Por Carmen y por nosotros
Pensé y comenté la idea de titular este artículo así: ¡Por qué no te callas, Carmen! Pero la referencia con el personaje Hugo Chávez es del todo inaceptable. Sin embargo, hay muchas cosas en común entre el comportamiento de Juan Carlos de Borbón en la cumbre Iberoamericana de Chile al tratar de callar los parloteos –bastante sustentados, por otro lado, pero desagradablemente presentados– de Chávez, y la determinación del grupo español Prisa para no dar continuidad al contrato de Carmen Aristegui en la W Radio.
En ambos casos se manifiesta claramente la renovada intención hegemonista de los representantes del Estado español sobre América Latina, que ya algunos califican como francamente neocolonialista. No importa si al país lo gobierna el Partido Popular o el Socialista y su coalición, en cualquier caso se representan los intereses del gran capital hispano. Controlan algo así como 40 por ciento de la actividad bancaria mexicana y pretenden sin lugar a dudas apropiarse de parte de la generación de energía eléctrica, del petróleo y hasta del agua; por eso fue Rodríguez Zapatero uno de los primeros en reconocer a Calderón como presidente, antes aun que el tribunal electoral de nuestro país. López Obrador manifestaba una oposición al desarrollo de sus propósitos económicos. Su rey Juan Carlos de Borbón es el jefe del Estado español, seguramente “por la gracia de Dios” porque nadie ha votado nunca por él ni tal cosa se plantea, y cualquier manifestación en su contra recibe las protestas más airadas de los grandes partidos. (Y recordando una de Sabina: “es que tiene gracia, ¿esto es democracia?”)
El despliegue de los españoles por medio del grupo de comunicación Prisa en América Latina es consistente en años recientes. Este consorcio, dueño del diario El País (en su momento ariete de la transición democrática en esa nación), de la Editorial Santillana, de varias estaciones de radio y televisión en España, incursionó hace algunos años comprando estaciones de radio en Colombia, Chile, Panamá, Argentina, Miami y otros países de este lado del mundo y se ostentan como “la mayor red de radio panamericana”. En México adquirió un cadáver llamado Televisa Radio, la célebre W, que ya nadie escuchaba, y la W FM. Actualmente cuenta con 71 estaciones. Lo hizo mediante un convenio anómalo al menos por dos conceptos: primero, porque se trata de una división de acciones de 50 por ciento exactamente entre Televisa y Prisa; y lo segundo, aún peor, que no se trata de la incorporación de “capital pasivo”, esto es, sin que tenga el control de la empresa, sino, precisamente, todo lo contrario: son ellos los que dirigen Televisa Radio. Sin empacho, los funcionarios españoles entregan tarjetas de presentación ostentándose como directivos de la firma.
Es verdad que este hecho impidió que Televisa echara desde hace casi dos años a Carmen de la estación, precisamente porque el convenio establece que son los súbditos del señor Borbón quienes deciden tal cosa. Pero el comportamiento reciente en contra de Aristegui, que es en contra de la única voz en la radio de alcance más o menos nacional que se mantuvo en una invariable línea de pluralidad y crítica consecuente frente a los graves acontecimientos que han ocurrido en México, obliga hoy a exigir una explicación de este hecho y a realizar las movilizaciones necesarias para expresar nuestro descontento.
Se han manifestado miles de personas contra la decisión de sacar a Carmen de la radio. Se ve también que algunos pocos lo están celebrando, Televisa en primer lugar, porque el ejemplo de libertad, independencia, profundidad y consecuencia de la comunicadora es inadmisible para los propietarios que exigen uniformidad y sometimiento sin cortapisas a sus empleados.
También lo están celebrando algunos comunicadores y comunicadoras, supuestamente “colegas”, para quienes la competencia y la comparación con lo que podría llamarse el “ejemplo Aristegui” les producía un escozor insoportable. Algunas se frotan las manos con la ilusión de ocupar su lugar.
En comentarios hechos públicos se dice que quien más pierde es Televisa Radio. Es verdad, y si hay inteligencia en algún propietario de medios ya estará buscando a Carmen para incorporarla a su empresa, con la garantía de que la mejor comunicadora de medios electrónicos en el país le dará todos los dividendos que hoy pierden estos nuevos comerciantes ultramarinos.
Sin embargo, de ninguna manera debemos perder de vista el hecho de que este grupo español está imponiendo su “nuevo proyecto editorial” aplicable a sus dominios, en los que seguramente no quieren que se ponga el sol, por encima de los intereses de la mayoría de los mexicanos. Merecen una respuesta.