El paraíso de la entusiasta carnalidad
La muestra no hace distingos entre las manifestaciones de devoción espiritual y la pasión erótica
Exposición en el Museo Soumaya que rinde tributo a la locura del amor
El recinto presenta su nueva adquisición, Paolo y Francesca, de Auguste-Dominique Ingres
Más de 180 obras que van de la concupiscencia al éxtasis místico componen la exhibición
Ampliar la imagen La exposición El amor hasta la locura: arrebatos eróticos y místicos, reúne más de 180 obras de autores como Rodin, Renoir y Chagall. En la imagen, Mujer bañándose, de Edgar Degas c. 1906 Foto: Cortesía Museo Soumaya
Ampliar la imagen El Museo Soumaya muestra por primera vez su más reciente adquisición Paolo y Francesca (c. 1856-1860) de Jean- Auguste-Dominique Ingres Foto: Cortesía Museo Soumaya
Ampliar la imagen La exposición presenta obras en las que se ejemplifica el amor espiritual y la pasión carnal. En la imagen de arriba La Magdalena arrepentida (mediados del siglo XVII), de Francesco Nuvolone; abajo, Desnudo extendido (1923), de Henri Lebasque Foto: Cortesía Museo Soumaya
Ni bestias ni ángeles. Cuando la locura del amor inunda al ser humano, éste se transforma tan sólo en un ser arrobado por la belleza del ser amado, cualquiera que sea.
Con tal premisa, se presenta una exposición en el Museo Soumaya que, dicen los organizadores, escandalizará a algunas personas, pues no hace distingos entre el amor erótico y el místico, a los que consideran “dos puntos de vista acerca del mismo misterio, miradas desde el cielo y desde la tierra”.
El amor hasta la locura: arrebatos eróticos y místicos incluye más de 180 obras emblemáticas tanto de la concupiscencia como del éxtasis religioso, las fábulas de Eros, el Génesis o las tradiciones casamenteras en México.
Un espléndido cuadro de Adán y Eva, realizado por Lucas Cranach El Viejo (1472-1553), da la bienvenida al visitante, quien formará parte del diálogo entre “el arte que busca un alma y una religión que pide un lenguaje para alcanzar a los hombres”.
En esa misma sala, llamada El jardín de las delicias, se descubren desnudos, una y otra vez, otras evas y adanes, por ejemplo, la pareja plasmada por el pincel de Juan Soriano en 1953. Todas hacen eco de las palabras del poeta Jaime Sabines: “¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie”.
Luego viene el espacio titulado Amor amoroso de las parejas dispares, en el cual, parafraseando a Ramón López Velarde, “la pasión terrenal es reflejo de la gloria celestial”, la frontera entre erotismo y mística se aprecian ante los rostros enamorados de Auguste Rodin y Camille Claudel, retratados el uno por el pincel del otro.
Aquí se ubican también las cartas que Porfirio Díaz envió a Delfina Ortega, su primera esposa, para pedirle matrimonio: “En la balanza de mi corazón no tienes rival (...) no hay razón para que yo permanezca en silencio, ni para qué dejo al tiempo lo que puede ser inmediatamente (...) No me pongas dificultades para que yo te las resuelva porque perderíamos mucho tiempo en una discusión (...) Si me quieres dime sí o no, claro y punto. Yo no puedo ser feliz antes de tu sentencia. No me la retardes”.
Escalofríos de belleza
En la sala Alegorías de amor están presentes esculturas y óleos que hacen referencia tanto al romance entre Eros y Psique, como a la leyenda de los guardianes del valle de México, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, para dar fe de que el amor seduce a los dioses con la misma intensidad que a los mortales.
Luego de las devotas plegarias al Sagrado Corazón de Jesús, en una sala pequeña e íntima está una hermosa colección de piezas alusivas a este símbolo del amor al hijo de Dios, a la cual sigue una no menos sublime colección de imágenes de desnudos: “Se siente que de todas estas superficies de contacto penetran olas en los cuerpos, escalofríos de belleza, de presentimiento y de fuerza”, dicen desde un muro rojo escarlata las palabras de Rainer Maria Rilke, y el espectador continúa el recorrido con esa certeza en la mente.
El título de la muestra está inspirado en una escultura del artista romántico francés Jean-Baptiste Carpeaux, (1827-1875): El amor tiene la locura, en la cual se refleja esa preocupación de los escultores del siglo XIX por liberarse de los modelos del pasado, creando obras nuevas basadas en la imaginación y, sobre todo, en las emociones.
Por medio de superficies ásperas y un juego intermitente de luces y sombras, un regordete cupido sostiene, literalmente, en sus manos a la locura, un pequeño monstruo del que no sabemos si quiere liberarse.
Otro gran admirador del cuerpo desnudo está presente: Henri Lebasque (1865-1937) mediante el retrato de una mujer en el que plasma, con pinceladas que semejan caricias, la ternura luminosa de la piel de su modelo.
Tampoco falta a esta cita con el amor uno de sus protagonistas más populares: San Antonio de Padua, eso sí, a ninguno se le ve castigado “de cabeza”, pero las visitantes pueden animarse a pedirle un “milagrito”, por ejemplo, frente al hermoso óleo del siglo XVII pintado por el artista flamenco Diego de Borgraf.
“El arte y la religión han vivido los años recientes sin mucha relación, cuando hemos conocido en el pasado épocas en las que los dos grandes temas del alma humana, tanto la expresión artística como las preocupaciones espirituales, se han iluminado mutuamente para dar nacimiento a grandes obras de arte que seguimos admirando hasta la fecha”, dijo en rueda de prensa uno de los asesores en el montaje de esta exposición, el sacerdote Phillipe E. de la Rosiére.
Agregó que una experiencia espiritual auténtica empieza por el asombro ante la belleza, “entre los grandes valores universales están la verdad y la bondad, pero el primer paso debe de ser dado hacia la belleza, porque es la única capaz de ponernos frente a algo que supera nuestra comprensión, los otros aspectos son pasos secundarios.
“Esta exposición se inscribe en esta perspectiva, en plantear un diálogo fructífero y esperamos que convincente, en torno a un tema muy presente tanto en el arte como en la religión: el amor.
“Nuestra apuesta es que tanto el amor erótico como el místico no son contradictorios ni opuestos, sino dos miradas sobre un mismo misterio. No existe un amor divino y por otro lado uno carnal y pecador, sino un solo amor que no puede ser únicamente asunto de la carne, pero tampoco puede ser únicamente del espíritu. Somos seres humanos con un orgullo y una vocación: vivir al mismo tiempo ambas dimensiones del amor, que tanto nos puede hacer tocar el cielo, como enraizarnos profundamente en nuestra condición de hombres.”
La muestra presentará por vez primera el cuadro Paolo y Francesca de Jean-Auguste-Dominique Ingres, nueva adquisición del museo Soumaya, así como obras de Tintoretto, Renoir, Degas, Chagall, Villalpando y Tamayo, entre otros artistas.
Los viernes y sábados a las 18 horas habrá visitas dramatizadas; a partir de enero se realizarán seminarios con los temas María Magdalena, Reliquias y Erotismo, así como concursos de cuento y poesía eróticos. La cita es en el Museo Soumaya de Plaza Loreto, Altamirano 46, Tizapán, San Ángel, en horario de 10:30 a 18:30, viernes y sábado hasta las 20:30 horas, los martes el recinto cierra. La exposición concluirá en mayo de 2008.