México SA
Las promesas de campaña, para 2012
Grupo México se repartió $3 mil millones en dividendos; a las viudas, una bicoca
Ampliar la imagen El gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz; Camilo Mouriño, de la Oficina de la Presidencia; los secretarios del Trabajo, Javier Lozano; de Energía, Georgina Kessel y de Turismo, Rodolfo Elizondo, durante la presentación del Plan Sectorial Económico 2007-2012 Foto: Jesús Villaseca
Dice el inquilino de Los Pinos que para cumplir sus promesas de campaña no sólo pretende ser el “presidente del empleo”, sino que ahora quiere serlo del “crecimiento” y el “desarrollo”, aunque ello lo logre, en el mejor de los casos, en el año de su despedida, 2012.
En los hechos, ninguna promesa de campaña cumplirá si, como propone, deja fuera del empleo a 33 por ciento de los mexicanos que de aquí al año citado demandará ocupación formal. Tampoco lo segundo, con una tasa de crecimiento de 5 por ciento sólo a partir de la fecha citada (y, reitero, siempre en el mejor de los casos), ni mucho menos lo tercero, si se aferra a privatizar la riqueza y socializar las pérdidas, en línea con lo hecho por las últimas cuatro fracasadas administraciones gubernamentales.
Lo anterior, porque ayer presentó en sociedad su nuevo prontuario de “buenas intenciones”, que quedan resumidas en los kilométricamente llamados Programas sectoriales de los gabinetes de economía, competitividad e infraestructura 2007-2012. Por medio del primero, el inquilino de Los Pinos pretende: generar 800 mil empleos formales, es decir, sólo 66 por ciento de la demanda anual; alcanzar una tasa de crecimiento económico de 5 por ciento, pero sólo hasta el último año de estancia en la residencia oficial, aunque si las cosas no salen como supone, sería en la siguiente administración gubernamental; “promover” el desarrollo y “superar” la pobreza con las mismas recetas clientelares y programas de subsistencia de hace 20 años y privatizar lo poco que queda en manos del Estado, fundamentalmente el petróleo, para que la iniciativa privada (léase los barones) se queden con el último jirón.
Desde hace 25 años la camarilla que se instaló en el gobierno, en su sentido más amplio, decidió entregar el país a la iniciativa privada (a los barones, en realidad), y ella se ha dedicado a lo suyo. Decidió desmantelar y vender la infraestructura productiva del Estado, se apartó de la actividad económica y se desentendió de su responsabilidad social, y allí están los resultados: 2 por ciento de “crecimiento” económico anual promedio, un déficit creciente de empleo y nulo desarrollo. Prácticamente todo está en manos de la iniciativa privada (ídem), mientras el país se mantiene estancado, pero con fortunas crecientes y cada vez más concentradas.
Las promesas de Calderón son iguales a las de sus predecesores: abundantes e incumplidas, y de acuerdo con la versión oficial los mexicanos deben conformarse, incluso alegrarse, de que en el mejor de los casos sea hasta 2012 cuando eventualmente vean la luz al final del túnel. Entonces, faltan cinco años para que llegue la felicidad, por mucho que el inquilino de Los Pinos diga que “la pobreza y las grandes necesidades del país no permiten mayor demora, los jóvenes requieren respuestas, los campesinos, los indígenas, los marginados de México, los mexicanos más pobres o quienes están en busca de empleo no pueden esperar más”. Pues sí, pero tendrán que esperar al 2012.
Larga lista de promesas la de ayer, que robustece la previa, aunque notoriamente ausentes del inventario de “compromisos” y de los discursos estuvieron varias de las reiteradas ofertas durante su campaña: la desarticulación de los monopolios, como elemento fundamental para alcanzar altas tasas de crecimiento; la lucha en contra de la concentración del ingreso y la riqueza para mejorar el nivel de bienestar de los mexicanos y alcanzar un mejor reparto, y el combate frontal a la desigualdad.
Ni una sola palabra referente a esos asuntos prioritarios se pronunció durante la presentación de sus “programas”, en una mañana pletórica de discursos (Carstens, Sojo, Téllez, Lozano, Kessel, Cárdenas –el ex caballo de Servitje– y Elizondo). Ni una sola, pero al final de cuentas sus puntos programáticos son una copia de la agenda del Banco Mundial, organismo que en público critica a los monopolios, pero en privado los apoya, al igual que el inquilino de Los Pinos.
Los dos de la mano, pero el propio Banco Mundial insiste en que “la economía mexicana requiere una tasa de crecimiento de por lo menos 5 por ciento para lograr una efectiva reducción de la desigualdad social y una reversión de la pobreza. El crecimiento debe estar acompañado de una mejor distribución del ingreso, (y el combate) a la persistente desigualdad”.
Bien. Pónganse cómodos, porque será hasta 2012 cuando se genere empleo (a 66 por ciento), se registre crecimiento (5 por ciento, si bien va), comience el desarrollo (el pago de la deuda social) y arranque el combate contra la concentración del ingreso y la desigualdad (a los monopolios no, porque si no quién paga las campañas), o lo que es lo mismo al final del sexenio.
Se supone que las promesas de campaña se concretarían a partir del primer año de estancia en Los Pinos, pero ahora sabemos que no, que será de aquí a un lustro, en el mejor de los casos. Entonces, surge la duda: si toda esa idílica belleza se alcanzará hasta 2012, sino es que después, ¿por qué Calderón no le ahorró el enfrentamiento al país y presentó su candidatura a la Presidencia de la República en 2012?
Las rebanadas del pastel
Como es tradición, en el país más de 50 por ciento de los trabajadores se quedarán sin el aguinaldo que marca la ley. Ante esa negra posibilidad, los dueños del Grupo México, con Germán Larrea a la cabeza, se repartieron ayer casi 3 mil millones de pesos en aguinaldo vestido de dividendos, al grito de “los mineros sindicalizados nos están llevando directamente a la miseria”. Mientras ellos se reparten el pastel, a las viudas de Pasta de Conchos les ofrecen una bicoca como liquidación por la muerte de sus maridos… Pero, tranquilos: ya viene 2012.