Usted está aquí: sábado 15 de diciembre de 2007 Política Negligentes, algunos senadores se negaron a preservar derechos en la reforma judicial

“Son los efectos etílicos”: Monreal; la mayoría respondió con rechiflas a propuestas de cambios

Negligentes, algunos senadores se negaron a preservar derechos en la reforma judicial

Informa el perredista que acudirá a CNDH y ONG para evitar un régimen de excepción

Andrea Becerril

La discusión de la reforma constitucional en materia de justicia y seguridad pública concluyó la madrugada de ayer en el Senado entre silbidos y abucheos de una mayoría que no quería debatir las propuestas de modificación a aquellos artículos que significan retroceso en la protección de garantías individuales y derechos humanos.

Poco después de las 2 de la mañana, el presidente de la mesa directiva, Santiago Creel, tuvo que llamar al orden a la asamblea para que se permitiera hablar al senador perredista Ricardo Monreal, quien agradeció la intervención, pero desde la tribuna dijo muy claro: “son, a veces, los efectos etílicos”.

Se oyó una voz que trató de desmentirlo, pero Monreal le replicó: “usted sabe por qué lo digo, y lamento mucho que esto suceda en una asamblea. Me avergüenza y me apena este ambiente”.

Se refería al desorden y franco relajo que dominó en el recinto durante la larga noche de discusión de la reforma, en la que una parte de los legisladores convirtió en bar el adjunto salón Luis Donaldo Colosio, en el que pudieron beber desde whisky hasta vino tinto, y sólo regresaban al pleno cuando tenían que votar las 28 reservas a siete artículos de la Constitución y un transitorio.

La transmisión del Canal del Congreso permitía ver un salón semivacío, en el que varios perredistas, como Tomás Torres y René Arce, pero sobre todo Pablo Gómez y Ricardo Monreal, subieron una veintena de ocasiones a tribuna para argumentar en favor de enmiendas a los artículos de la Constitución que permiten a la policía allanar domicilios sin orden del juez, así como arraigar a presuntos delincuentes hasta por 80 días, en los que podrán someterlos a todo tipo de presión.

Gómez recordó su experiencia como preso político, a finales de los setenta, y advirtió que ni en caso del peor de los delincuentes se justifica incomunicarlo o privarlo del debido proceso. Monreal recalcó los riesgos de un régimen de excepción, que quita derechos laborales a elementos judiciales y agentes del Ministerio Público, pero todo fue en vano.

Una vez aprobada la reforma en lo general, con 80 votos en favor, 27 en contra y cuatro abstenciones, aunque muchos senadores de PAN, PRI y Verde Ecologista querían retirarse del salón de sesiones, pero no podían hacerlo porque faltaba aún la discusión en lo particular, y la consigna era no dejar pasar ninguna de las modificaciones propuestas por el Frente Amplio Progresista.

“Ya es tiempo de que se dé un debate digno en un asunto tan trascendental, porque lo que han hecho aquí los patrocinadores de estos textos es la callada por respuesta. ¡Es una cosa vergonzosa!”, les reprochó Pablo Gómez.

Parecía una redición del debate –en la pasada legislatura– de la llamada ley Televisa, sólo que ahora, parte de los legisladores con varias copas encima.

Gómez y Monreal insistían en exponer sus argumentos ante el pleno, mientras grupos de legisladores se refugiaban en el salón Alcoholosio, como alguno de ellos llamó a esa sala donde se recibe a embajadores y mandatarios extranjeros. Los “efectos etílicos” comenzaron a notarse; a algunos senadores les costaba trabajo levantarse de su escaño, y muchos decidieron hasta rechiflar a los perredistas.

A Monreal es a quien peor le fue. El panista Rubén Camarillo le gritó desde la parte de arriba del salón de sesiones –donde bromeaba con sus compañeros de bancada: “¡Ya bájate!”, lo que motivó el aplauso y las burlas de los legisladores priístas y panistas que permanecían en el salón.

“Me da pena que tomen con tan poca seriedad la reforma constitucional. Me da pena que tengan este tipo de expresiones”, replicó Monreal.

Las cámaras del Canal del Congreso captaron al senador panista Federico Doring paseando por los pasillos con un vaso de plástico en la mano, bromeando con sus compañeros que permanecían en ese momento en el recinto.

Pasadas las 2 de la madrugada, Monreal subió a tribuna una vez más, pero cuando empezaba a hablar se desató la rechifla. “Pediría a la asamblea que guarde silencio en respeto al orador”, reclamó Creel, quien ya ocupaba la presidencia.

El perredista no dejó pasar la oportunidad. “Son, a veces, los efectos etílicos”, dijo, y le agradeció el llamado al orden y agregó que “para evitar improperios, gritos y silbidos”, dejaría por escrito su última propuesta de modificación, que tampoco fue aceptada, ni siquiera para discutirla.

Antes de bajar lamentó “ese comportamiento, no de toda la asamblea, pero sí de gran parte, que lo único que hacen es silbar, aullar y gritar”.

Creel clausuró la sesión a las 2 de la madrugada con quince minutos. A esa hora regresó a la Cámara de Diputados la minuta de reforma constitucional en materia de justicia penal y seguridad pública.

Ayer, Monreal dijo que no todo está perdido, y que convocará a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), organizaciones no gubernamentales, colegios de abogados, catedráticos y expertos en el tema a enviar cartas a los diputados para pedir que se modifique esa reforma que crea un régimen de excepción y un Estado policiaco.

Sobre los incidentes de horas antes, dijo que cada uno tendrá que asumir su responsabilidad.

 
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