18 de diciembre de 2007     Número 3

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


TLCAN: ESTRAGOS ECONÓMICOS

Frijol: Mayor competencia por importaciones

  • Abandonados y expuestos al libre comercio 500 mil productores
  • Organización; diversidad de variedades y gusto, armas contra el tratado 

Lourdes Edith Rudiño

La liberalización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en enero de 2008 tiene en la mira al medio millón de productores que en México se dedica al frijol y que, siendo en su mayoría minifundistas y expuestos a los caprichos del temporal, reciben ingresos anuales promedio por sus cosechas de alrededor de 15 mil pesos.

“Con la desgravación total del frijol en el TLCAN, se va a poder importar todo el que se quiera, cuando se quiera y a la hora que se quiera. Eso va a provocar una caída en la producción nacional, más migración a Estados Unidos, menos gente dedicada a su cultivo y desbalances de mercado, pues la cosecha nacional, de alrededor de un millón de toneladas, cubre ahora las necesidades del país, y vamos a estar notando cada vez más grano importado”, augura Ramón Ochoa, líder frijolero de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (Anec).

Ya desde 1997, con la eliminación de los precios de garantía del frijol y el retiro de la Conasupo de su comercialización, los productores nacionales han debido soportar un desorden del mercado, que se agudizó entre ese año y 2001, lapso en que no hubo un solo programa de apoyo a la leguminosa y se desplomaron los precios en campo a dos pesos por kilo, en comparación con el rango de 3.50 a 5.50 pesos que hoy se observa.

Ramón Ochoa comenta que el frijol –segundo cultivo en importancia nacional, después del maíz– ha sido abandonado por las políticas gubernamentales en estos años del TLCAN, y ello ha agudizado el rezago tecnológico y la pobreza de los campesinos.

Los beneficiarios. Al mismo tiempo las llamadas libres fuerzas del mercado han permitido que un puñado de empresarios manipulen los precios y se apropien de subsidios públicos.

Las decisiones de gobierno para el frijol han sido erráticas. En 2001 surgió el Profeca, un programa con sólo 10 millones de pesos para apoyar transporte y equipamiento de oficina para organizaciones; en 2002 se promovió la creación de empresas integradoras para la comercialización del grano, pero que sirvieron para intereses políticos. “La integradora era tricolor si estaba en un estado priísta; amarilla si el gobierno era perredista. Los gobernadores tuvieron metidas las manos y manipularon. Esto frenó la organización de los productores”.

Manipulación de precios. Y luego lo que ha habido son recursos presupuestarios para compensar los precios de los productores, pero, dado que los comercializadores y procesadores del frijol son pocos, se coluden para castigar los pagos a los campesinos.


FOTO: Edgardo Mendoza y Hugo Rangel / Anec

“El año pasado nuestra comercializadora compró a cuatro pesos el kilo, con subsidios de 1.50 pesos por kilo del gobierno federal, y resulta que hoy estamos vendiendo a 3.50. Los empresarios que compran se quedan no sólo con el 1.50 de subsidio, sino con 50 centavos nuestros, porque, al ser oligopolio, se ponen de acuerdo. Saben que hay apoyo gubernamental y no quieren pagar más. No pasan de 10: La Costeña, Verde Valle, Catarinos, El Alazán y el Rocío, Los Garapines (...) son un grupo pequeño que pone, quita y da en el precio del frijol.”

El rezago tecnológico de los frijoleros es evidente. Con el retiro desde hace una década de la Productora Nacional de Semillas (Pronase), no hay nadie que produzca simiente de frijol; “no es como en el maíz que están grandes empresas como Monsanto, Pionner. El frijol que sembramos está muy degenerado y eso no nos permite calidad, nos pone en desventaja frente al frijol de Estados Unidos (país cuya leguminosa cubre hoy casi 10 por ciento del mercando nacional). Tenemos revuelto frijol de todas las variedades, grandes, chicos; de los negros no sabemos qué sembramos ni qué cosechamos: no sabemos si son negros Querétaro o negros San Luis”.

Así, no extraña que el promedio nacional de rendimiento por hectárea sea de 635 kilos, contra mil 859 en Estados Unidos (según la FAO, en el periodo 1997/02) “En México hay productores que apenas levantan 100 kilos, y otros que rebasan la tonelada.”

La falta de apoyos, la permisividad con los grandes empresarios, el retiro de oferta de semillas representan “un abandono que ha hecho el Estado deliberadamente. No sé si es mala fe, desinterés, o todo al mismo tiempo.”

Ramón Ochoa dice, sin embargo, que los frijoleros no se dan por vencidos. Un factor en favor es la gran diversidad de variedades y gustos dentro de México.

CUOTAS Y ARANCELES INCUMPLIDOS

Igual que en el maíz, el TLCAN estableció un periodo de transición de 15 años. Determinó para el primer año cuotas libres de arancel, de 50 mil toneladas procedentes de Estados Unidos, y de mil 500 toneladas de Canadá, las cuales se incrementarían en 3 por ciento anual. Una vez rebasadas las cuotas, México podría aplicar un arancel-cuota decreciente con los años, el cual se estableció en 139 por ciento ad valorem para el primer año. Este 2007 Estados Unidos tiene posibilidad de exportar a México 73 mil 470 toneladas libres, y Canadá dos mil toneladas, y el arancel definido para el sobrecupo es de 11.8 por ciento ad valorem, o cuatro centavos de dólar por kilo.

De la misma forma que ocurre con el maíz, las importaciones procedentes de Estados Unidos han rebasado las cuotas, y las autoridades de Economía de México han exonerado a los importadores del cobro del arancel. Así, en el caso del frijol de Estados Unidos, entre 1994 y 2004 México importó un total de 918 mil 659 toneladas, 40 por ciento de ello en sobrecupo, y se dejó de ingresar al fisco 230.4 millones de dólares.

“En México consumimos no sólo las variedades que tiene Estados Unidos, negros y pintos, sino un número incontable, que depende de cada región e incluso de cada localidad. Por ejemplo, en Zacatecas tenemos más de 40 o 50 variedades: flores de mayo, flores de junio, bayos, pintos (...) Además, no es lo mismo lo que se consume en el noroeste –los azufrados peruanos– a lo que se consume en el centro: bayos, pintos y flores de mayo y de junio. Y de la ciudad de México, Hidalgo, Veracruz, Huastecas, hacia el sur, negros, y dentro de los negros hay diferencias.”

Otra fuerza para enfrentar la liberalización del TLCAN “es la organización”. La comercializadora de frijol de la ANEC ya es hoy la principal red de acopio de frijoles de diferentes regiones y variedades (con 40 mil toneladas anuales).

Además, “como Anec estamos creando nuestro propio centro distribuidor de granos en Huehuetocan, estado de México, para concentrar nuestro frijol y distribuirlo en el mayor mercado que es el valle de México.

También una empresa semillera para elevar nuestra calidad; ya estamos produciendo unas ocho o 10 variedades de frijol en un convenio con el INIFAP y vamos al llegar a 20. Y tenemos proyectos para dar valor agregado al frijol, con limpia, envasado, enlatado, cocción, deshidratación, porque sólo así el productor va a poder mejorar sus ingresos”. Es necesario reducir la brecha de los precios que recibe el productor y el que paga el consumidor. Un frijol negro, por el cual el campesino recibió 3.50, se vende envasado en el supermercado a nueve o 10 pesos el kilo.

En la Anec están agrupados unos 15 mil productores de frijol. El reto de la organización es para todos, considera Ochoa.


Es sabido que los granos han sido grandes perdedores, pero testimonios en otras ramas, incluso en aquellas donde los estadunidenses nos temían, como azúcar y jugo de naranja, muestran que la sombra negra del TLCAN cubre a casi todo el sector agropecuario.


Enrique Domínguez Lucero
Director del Consejo Mexicano de Porcicultura

Importación creciente de piernas de cerdo; la actividad en pocas manos

Con el TLCAN, la dependencia mexicana de importaciones de carne de cerdo pasó de 5 a 50 por ciento entre 1993 y 2006; las compras del exterior, en particular procedentes de Estados Unidos, en canal, piernas y demás cárnicos subieron de menos de 3 mil toneladas a más de 320 mil, y si se agregan despojos, desechos, grasas y mantecas la cifra llega a 500 mil. Las importaciones son sobre todo de pierna de cerdo, que llegan a México a precios depredatorios, en virtud de que el precio que registran en Estados Unidos es residual; en ese país dan mayor valor a cortes como tocino y lomo. Con ello recuperan el valor del cerdo y pueden vender el resto a cualquier precio. Si en general las importaciones de carne se han incrementado en mil 700 por ciento durante el TLCAN, las de pierna han subido en 2 mil 650 por ciento. Para los productores mexicanos el tratado ha sido negativo, pues mientras Estados Unidos vende a nuestro país lo que para ellos tiene menor valor, nosotros no podemos entrar a su mercado, debido a barreras sanitarias. La responsabilidad de este problema es de los negociadores del TLCAN, pues un verdadero tratado debería generar un intercambio equitativo, y aquí de antemano se sabía que las condiciones sanitarias estadunidenses eran restrictivas. Además, la producción de cerdo en México enfrenta costos mayores en 25 por ciento a los que pagan los estadunidenses debido al mayor costo en granos y soya. En financiamiento, de origen el TLCAN fue injusto, pues cuando se negoció, las tasas de interés en México eran 450 por ciento más caras que en Estados Unidos; después vino la crisis de 1994-95, y desde entonces la porcicultura no es sujeta a crédito. Hemos sufrido un quebranto de granjas tradicionales. Antes del TLCAN había 14 mil 500 productores; hoy se tienen registrados 4 mil 700 pero muchos de ellos con operaciones bastante limitadas. El volumen de producción se concentra en un centenar de grandes y medianas empresas; las que más han crecido son aquellas que tienen alguna asociación con capital extranjero. Los negociadores del TLCAN fueron calificados en EU como intelectuales preparados, pero en realidad no tenían ni experiencia ni compromiso con el país; sentían un desprecio por el sector agropecuario y lo calificaron como improductivo e ineficiente, y demeritaron siempre los planteamientos que hacíamos (los representantes de organizaciones).


Carlos Blackaller Ayala
Presidente de la Unión Nacional de Cañeros de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales

Riesgos de saturación de azúcar; cañeros reciben bocanadas de humo

A la agroindustria cañera-azucarera se le ilumina la mirada al pensar que la liberalización de 2008 derivará en el mayor mercado regional de edulcorantes del mundo, con Estados Unidos y México consumiendo al año 16 millones de toneladas de azúcar y unos 12 millones de toneladas de fructosa. Pero al mismo tiempo se nos nubla la perspectiva, pues –de no haber una nueva negociación bilateral que impida transacciones que sobreoferten azúcar y que equilibren el intercambio fructosa-azúcar–, el llamado mercado libre propiciará un descalabro de precios de azúcar y caña y desestabilización social. Cuando se definió el TLCAN, se omitió considerar que Estados Unidos cuenta con mecanismos históricos de control del azúcar, que han prevalecido y continuarán. Implican una cuota obligatoria de importaciones OMC desde 40 naciones por 1.3 millones de toneladas; créditos de reporto con los cuales se garantiza un precio mínimo interno del azúcar, y los llamados marketing alottments, con los cuales se distribuyen cuotas internas de mercado a los productores de azúcar de remolacha y caña, y lo que resta de producción se convierte en “inventarios bloqueados”, cuya comercialización puede hacerse sólo fuera del país (obviamente a precios inferiores a los internos). Vender azúcar en Estados Unidos de tales reservas es delito. Con la liberalización del TLCAN, y a sabiendas que trasnacionales dominan el comercio internacional del producto, es posible (y de hecho sospechamos que ya ocurre así) que esos inventarios baratos sean traídos a México y luego renviados a Estados Unidos, lo que generaría ganancias para el especulador, pero sobreoferta y presión a la baja en los precios, lo cual no conviene a ninguno de los dos países. Otro riesgo es que, vía el Sugar Reexport Program y el Immex mexicano (que son esquemas de importación libre de arancel para la rexportación con valor agregado) puedan internarse a nuestro país y al propio Estados Unidos azúcares baratos de orígenes ajenos a la región, con la consecuente saturación del mercado. Ya en 1998-2001 la caña-azúcar mexicana recibió una primera bocanada de humo con la importación de fructosa de maíz subsidiado que desplazó azúcar de nuestro mercado interno; en 2002-2006 el impuesto especial a los refrescos con fructosa dio un nuevo aire a la agroindustria, y el actual encarecimiento del maíz acota parcialmente el uso de fructosa. Esperamos no sufrir una nueva bocanada asfixiante con la liberalización de 2008, pues un mercado desordenado afectaría a 2.5 millones de mexicanos que dependen de esta rama.


Fernando Celis
Asesor general de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras

El TLCAN protegió oligopolios; estructura de mercado reduce ingreso de caficultores

El TLCAN, que debería suponer la ventaja de un mercado amplio para cultivos tropicales, no ha servido para mejorar el ingreso de los caficultores. El grano mexicano se vende a Estados Unidos 27 dólares por cien libras debajo del de Costa Rica y 17 debajo del guatemalteco, debido al esquema de comercialización dentro de nuestro país, dominado por grandes compañías, que pagan a un mismo precio el café de diversas calidades, y que inhiben las posibilidades de un mejor cuidado en la calidad por parte de los productores. Además, la alta dependencia que sufre México de Estados Unidos en su intercambio global de mercancías –y que se ha profundizado con el TLCAN– ha propiciado una sobrevaluación del peso frente al dólar, que calculo en 30 por ciento, la cual deteriora el valor del café que se vende en dólares. La fuerza del oligopolio de la industria solubilizadora y del café con azúcar (Nestlé y Café Legal) creció con el TLCAN, pues mientras se tenía liberalizada la importación de materia prima (grano verde) –la cual logró acotarse a finales de los años 90 por gestión de los caficultores–, se negociaron en el tratado restricciones al ingreso a México de marcas de producto industrializado de Estados Unidos y Canadá, y se frenó la posibilidad de procesar en esos países café verde mexicano para luego traerlo acá procesado; se limitó así la competitividad en este sector. El TLCAN brindó protección a los grandes.


Sergio Madrid
Director del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible

Desplome de producción nacional forestal y repunte de importaciones

Con su énfasis asistencialista, los programas gubernamentales han sido incapaces de impulsar la competitividad de la producción forestal que se requiere en el contexto de la apertura comercial, y han llevado al sector a la crisis más profunda que jamás había enfrentado. En la década de los 90 la producción se mantuvo estable; sin embargo –con la reducción continua de los aranceles hasta su eliminación en 2004– se desplomó en 25 por ciento, y las importaciones de madera provocaron que la balanza comercial registrara un déficit de 4 mil 800 millones de pesos. Así, el sector forestal no ha logrado recuperarse y mantiene una tendencia a la baja, aun cuando el consumo nacional crece como nunca antes. La crisis desalienta a los dueños de terrenos para mantener el uso forestal del suelo, y buscan mejores opciones cambiando a usos ganaderos y frutícolas. El Diagnóstico del comercio internacional forestal de México – 2006, que presentó el gobierno, señala que “la oportunidad de negocios para el sector se encuentra en la importación de materias primas forestales, extrayendo recursos naturales ajenos y conservando los propios para, de esta manera, hacer del país el principal transformador de materias primas forestales del hemisferio”. Esta visión es simplista y sustenta tres dinámicas: a) la permanencia de una industria forestal débil que no contribuye a dinamizar la economía de las comunidades rurales y produce la salida continua de divisas; b) el freno al desarrollo de esa industria, al hacerla dependiente en su totalidad de importaciones, y c) el mantenimiento de los procesos de deforestación y cambio de uso de suelo por la escasa utilidad económica que genera la actividad forestal a los propietarios de los recursos. Dado el creciente déficit comercial forestal; sus efectos sobre las poblaciones rurales y sobre la conservación de los bosques, y la aparente imposibilidad de hacer cambios al TLCAN, es urgente modificar la política gubernamental a fin de impulsar la competitividad del sector por conducto de las comunidades forestales, las cuales poseen 80 por ciento de los bosques del país, y convertir al Manejo Forestal Comunitario en un motor económico de las zonas rurales y de la economía en su conjunto. De los 7 mil 80 millones de pesos destinados al sector forestal en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2008, la mayoría se ha programado para control de incendios, siembra de arbolitos, plantaciones comerciales, viveros y pago de servicios ambientales. Esto deja ver que hace falta generar una estrategia clara para reactivar al sector a partir de reconocer el potencial del bosque nativo y de su propiedad social, e impulsar la competitividad de la producción forestal ejidal, la modernización de su infraestructura industrial, la capacitación de ejidatarios y comuneros, y el apoyo a la planeación y ordenamiento territorial.


Manuel Ángel Gómez Cruz
Catedrático del Centro de Investigaciones Económicas, Sociales y Tecnologías
de la Agroindustria y la Agricultura Mundial de la UACh

Débil agroindustria desaprovecha cupos a EU en jugo de naranja

Junto con el azúcar (donde surgieron las “cartas paralelas”), el jugo de naranja fue renegociado en noviembre de 2003, inmediatamente después de la firma del TLCAN y antes de su entrada en vigor. Los productores de Florida estaban convencidos de que sus homólogos de México podrían desplazarlos de su propio mercado. El antecedente de esta percepción fue una serie de heladas en los años 80 que dañaron seriamente millones de naranjos y obligaron a incrementar las importaciones desde Brasil y México. Para protegerse ante la competencia de México, los negociadores establecieron un sistema de arancel-cuota, con la particularidad de que también las exportaciones dentro de la cuota tenían que pagar un arancel, lo que representó una excepción en los esquemas acordados en el TLCAN. No obstante, a 14 años de operación del tratado, el resultado ha sido contrario a lo esperado. Muy pocas veces se ha podido aprovechar el volumen del cupo. En 2003 y 2004 solamente se exportaron 40 millones y 74 millones de litros de los 151 millones pactados. A partir de 2005 han crecido las exportaciones, pero no por ser México más competitivo o por el impacto positivo del TLCAN, sino por fenómenos climatológicos; los huracanes Katrina y Wilma destruyeron en 2005 enormes plantaciones en Florida.