TOROS
Calentó la plaza Víctor Mora
Víctor Mora cantaba ese algo terrible que llevaba por dentro y emocionó a los pocos aficionados que asistieron a la México, en la corrida que tomó la alternativa de matador de toros. Le dio un carácter misterioso a la tarde, armónico a su desorden artístico. Estaba el torero tan desbordado que sus trasteos carecieron de estructura y sus pases alocados, pero valerosos, iban cargados de una emoción que transmitía al tendido, hasta cortar una oreja, dar una vuelta al ruedo y salir triunfador del festejo.
Víctor se encontró con los mejores toros del encierro de Xajay. Los dos alegres; el primero muy bravo, fijo y con recorrido, el segundo recargando en el caballo celosamente, a pesar de terminar aquerenciado en tablas. Quizás debido a la pésima lidia que se le dio desde el principio hasta el final. El resto de la corrida, apagado, sin chiste, soso, descastado al grado de contagiar a sus matadores, quienes daban la impresión de estar ausentes. Incluido Alejandro Talavante que sólo se dejó ver en un espléndido quite por chicuelinas, lo mejor de la corrida. De todos modos sin nada que ver con el torero que hipnotizó a la afición hace 15 días.
En los tendidos sobresalieron los olés al valor temerario de Víctor Mora. Un son de vida muerte envolvía su quehacer torero. Olés que rasgaban los vientres y enchinaban la piel. El torero al que le faltaba oficio y técnica y los compensaba con un valor a prueba de componendas. Con dulce ingenuidad transparente vibraba el terero y planeaba a ritmo de las embestidas de los bureles. Los olés eran especiales: secos y duros, cortadores del aliento.
Bien por el joven torero que salió a por todas, en la tónica del mundo actual del toro.