Se trata de un avance crucial, con el que los científicos soñaban desde hace décadas
Los logros en 2007 con células madre equivalen a “convertir el plomo en oro”
Transformar muestras de piel de un paciente en este tipo de organismos “es realmente el Santo Grial”, afirma director de empresa de biotecnología
La técnica libra el controvertido obstáculo de utilizar embriones
Su simplicidad, una de las mayores ventajas del hallazgo
Washington, 18 de diciembre. La investigación sobre las células madres registró en 2007 un avance crucial, con el cual los científicos soñaban desde hace décadas, y que para algunos de ellos equivale a “aprender a convertir el plomo en oro”.
Dos equipos de investigadores, uno estadunidense y otro japonés, anunciaron a finales de noviembre que lograron convertir células de piel humana en células madre, que son como piezas de recambio celular del cuerpo capaces de renovarse.
Dos semanas después, otro equipo anunció que logró curar a ratones con anemia gracias a células madre obtenidas a partir de las extraídas de la piel de la cola del roedor.
“Esto es realmente el Santo Grial: poder tomar unas pocas células de un paciente –como una muestra de la mejilla o algunas pocas de la piel– y convertirlas en células madre en el laboratorio”, dijo Robert Lanza, director de la empresa de biotecnología Advanced Cell Technology, para quien este trabajo “representa un avance científico extraordinario” que “es un poco como aprender a convertir el plomo en oro”.
Las células madre tienen un potencial enorme para curar o tratar enfermedades, ya que pueden transformarse en cualquier célula del cuerpo y por lo tanto podrían remplazar células dañadas o enfermas y permitir la reconstrucción de tejidos u órganos.
Pero la investigación sobre el tema estaba hasta ahora sumida en la controversia, ya que para obtenerlas había que destruir embriones viables.
El presidente estadunidense, George W. Bush, prohibió así todo tipo de financiamiento federal para la investigación con células madre embrionarias, a las que igual no es fácil acceder –inclusive en los países que autorizan la investigación– por la dificultad de encontrar donantes.
La nueva técnica es tan prometedora que el escocés Ian Wilmut, el científico que logró clonar la primera oveja del mundo, Dolly, anunció que dejará de lado su investigación sobre clonación de embriones para dedicarse a las células madre derivadas de células de la piel, juzgando que “nos llevan a una era enteramente nueva” para la biología.
Una de las mayores ventajas de la nueva técnica es su simplicidad: se necesitan sólo cuatro genes para que la célula de la piel se retrotraiga a célula madre, lo que puede ser realizado en un laboratorio común. Y las células de la piel son mucho más sencillas de obtener que los embriones.
“Es una explosión de recursos”, estimó Konrad Hochedlinger, del Stem Cell Institute de la Universidad de Harvard. Antes de este hallazgo, la dificultad de acceso a las células madre embrionarias obligaba a menudo a los investigadores a realizar sus trabajos con animales u órganos tomados de cadáveres.
Nueva etapa del conocimiento
La nueva técnica debería permitir a los científicos conocer mejor enfermedades como el cáncer, la diabetes o la enfermedad de Alzheimer, y probar nuevos medicamentos. En materia de trasplante de órganos, se espera que permita a los médicos crear células madre que tengan el código genético de un paciente específico, eliminando los riesgos de rechazo.
Jacob Hannah y su equipo del Whitehead Institute por Biomedical Research de Cambridge (Massachussetts, noreste) ya mostraron una aplicación en ratones que sufrían anemia, tratándolos con iPS (células adultas reprogramadas o células cercanas al estado embrionario), logradas a partir de las obtenidas de su propia piel.
Los investigadores llaman, de todas formas, a la prudencia. “Esta nueva investigación es sólo el principio: apenas entendemos cómo funcionan estas células”, explicó James Thomson, de la Universidad de Wisconsin en Madison, que lideró uno de los equipos que lograron el hallazgo. En cuanto al director del otro equipo, Shinya Yamanaka, de la Universidad de Tokio, cree que se necesitará “al menos un año” para probar la inocuidad de la nueva técnica.