Usted está aquí: jueves 20 de diciembre de 2007 Opinión Bajo la piel del castor

Olga Harmony

Bajo la piel del castor

Así tituló Luis de Tavira la versión libre que, aunado a Andrés Weiss y Stefanie Weiss, hizo de la obra de Gerhart Hauptmann, el importante autor alemán tenido como iniciador del naturalismo y, de algún modo, antecedente de Brecht. La piel del castor, tenida por algunos estudiosos como una comedia satírica. Basándose en que el dramaturgo ubica su obra en “el tiempo de los apasionados debates que tuvieron lugar en el parlamento alemán en torno a la legislación militar (pocos años antes de 1890)”, es decir, en la época del rey Guillermo y del canciller Bismarck (y recordando que la obra de Hauptmann Los tejedores fue censurada en su momento) los adaptadores hacen una extensión de la historia original hacia la brutalidad, aunada a la ineptitud original, del sistema castrense y la persecución hacia los socialdemócratas entreverada con un complot de la resistencia, posiblemente anarquista. Esto se observa en las añadidas escenas del principio y el final y en la de la barca –modificado el incidente narrado por Fleischer– y acentuando el papel del delator Motes, que cobra un significado siniestro, así como la grotesca autopsia e indagación policial de la muerte de Wolkow, que sigue vivo en el original, en contrapunto con la presencia de los afectados por el asunto del abrigo de castor, historia que aquí pasa a segundo término.

En el pequeño teatro Lázaro Cárdenas del Centro Dramático de Michoacán en Pátzcuaro, que dirige Luis de Tavira, tuvo lugar el estreno del montaje que, tras algunas funciones en Zamora, Michoacán, podrá ser visto en la capital a partir del 14 de febrero de 2008. Phillipe Amand, también iluminador, diseñó la escenografía que consta de cinco ambientes; tras un telón, la cancillería del imperio; casi todo el tiempo, la casa de los Wolff que, virada en varias direcciones da diferentes ángulos según los distintos tiempos; la alcaldía con dos cuartos, uno la oficina y contigua una sala de espera, además de lo que ocurre casi en proscenio; la barca de Wolkow y la fachada del atentado al final. El excelente vestuario diseñado por Tolita y María Figueroa, así como la cuidada utilería (que nos recuerda el postulado brechtiano acerca de la calidad de los objetos) de ambas vestuaristas y de Tatiana Maganda, ésta productora ejecutiva, el diseño sonoro del propio director, el venado creado por Arturo del Moral y los efectos especiales de Alejandro Jara ofrecen importantes apoyos a la capacidad de Tavira de lograr interesantes y por momentos bellos efectos visuales.

Luis de Tavira dirige con grandes contrastes, muy realista en las actuaciones de casi todos sus personajes –con algunas excepciones como es ese ujier jorobado y furtivo de la cancillería o la acentuada tontería del ordenanza Mitteldorf– y estilizada en la muy grotesca escena, que parodia las indagaciones modernas para calcular la trayectoria del disparo y la autopsia de ley hecha en el cuerpo del barquero muerto, suspendido de una cuerda con poleas. En este largo montaje de cuatro horas, pareciera que todos los tonos escénicos que este singular director ha utilizado en su carrera se hicieran presentes aunque para algunos el tono general de comedia satírica se ha desvirtuado, pero hay que entender que se trata de una adaptación que en gran medida actualiza el original y viene a ser como una metáfora de mucho de lo que ocurre en nuestros días.

Tavira invitó para esta escenificación a algunos actores que no son de su compañía. Julieta Egurrola hace creíble, con su sensibilidad y su capacidad actoral a esa rapaz y al mismo tiempo ejemplo de sobrevivencia señora Wolff (un tanto antecedente de la Madre Coraje brechtiana)¸ mientras Arturo Beristáin incorpora al apocado y cobarde señor Wolff, presencia silenciosa y a veces semiescondida ante los enjuagues de su mujer. Marina de Tavira es la desdichada Leontine, José Carlos Rodríguez encarna al siniestro Motes, que puede ser o no un agente de la cancillería y el pequeño Pablo Cárdenas que es Philippe. Con muy buen desempeño también los miembros de la compañía titular que ha formado el creador escénico y que paso a ennumerar. Rubén Cristiany como el ujier, Tomás Rojas como el funcionario de la cancillería y como Mitteldorf, Andrés Weiss como Don Wehran, Fernando Rubio como Krüger, Yullení Pérez Vertti como Adelheid y como uno de los hombres de negro, Mauricio Pimentel como Mitteldorf, Ana Elena Mora como la señora Motes y como uno de los hombres de negro, David Lynn como Glassenap y uno de los hombres de negro, Everardo Arzate como el Doktor Fleischer y otro hombre de negro.

 
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