Usted está aquí: sábado 5 de enero de 2008 Cultura Tamtoc se abre para los pueblos indígenas y sienta un precedente

Recuperación de una herencia antigua

Se paga una deuda con la festividad de Días de Muertos, declarada patrimonio mundial en 2003

Tamtoc se abre para los pueblos indígenas y sienta un precedente

Encuentro de música, danzas y rituales en la antigua ciudad

Queremos recuperar los espacios sagrados que nos habían arrebatado, afirman dirigentes de seis grupos autóctonos del país

El consejo de ancianos de la Huasteca organizó el intercambio multicultural

Arturo Jiménez (Enviado)

Ampliar la imagen Mazatecos de Oaxaca danzan a la entrada de la antigua ciudad de Tamtoc Mazatecos de Oaxaca danzan a la entrada de la antigua ciudad de Tamtoc Foto: Arturo Jiménez

Ampliar la imagen Integrante del grupo de danzas guerreras de los chichimecas jonaz Integrante del grupo de danzas guerreras de los chichimecas jonaz Foto: Arturo Jiménez

Ampliar la imagen Una familia de mujeres teenek durante el encuentro de rituales indígenas de muertos Una familia de mujeres teenek durante el encuentro de rituales indígenas de muertos Foto: Arturo Jiménez

Zona arqueológica de Tamtoc, SLP. Al final de 2007 se dio un hecho inusitado entre las autoridades mexicanas y los pueblos indígenas del país. Por primera vez un sitio arqueológico se abrió para los herederos directos de ese patrimonio cultural, en un acontecimiento que los mismos indígenas consideraron como el comienzo de “la recuperación de los espacios sagrados que nos habían quitado”.

Ante los vestigios de esta antigua gran ciudad de la Huasteca, región donde los indígenas contemporáneos aún rigen sus rituales por los calendarios mesoamericanos, los espíritus hicieron acto de presencia por última vez en el año 2007 para comer, danzar y departir con los vivos.

En la despedida a los muertos, el 28 y 29 de noviembre pasado, no sólo participaron músicos y danzantes teenek y nahuas de esta riquísima región cultural, sino también mazatecos de Oaxaca, mazahuas de Michoacán, totonacos de Veracruz y chichimecas jonaz de Guanajuato. Más de 300 en total, todos diferentes y parecidos a la vez, frutos de una misma raíz.

La organización de este encuentro intercultural surgió de una deuda del Estado mexicano con las festividades de los Días de Muertos del país, pues aunque desde 2003 esta celebración fue declarada por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como “obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad”, no se había realizado ninguna acción oficial de relevancia, pese a que la celebran 41 grupos indígenas de 20 entidades federativas.

La indiferencia oficial hacia esta designación –buscada por las propias autoridades culturales por medio de un amplio expediente, entre ellas el INAH– contrasta con la campaña que se desplegó durante la gestión de Sari Bermúdez en favor del patrimonio gastronómico mexicano, cuya carpeta finalmente fue rechazada por la UNESCO.

El mérito de auspiciar ahora esta celebración, llamada Encuentro de rituales, procesión de espíritus. La festividad indígena dedicada a los muertos, fue de la Dirección General de Culturas Populares, secundada por las autoridades culturales de San Luis Potosí. Destacó, sin embargo, la indiferencia de la UNESCO-México, cuyo representante, Ciro Caravallo, no llegó a Tamtoc según lo acordado.

Pero fue la organización comunitaria del Consejo de Ancianos Indígenas de la Cultura Huasteca (CAICH), encabezada por el líder cultural teenek Flavio Martínez, la que tuvo a su cargo la realización del encuentro de rituales.

El CAICH, comenta don Flavio, comenzó a organizarse desde 1985, abarca 16 municipios de la Huasteca potosina, 220 comunidades y tiene 16 mil 800 agremiados, entre ellos grupos de danza, médicos tradicionales, artesanos y autoridades tradicionales.

La organización la encabezan 82 ancianos y está integrada por cuatro grupos: el consejo mayor, el de mujeres, el de jóvenes y el encargado de la administración. El objetivo principal, dice, es “no perder nuestra identidad”. Y la demanda más importante para el resto de la sociedad no indígena es el “respeto a nuestra cultura, pues se trata de una cultura viva”.

Originario de la comunidad de Chununtzén 1, municipio de Huehuetlán, donde es la sede del CAICH, don Flavio se muestra tranquilo pese a la gran cantidad de trabajo ante el encuentro de rituales.

Se le pregunta cómo coordinó a los grupos mazatecos, totonacos, mazahuas y chichimecas jonaz que llegaron de otros estados del país. Ellos, responde, también vienen organizados y sus modos tradicionales son parecidos a los de los teenek, nahuas y pames de la Huasteca.

Xantolo y Coythomtalab

Las últimas ofrendas y danzas, la despedida y el despojamiento de las máscaras –que en varias comunidades huastecas se realiza con la asistencia de chamanes y aguardiente para limpiar cualquier vestigio de la muerte en esos días en que se le ha provocado y convivido con ella– son algunos de los últimos momentos del amplio ritual del Xantolo o Días de Muertos en la Huasteca.

Este famoso Xantolo (voz nahuatlizada que viene del latín Sanctorum: Todosantos) es llamado Mijkailuitl en náhuatl o Fiesta de Muertos. Mientras que en teenek se denomina Coythomtalab, que en realidad se refiere a la Fiesta del Maíz, a su cosecha, al fin del ciclo agrícola.

Dicha festividad huasteca de los vivos para los muertos comienza desde junio, con la siembra de la semilla de la flor de cempasúchil, sigue con ofrendas pequeñas que anuncian la proximidad de los espíritus, provenientes de la orilla de la Eternidad, tiene su clímax el 31 de octubre y el primero y 2 de noviembre, continúa con el novenario de las ánimas y concluye el 29 y 30 de noviembre, con la despedida final (La Jornada/3 de noviembre/2007).

Así, el pasado 28 y 29 de noviembre y de acuerdo con las fechas del Xantolo, en la antigua ciudad sagrada de Tamtoc los teenek y nahuas de la Huasteca fueron los anfitriones de sus hermanos indígenas de otras regiones del país para compartir sus culturas y, juntos, despedir a los muertos. Con ello culmina el antiguo calendario ritual y concluye el ciclo agrícola.

En un campamento instalado en el amplio estacionamiento de la zona arqueológica, el martes 27 don Flavio Martínez y sus colaboradores coordinaron los últimos detalles para traer leña, agua potable en tinacos, preparar café, comida, tamales pequeños y zacahuil, un tamal gigante de masa menos consistente, hecho de pollo y cerdo.

Se pusieron varias lonas, mesas y sillas, y se apilaron decenas de petates y cobijas, pues todos velarían a los muertos la noche del miércoles 28 al jueves 29.

Durante el medio día del miércoles 28 cada grupo indígena construyó su altar y puso sus ofrendas de frutas, tamales, copal, flores. Los teenek colocaron una gigantesca manta bordada con el símbolo de una estrella con los cuatro puntos cardinales.

A esos rumbos del universo hacen referencia muchas de las culturas antiguas de México. Por ejemplo, los mazahuas de una comunidad de Zitácuaro confeccionaron en su altar una rosa con cuatro direcciones, más una base que representa el inframundo. Cada grupo también danzó y tocó su música, en un mosaico de sonidos, coreografías, colores y rituales.

Por la tarde se realizó una procesión común al interior de la antigua ciudad, que se detuvo unos minutos ante el monumental Monolito 32, al parecer un calendario lunar relacionado con los ciclos agrícolas y la fertilidad. Ante esa pieza fundamental de Tamtoc, hallada en 2005, los indígenas hicieron una ofrenda de velas, flores y copal.

El permiso para que los indígenas pudieran ingresar a la zona arqueológica fue aprobado por el INAH apenas unos días antes del encuentro de rituales, pero el director del sitio, el arqueólogo Guillermo Ahuja, colaboró plenamente con ellos y se ganó el reconocimiento general.

Comunidad, comunión

Por la tarde y las primeras horas de la noche del miércoles, las danzas y las músicas continuaron en el estacionamiento de manera compartida y también por separado. Ya se habían colocado unas bocinas, micrófonos y algunos focos alimentados por dos plantas de luz.

Los indígenas velaron toda la noche y, en un momento dado, uno de los de mayor integración entre ellos, invitados y anfitriones bailaron las danzas teenek y nahuas. El concepto de encuentro fue trascendido y se dio paso al de comunión.

Durante la mañana del jueves las danzas y las músicas continuaron, ante los micrófonos y lejos de ellos. Por la tarde se hizo una segunda procesión, pero ahora ante el panteón prehispánico dentro de la gran ciudad sagrada de Tamtoc. Ningún incidente ni una sola piedra movida. Después, todos los grupos comenzaron el retorno a sus comunidades de origen.

De nueva cuenta, la festividad de muertos en México se mostró más viva que nunca y las autoridades culturales parecen comenzar a pagar esa deuda, pese a la ausencia de altos funcionarios del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, del gobierno del estado de San Luis Potosí y de la propia UNESCO.

En una ceremonia formal de despedida y de entrega de reconocimientos a los participantes, conducida por la etnomusicóloga Aurora Oliva, el poeta mazateco y lingüista Juan Gregorio dijo que fue un acierto dejar la parte final de la organización del encuentro al Consejo de Ancianos Indígenas de la Cultura Huasteca.

Con ello, agregó, se abre una nueva forma de trabajo con las comunidades, a las que pidió que sigan haciendo suyo tanto el reconocimiento mundial de la UNESCO como las antiguas ciudades sagradas del país. Después de Tamtoc, dijo, se deben abrir más espacios sagrados para los pueblos indígenas.

El poeta coincidió con el músico Fernando Carrillo, representante de la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, en el sentido de que la propia declaración de la UNESCO es un compromiso de todas las autoridades para apoyar y difundir la festividad de los Días de Muertos en México.

El arqueólogo Guillermo Ahuja dijo que con el encuentro se pudo lograr la integración del “patrimonio tangible” de los vestigios arqueológicos con el “patrimonio intangible” de los rituales de muertos.

Y don Flavio Martínez resumió: “Nos han abierto un espacio que nos habían quitado, y hoy de nuevo lo sentimos nuestro”.

La intención de todos, incluidas las autoridades culturales, es realizar el Encuentro de Rituales de Muertos cada año, quizá en El Tajín, Veracruz; en Teotihuacán, estado de México; en Palenque, Chiapas, o en Chichén Itzá, Yucatán. Ya se verá.

 
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