músicos volvían con sacos de café y tabaco que después podían cambiar por víveres, según se desprende de los testimonios de los hijos de algunos miembros de la orquesta. Los 12 años bajo el régimen nazi muestran la convivencia entre ignorancia, conformismo, escapismo y complicidad. Con excepción de una docena de músicos nazis que ingresaron a la orquesta y después de 1945 fueron expulsados, como el viola Wolfram Kleber, la mayoría de sus miembros eran apolíticos, pero sí cooperaron con el sistema y se escondieron en el colectivo para no tener que asumir una responsabilidad individual.
Bastiaan recuerda cuando recibió del gobierno un valioso violín en préstamo, ni por la cabeza le pasó que podía haber pertenecido a un músico judío. Poco antes de la capitulación alemana, cuando en las calles ya no se veían a hombres jóvenes, el violinista se sentía avergonzado al subir con su instrumento a un autobús. “Los hijos de los pasajeros estaban probablemente en el frente y nosotros andábamos bien vestidos, como si nada.
“Cuando la orquesta hizo su primera gira a Estados Unidos, en 1955, hubo muchas manifestaciones antes de la llegada, pero el éxito musical de los conciertos fue tan arrollador que las protestas se desvanecieron”, relata Sánchez Lansch. El documental es un microcosmos que reúne las distintas posturas y biografías individuales. “Los miembros judíos, los que se consideraban como semijudíos, los que políticamente eran opuestos a los nazis, los que tenían una actitud apolítica y hasta los que fueron miembros del partido y nazis muy activos”, afirma.
Aunque era sabido que el régimen financió y utilizó a la orquesta, nunca había sido estudiado el tema a profundidad. Además de la película de Sánchez Lansch, el historiador canadiense Mischa Aster publicó un libro sobre el oscuro capítulo de la sinfónica en agosto pasado. Aster, quien fue asesor durante la realización de la cinta, explica la tardía publicación debido a que durante la era de Herbert von Karajan el tema se convirtió en tabú, pues el legendario director había sido miembro del partido nazi.