Recuperación de una herencia antigua
El laberinto simbólico de danzas y músicas
Durante el Encuentro de Rituales de Muertos, en la explanada del estacionamiento de Tamtoc cupieron todos, con sus danzas y músicas que guían a las ánimas en el inframundo para que no se extravíen.
Los grupos teenek bailaron danzas como la del Rey colorado o de la Malinche, al ritmo de jaranas, violines y guitarrones. Algunos hombres portaban sonajas y coronas de cartón, y las mujeres llevaban sus trajes tradicionales y tocado de estambre.
Una escultura de Santa Cecilia con arpa también iba ataviada con un huipil. Ella tiene, según el dirigente indígena Flavio Martínez, un antecedente en una deidad prehispánica femenina.
Los nahuas de la Huasteca ejecutaron danzas como la del Maíz y la de Cuanegros. Un trío de músicos llevó pequeños instrumentos de cuerda poco conocidos, como un pequeño violín llamado ravelito, una especie de minijarana conocida como cartonal y un arpa pequeña de 21 cuerdas.
Más allá, los mazatecos de San José Independencia, de Tuxtepec, Oaxaca, interpretaron varias danzas rítmicas llamadas Toxo’o, que incluyen diversos sones ejecutados con guitarras, tambor, un cuerno percutido y otros instrumentos.
Con tenabaris en las pantorrillas, los chichimecas jonaz de una comunidad de San Luis de la Paz, Guanajuato, bailaron sus danzas guerreras y escenificaciones de combates al ritmo de percusiones como el teponaztli. Ellos se encuentran en un proceso de investigación y reinvención de su historia e identidad, extraviadas en parte durante el asedio colonizador.
Mientras, los danzantes mazahuas de una comunidad de Zitácuaro, Michoacán, lucieron sus fastuosos trajes y penachos y bailaron al ritmo de sus mandolinas y otros instrumentos.
Y los totonacos de El Cedral, de Papantla, Veracruz, llevaron a Tamtoc el carnaval que para ellos es, en parte, la celebración de muertos, pues los ejecutante de danzas como la de Huehues se disfrazaron de personajes diversos, como un diputado, un obrero, una enfermera, un caporal o una prostituta.
Entre ellos destacaba un extraño personaje envuelto en cobertores, amarrado con cuerdas y con dos cabezas: una arriba y otra abajo. Una especie de feto producto de, explicaron, una mujer infiel y que, a la vez, representa la lucha entre el bien y el mal.