Melón
¡Qué lástima!
Qué lástima, monina, otro espacio radiofónico que se pierde, por cierto, muy bueno. Lo más probable es que no se recupere, que no sepamos el motivo y tengamos que padecer una programación elegida con el pretexto comercial en busca de un rating, que hace rato no lo levantan ni con grúa.
Hacen falta nuevas ideas en esa frecuencia, que sigue empeñada en creer que el canto de las sirenas es real. Digo esto por lo que oigo al cuate que cree que su programa es la biblia y los correos que le envían son de personas que de verdad conocen lo que es la música que llaman salsa.
Desde aquí mi más firme protesta por haber sacado el programa de Andrés Rosales, de la estación que alguna vez se llamó Radio Onda. El nombre que lleva hoy me suena falso, porque de sabor no tiene un ápice. No lo vayas a tomar a mal, Manuel, mis palabras no llevan intención de ofenderte, pero sí deseo que pongas a funcionar tu caletre y encuentres la cuadratura al círculo, ya que el programa de Rosales era un oasis dentro de la mediocridad de tu programación y la insistencia de una salsa que, ¿cocina?, un advenedizo. Perdona mi sinceridad, pero alguien tenía que decirte lo que pasa en tu feudo.
Pasando a otra cosa menos agria, lo invito, mi querido enkobio, al Salón Los Ángeles el jueves 29 del mes en curso, a partir de las 16 horas, a un baile en el que actuarán varios grupos y le rendirán un justo reconocimiento a soneros de ayer, hoy y siempre. El acceso es por la libre, aunque sí se requiere de un boleto. Para mayores informes hay que comunicarse al área de programación de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal, al teléfono 5662-7680.
Así que llegue con confianza, que le aseguro que habrá jícamo en abundancia hasta que se rompa el cuero. Por desgracia, se encuentran delicados de salud personalidades como Tony Espino, Fayo Cabrera, Toño Jiménez y Moy Domínguez, a quienes les deseamos pronto restablecimiento para que nos acompañen ese día, para juntos gozar de una manera espantosa.
En el pasado Festival Internacional Cervantino pude admirar una versión de la obra de teatro Otelo, montada por un grupo esloveno, que me encantó, al igual que la escenificación inglesa de la ópera L’ Orfeo, que me puso a gozar con unas voces de primera calidad. Pero, déjeme decirle, monina, que la actuación de Guillermo Velázquez y los Leones de la Sierra de Xichú, al alimón con Óscar Chávez y Los Morales, fue como diría Lalo Tréllez, “de primer nivel”.
Durante toda la actuación de los ya mencionados, la lluvia no cesó de caer. El público permaneció en sus lugares porque la calidad estaba presente en cada una de las interpretaciones de estos juglares, orgullosamente nuestros.
Para cerrar el espectáculo de esa noche inolvidable, nos regalaron un capítulo llamado “calacas”, que tuvo a la concurrencia con la risa a flor de labio. No se salvaron los que usted ya sabe, todos esos ladrones que tienen a nuestro pueblo en la inopia y al cual pertenece éste, su servidor.
Tuve la atingencia de grabar todo lo sucedido en esa noche de diluvio, que todavía me tiene con la nariz que parece llave de agua. Es decir, con una gripa marca diablo, pero créame, mi asere, valió la pena y una vez más, me declaro admirador de Guillermo Velázquez, lo nombro genial improvisador.
El Caifán no se quedó atrás y la topada cobró brillo, con intervenciones chuscas y de buen gusto, donde “la verdad no peca, pero incomoda” mostró su vigencia, terminando Óscar Chávez como “caifán de la sierra”, y Guillermo un “león chilango”. En fin, mi nagüe, que mi viaje a Guanajuato valió un potosí, espero que pueda repetirlo el próximo año.