Mueve cortinas
Cuando las personas voltean en su entorno en busca de una música para estas fechas suelen hallar lo más ditirámbico, insólito, cursi o sublime que se pueda imaginar. De los inefables villancicos cantados por cualquiera, desde los mismísimos ángeles hasta las ardillitas de Lalo Guerrero, pasando por el delicioso reggaetón, la sabrosa salsa, el ventrudo cumbión y las delicias electrónicas varias y el hip hop, no hallará el escucha nada tan ideal, perfecto, como la música de Bach que como lo dice el verso de Sabines, mueve cortinas.
Bach, siempre Bach. Si se trata de obras para piano, nada como las pilas de discos que nos legó el maestro canadiense Glenn Gould, el más grande pianista en la historia y el más grande intérprete de Bach al piano, aunque en gustos se rompan géneros y solfas y hasta tímpanos.
La música de Bach mueve cortinas. Salva. Eleva, Enaltece. Cura.
No hay melómano que no haya realizado todo el recorrido de las máximas exquisiteces de la música en todas sus épocas y no haya retornado al origen: Bach. Piedra de toque.
La música de Bach es algo tan natural y perfecto que pocos se detienen a reflexionar que éste logró la máxima sencillez alada y aliada con la máxima complejidad revolucionando y superando precisamente los conceptos de “la naturaleza” y “lo perfecto”. De blasfemo no lo bajaban en su tiempo. Hoy muchos escuchan su obra creyendo que es música religiosa como cualquiera. Pero ese sentido de lo religioso también alcanza lo metafísico. No importa qué religión. Es una experiencia religiosa.
Según la doctrina filosófica pitagórica aceptada por la teología medieval, la armonía de las esferas produce un sonido consonante aunque oculto a los sentidos habituales que refleja la perfección del mundo celestial, una opinión que no disputaron Kepler ni Newton y quedó como una verdad fundamental de la época de Bach.
Los conceptos filosóficos de la “armonía universal” de Marin Mersene y de “armonía prestablecida” de Leibnitz quedaron superados desde antes con esta música, la de Bach, que mueve cortinas porque alcanza la perfección que pertenece a la conformidad de lo diverso.
Felicidad.