Isocronías
Reincidencias
Sólo porque lo dices te lo creo,
            
            pero pienso más bien que estás mintiendo,
            
            que la alegría que exhibes, que estoy viendo,
            
            muy menos que jardín es mausoleo.
Un poquitito más y ya te envidio,
            
            dicho mejor, quizás te envidiaría
            
            de ser verdad, tan fresca, tu alegría,
            
            intuida, mal que bien, más bien suicidio.
Y sí, quisiera ser eso que eres,
            
            o que presumes ser mientras te mueres,
            
            pues no supiste serlo y ahora es tarde.
Sigue fingiendo, síguele, cobarde,
            
            sigue haciéndole guiños al espejo.
            
            ¿Me quieres ver la cara? N’ombre, viejo…
***
Era una flauta y era, bien pensado,
            
            aliento saturado de sentido,
            
            era en el aire un aire que perdido
            
            consigo mismo daba entusiasmado.
Era como un callar acomedido
            
            vuelto soplo de luz no calculado.
            
            Hálito, se dejaba, descuidado,
            
            oír como cualquier otro sonido.
Llevaba en sí no obstante, algo derruido,
            
            algo de ruido otrora mal llorado
            
            y ora mejor que nunca arrepentido.
Era un respiro quieto, bien timbrado,
            
            goce cual de vivir en esta vida
            
            otra del todo aún inmerecida.
***
En un silencio a pájaros comprende
            
            que el aliento se le abre a la estatura
            
            de la luz esperada y la dulzura
            
            que le toca qué estrépitos suspende
Rosas abre el rosal que el alba enciende
            
            y una brisa de fresca sabrosura
            
            retira de su gesto la amargura
            
            en que andaba y su voz del todo entiende
Raíz firme penetra tallo sube
            
            sabe su savia el brillo de la nube
            
            Reencontrado el camino en el que iba
hace ya tantos años le cautiva
            
            el jardín en que casi de repente
            
            despierta acaso o sueña llanamente
***
No embellezcas el mundo, que ya es bello,
            
            ni tampoco lo afees, que ya es feo,
            
            él solito se basta, a lo que veo,
            
            a darse gusto o bien a darse cuello.
Mas no requiere, es obvio, de tu sello,
            
            cuando hasta Dios con él se finge ateo;
            
            tú relájate, amigo Prometeo,
            
            no te quite este asunto algún resuello.
Pero ahí vas, como siempre, hacia el soneto,
            
            rumbo al fuego robar, hígado tienes,
            
            y buitres hay, hermano algo paleto.
Ahí vas, entre cajeta y, son tus genes,
            
            ciertamente contento de tan zafio
            
            rubricar nuevamente tu epitafio.