Astillero
Matrimonio de apariencia
Perredistas camarales que se “prestan”
¿Quejas de rutina o fracturas reales?
Premio de periodismo a Astillero Tv
Andrés Manuel López Obrador insiste en pelear a recaditos con quienes carcomen sistemáticamente la base de su presidencia denominada legítima. Ya antes había criticado a los legisladores perredistas que, según eso, con pocos pantalones y faldas habían aprobado el famoso gasolinazo. Luego, en vísperas del primer aniversario de su asunción a un poder simbólico, dejó correr versiones en el sentido de que el 18 de noviembre, en el Zócalo capitalino, podría anunciarse una ruptura tan largamente cantada como falsamente negada. Y ahora el tabasqueño itinerante comparece por la vía epistolar para quejarse de que en los recintos de San Lázaro y Xicoténcatl se trabaja contra sus intereses electorales coaligados, al grado de considerar que los diputados federales y senadores del sol azteca se han prestado a una “maniobra antidemocrática” del PAN y el PRI para “impedir que el pueblo elija libremente a sus autoridades mediante elecciones limpias, libres y auténticas” (La Causa sabrá perdonar redundancias que suben pa’rriba y bajan pa’bajo, como esa de que el pueblo elija libremente mediante elecciones libres), todo ello mediante reformas al código federal electoral. “Nada justifica” que los legisladores perredistas “se presten” (¿prestados o alquilados?, pregunta esta columna de finanzas políticas) a esa maniobra, “y menos que la promuevan”. Luego, a sabiendas de que quienes controlan numérica y estructuralmente las cámaras son los personajes chuchos que juegan en el Manlio Fabio Futbol Club, y no en el Peje’s FAP, el licenciado L.O. ha advertido a sus correligionarios formales que, en el caso de las mencionadas reformas electorales, considerará “un acto de simulación votar en favor en lo general, y hacerlo en contra en lo particular, para seguir cubriendo las apariencias”.
Suena conyugalmente emocionante que en esos niveles de teatralidad convenida se plantee la posibilidad de dejar de cubrir “las apariencias”, porque, hasta ahora, el Peje y los chuchos (asigne el lector el rol que desee a cada cual en esa relación de abnegado matrimonio político sin lecho compartido) a lo que se han dedicado es a simular unidad y comunión, a pesar de que hay diarios pataleos, intrigas y repudios provenientes de la activa prole perteneciente a cada una de las partes enlazadas en la más reciente de una cadena de nupcias controvertidas: los seguidores del tempranero A.M. no quieren compartir hogar partidista y proyecto 2012 con los pertenecientes a la estirpe ortigal que a la vez consideran al mencionado A.M. causante de descensos electorales recientes y de fracasos y desdoros en curso. En el fondo, sabido es, se encuentra el referente sustancial de la manera como cada cual desea tratar al producto institucional de las elecciones de 2006: reconocimiento pragmático de la realidad redituable, proponen los chuchos calderónicos, mientras los pejianos fundamentalistas se aferran al desconocimiento de lo felipense, sin reparo en costos electorales o sociales inmediatos.
De los riesgos de ruptura ya dio testimonio oportuno el apóstol San Manuel (Camacho), que en días pasados dijo a Milenio que el 18 de noviembre se iba a anunciar un gran cisma, tanto en el PRD como en el FAP, pues AMLO iba a fijar su posición: “O nos quedamos, o nos vamos, y nos enfrentamos a toda la clase política, incluida la perredista”. El rompimiento, según eso, habría estado cerca, muy cerca, pero el líder máximo había tejido un pacto de coexistencia pacífica entre radicales y moderados, pragmáticos y fundamentalistas, promotores de la participación y abstinentes que, de no haberse dado, hubiese colocado al tabasqueño en la tesitura de buscar “otra fuerza política” o de formar “otro partido”, todo con un estigma de división que podría significar el fin de la izquierda en México (San Manuel dixit).
Hoy, con las reformas electorales con que los chuchos desean cancelar las coaliciones que tantos dividendos han dado a parásitos con membrete explotable, como los concesionarios de los negocios del Trabajo y de Convergencia (entre menos burros coaligados, más olotes para el chuchismo perredista), vuelven a manifestarse las profundas desavenencias de un matrimonio de aparador. Los chuchos avanzan en el proceso de provechoso acercamiento al calderonismo y de cerrada apuesta por Beltrones para el 2012, mientras López Obrador se va quedando sin siquiera membrete operativo como el tal Frente Amplio Progresista que ya no tendría engrudo electoral si desaparecen las coaliciones. ¿Seguirá AMLO quejándose y protestando, en declaraciones o por carta, a sabiendas de que sus colegas le desatenderán, o tomará las decisiones de deslinde y ruptura a que las circunstancias le orillan? ¿Son de verdad tan defendibles los negocios de los minipartidos que se alquilan en coaliciones –como el Verde, el Panal y los socios del FAP–? ¿Puro bla, bla –cartas a Eufemia–, o ahora sí va algo más de fondo?
Astillas
El Club de Periodistas, del que es motor y alma Celeste Sáenz de Miera, entregará hoy sus premios anuales. Aparte de las categorías tradicionales, habrá galardones para el periodismo por Internet que sin duda se va abriendo paso: en el rubro radiofónico se galardonará a Radio Bemba, una estación pionera que transmite desde Hermosillo, Sonora, pero cuyo ejemplo y solidaridad tecnológica se ha expandido por el país. En televisión por Internet, el premio de este año será para Astillero TV, a cuyo nombre Édgar Rossano y Ricardo Chavarría (productor y webmaster, respectivamente) recibirán el diploma y la medalla correspondientes (el año pasado, la Otratele, ahora desaparecida, recibió el reconocimiento en el mismo rubro). En reconocimiento a sus trabajos periodísticos, también será homenajeada Sanjuana Martínez, heroína de la denuncia de pederastias clericales… Y, mientras Mario Villanueva sigue luchando contra la extradición, ¡hasta mañana, con la arquidiócesis riverina entregando 500 millones de dólares a la Corte de Los Ángeles para indemnizar a víctimas de pederastia como Joaquín Aguilar!