Usted está aquí: miércoles 5 de diciembre de 2007 Opinión La (in)diferencia

Carlos Martínez García

La (in)diferencia

Prometen diminuto bikini, pero salen con traje de baño que cubre del cuello a los tobillos. Enseñan poco, y lo enseñado ya era conocido por muchísimos. No vayan a pensar los lectores que en esta ocasión nos referiremos a modas playeras. Para nada, la expresión inicial viene a cuento para describir la metáfora usada por Jorge G. Castañeda y Rubén Aguilar al inicio de su libro La diferencia: radiografía de un sexenio, el de Fox, en el cual ambos tuvieron altos cargos.

En las páginas iniciales del volumen los autores, para justificar el contenido de las 389 de que consta el texto, advierten que “parafraseando a Roberto Campos, el legendario aunque controvertido Ministro da Fazenda brasileño, las estadísticas y los testimonios orales de personajes históricos son como los bikinis: lo interesante no es lo que muestran, sino lo que esconden”. Y lo mostrado son puras miserias, retazos y pellejos que, por si hiciera falta, dejan a Vicente Fox más que evidenciado en su desmesura, ignorancia, fobias y filias. Lo bueno, para quien fuera el “presidente de la alternancia, del cambio democrático”, es que la cruda exhibición de sus limitaciones y torpezas la hicieron dos de quienes todavía se cuentan entre sus amigos. A lo mejor fue sin querer queriendo, para ponerlo en un dicho popular, de ésos que en el libro se le adjudican a Fox y que abundan en el escrito de Castañeda y Aguilar.

Quienes fueron primer secretario de Relaciones Exteriores y último vocero de la Presidencia de la República en el sexenio pasado argumentan que a regañadientes incluyeron el último capítulo, el titulado: “Bajo protesta: Vicente y Marta”, por cierto insustancial, porque buscaban que su escrito común sirviese para brindar información seria y no chismografía sobre la pareja y su intimidad. Evitaron este último tema porque “un libro serio sobre el sexenio de Fox… no debería caer en la frivolidad sobre la frivolidad: resistir la tentación de regodearse en las minucias de besos, botas, Borgues, bebés, Bribiescas, Hummers y jeeps”. Pero si la frivolidad fue central en el foxiato, la frivolidad fue su estilo personal de gobernar. O pongámoslo en una sintética frase en inglés “For him, frivolity was a way of life”. Recurro a ella porque Jorge Castañeda y Rubén Aguilar usan continuamente, en el libro, English sayings, refranes en inglés, como para darle un toque cosmopolita a su acercamiento de un personaje rústico y aldeano.

La verdad es que me divertí mucho al leer el volumen. Parece una comedia de malos entendidos, supuestos falsos, promesas desorbitadas, ideas chatas que su gestor presidencial creyó genialidades, abundancia de personajes tragicómicos en el primer círculo foxista (el gabinete que Fox seleccionó y los head hunters hicieron como que se esforzaron en reclutar), no son pocos los pastelazos simbólicos que arrancarían carcajadas del público si algunos episodios narrados por Aguilar y Castañeda fuesen llevados al teatro político/cómico/musical, género que tantas obras ha prohijado en México. La risa se me fue con un golpe de realidad: los resultados de la incompetencia, componendas con poderes fácticos y la corrupción durante el gobierno del Zorro son trágicos para México.

De los nueve temas elegidos por los autores para radiografiar el sexenio de Vicente Fox, en prácticamente todos ellos tratan de disculpar a su ex jefe porque a la buena intención le faltó sumarle sagacidad política. En un estilo que busca ser elegante y que no parezca crítico, señalan desatinos en los nombramientos de varios secretarios de Estado y en el gabinete ampliado. “El ranchero, el de las botas”, una de las formas en que Castañeda y Aguilar llaman a Fox en su libro, depositó la dirección del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en las manos de Sara Guadalupe Bermúdez, quien –apunta la pareja autoral– “no tenía los antecedentes para actuar como enlace entre el presidente y la intelectualidad”, pero, eso sí, era muy amiga de Marta Sahagún.

Ya que Vicente Fox no lee libros, y tampoco periódicos y revistas, que le demanden una lectura atenta y analítica, entonces no va a poder enterarse de la tesis que es, me parece, la columna vertebral de la obra. Quienes dicen continuar relaciones de amistad con Fox y conocieron desde adentro la sarta de barrabasadas que a diario perpetraba Fox Quesada y su tropa loca, nos quieren convencer de que el entonces presidente era cándido, dicharachero, con pocas luces intelectuales, pero con buenas intenciones y muchas ganas de servir al país. Era, no lo dicen así pero se colige de su escrito, medio idiota pero honrado, un bruto de buen corazón al que se le fue, como agua entre las manos, la oportunidad de consolidar las esperanzas de una verdadera transición democrática y mayor crecimiento económico.

En síntesis, el gran proyecto de la alternancia política, el que cambiaría rumbo a la nación, desde su principio y hasta su final no hizo la diferencia que tantos esperaban. Más bien evidenció que el supuesto buen hombre, bonachón y campirano, dejó al país más entrampado y dividido a causa tanto de sus aparentes inocentadas como de sus aviesas acciones perpetradas contra su principal crítico y opositor. En su andanada se valió de todos los recursos del Estado que pudo, de los lícitos y los ilícitos.

 
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