Usted está aquí: domingo 25 de noviembre de 2007 Cultura Vidas encontradas: Cintio Vitier y Fina García Marruz

Elena Poniatowska

Vidas encontradas: Cintio Vitier y Fina García Marruz

Ampliar la imagen Cintio Vitier y Fina García. Ambos, además de Elena Poniatowska, estarán en la FIL de Guadalajara Cintio Vitier y Fina García. Ambos, además de Elena Poniatowska, estarán en la FIL de Guadalajara Foto: Carlos Cinseros

Entre los dos tienen 170 años y quizá porque viven en una isla, su amor es un continente. No sé si Elizabeth Barret Browning y Robert Browning se amaron en esa forma, pero fueron mis ídolos en el Convento del Sagrado Corazón y repetía obsesiva el poema de amor que Elizabeth le decía a Browning: “How do I love thee? Let me count the ways…” como me repito hoy las palabras de Fina a Cintio: “Tú sabes que nosotros somos de un pájaro las dos alas” y de Cintio a Fina: “¿Cómo si estás hecha de nostalgia lo eres todo?/ Y si eres todo ¿por qué ansías en lo oscuro que yo mire y desee tu belleza?” Se lo dice a la noche, pero para él, Fina es el día, la noche, el universo. Romeo y Julieta así se amaron pero no llegaron a viejos. Fina y Cintio, prodigiosamente vivos, se aman el uno al otro todavía más de ser posible después de los 80 años y al amarse se aman a sí mismos a través del tiempo. Se aman a todas horas del día y de la noche. Cumplen ante nuestros ojos el milagro del amor imperecedero, que la verdad yo creí puro cuento. Por eso su libro amarillo de Vidas encontradas y Las miradas perdidas se complementa. Dorso a dorso, vientre contra vientre, corazón con corazón, mitad y mitad, son uno y el mismo cuerpo.

El lector los va descubriendo sin saber por dónde empezar ni cómo voltear el libro. Si el libro lo toma la mano derecha la portada regala Las miradas perdidas de Fina García Marruz. Si lo toma la mano izquierda lee Vidas encontradas, de Cintio Vitier. Una página en blanco divide las dos obras, las dos cosechas, el aluvión de poemas, el torrente de palabras. El libro es el encuentro de la pareja, su diálogo eterno, su modo de estar sobre la tierra, la comunicación de su amor.

Cada poema es inesperado y cae redondo porque sus palabras penetran en nuestra alma y hacen nido. Éste es el secreto de la buena poesía, siempre regresa uno a ella y se la lleva cantando y la repite en las noches oscuras.

Fina García Marruz nació en La Habana el 28 de abril de 1923; Cintio Vitier, en Cayo Hueso, Florida, el 25 de septiembre de 1921. Cintio tiene apenas dos años más que Fina y en el momento en que se vieron se tomaron de la mano para caminar juntos en la misma dirección. Desde que el día se levanta hasta que anochece son el uno para el otro. Lezama Lima los acompaña y los guía. Cintio Vitier lo confirma en A ti leo mis poemas. “A ti leo mis poemas/ para que nazcan realmente./ Su rostro de palabras/ en el tuyo de amor se me dibuja/ por la primera vez,/ y así amparado/ que duele menos la pobreza/ que el cariño ilumina./ Émula de la dama absorta de Vermeer,/ tú fijas en el fiel de la balanza el peso/ de la esencia fugitiva, que se me escapa siempre./ La salvación o perdición de cada línea/ está pendiente de tus ojos, aptos/ para probar la poesía como el fuego/ para probar espadas./ Tú dices, musa/ de mi pasión y de mi lucidez,/ la última palabra, la que falta,/ igual que el beso de oro de la madre,/ para que surja el hijo y yo lo acepte./”

Ambos pertenecieron al grupo de poetas de la revista cubana Orígenes. Cintio Vitier, graduado de bachiller en ciencias y letras en el Instituto de La Habana, se recibió de abogado pero nunca ejerció porque a los 17 años la poesía lo tomó por asalto y supo que para él lo sería todo al igual que Fina, su mujer poesía, su musa, su esposa. Entonces publicó su primer poemario y nos deletreó a su amada. “La vi en la multitud/ rugiendo paz, bramando alegría,/ pero no era ella:/ era la multitud amándola/. La vi en el juicio/ aniquilando a un débil, a un indomeñable, pero no era ella:/ eran los jueces usándola/. La vi en la soledad/ inundando de conciencia a lo inconsciente,/ pero no era ella:/ era sólo la hermosura de sus ojos”. Fina es clara en su respuesta. “Soy ahora a la vez el músico y los sones/ y el que de lejos oye. Las conversaciones/ del grupo familiar, dan un rumbo ambiguo”. Después del bachillerato, Fina se doctoró en Ciencias Sociales en la misma universidad que Cintio y como la marcó la visita de Juan Ramón Jiménez a Cuba en 1936 (quién hizo el prólogo del primer libro de Cintio) se fue a la Biblioteca Nacional José Martí para volverse una investigadora tan capaz que terminó haciendo la edición crítica de las Obras Completas de José Martí al lado de otros estudiosos y especialmente del amor de su vida, Cintio, quien además fue su maestro, como lo había sido de los muchachos de la Escuela Normal para Maestros de La Habana y de la Universidad Central de las Villas.

Si entre los dos tienen 170 años, Cintio Vitier escribe a su amada: “Ahora que empieza a caer, del cielo/ de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,/ profundo, estrellado, carne y alma nuestra,/ ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,/ ahora que el lápiz finísimo, grabando/ una medida sagrada, una cantidad misteriosa/ del vino que sube en la jarra de la ofrenda,/ empieza a trazar junto a tus ojos, vivos/ como ciervos bebiendo en el agua extasiada,/ junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,/ las huellas del tránsito de nuestra juventud,/ ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía/ porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón/ y es algo mucho más terrible y precioso que el amor/ que diariamente conocíamos,/ ahora, mujer, ahora, destinada mía,/ es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,/ que dice únicamente así:/ te amo, lo mismo/ en el día de hoy que en la eternidad,/ en el cuerpo que en el alma,/ y en el alma del cuerpo/ y en el cuerpo del alma,/ lo mismo en el dolor/ que en la bienaventuranza,/ para siempre”. Fina García Marruz recuerda que “en lo que mira y en lo que toca algo muy lejos se va huyendo” y le aconseja a su amado: “Sé el que eres, que es ser el que tú eras,/ al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,/ sé sabiendo que cuando nada seas/ de ti se ha de quedar lo que quisiste”. En el poema La máscara se vuelve contundente, pero no se entristece ni entristece a sus lectores: “Soy vieja ya, he tenido varios rostros/ he tomado como míos estos miembros/ que no escogí, sencillamente obedezco/ sencillamente acepto como uno que va a dormirse./ En la playa comíamos ostiones con las otras/ muchachas./ Las otras se bañaban, pero yo prefería quedarme/ junto a las altas rocas mirando el mar. Me miran/ sin soñar que tengo un nombre y un cuerpo,/ veo en sus ojos una definición un tanto rápida/ soy una vieja parecida a todas las viejas,/ como ellas todo el mundo acepta que me voy a/ morir./ A las puertas de lo terrible, tan sólo yo espero/ a la desesperanza. Cuando alguien me llamaba/ yo sabía que veía otro rostro que era mi alma./ Yo tuve otro rostro que es mi alma./ Pero ahora mi vida se hunde en mí como los/ impenetrables crepúsculos”.

Con razón dijo de Fina el gran Eliseo Diego: “Desde niña, y sin que ella o los demás pudieran remediarlo, comenzó a irradiar su extraña luz sobre el contorno, convirtiendo a sus tías en las conmovedoras criaturas que pueden verse en las miradas perdidas, y en los barrios, parques y niños más de veras que haya nadie soñado nunca. En el libro Visitaciones, escrito en el idioma que Fina García Marruz pide para sí –“quiero escribir con el silencio vivo”–, se encuentran algunos de los poemas de más apasionada belleza que se hayan compuesto en lengua española desde que asomó el mil novecientos”.

Para rendirle homenaje al amor amoroso de las parejas pares, escriben juntos Estudios críticos, en 1969; Temas martianos, en 1969; Poesías y cartas, en 1977; Flor oculta de poesía cubana, en 1978; Viaje a Nicaragua, en 1987; Hojas perdedizas, México, 1988; Poesía escogida, en 1999, y La literatura en el Papel Periódico de La Habana.

A Cintio Vitier lo conocemos bien porque ganó el Premio Juan Rulfo en 2002.

El escritor cubano Froilán Escobar dice que no sabe quererlos por separado. Tiene razón porque siempre están juntos dentro de la esencia gozosa de su isla. La poesía en ellos es fe, fuente, raíz y justicia. Sonríen al unísono porque para ellos lo estético es ético. Su amor es su encuentro. “Lo que él siente, es exactamente lo que siento yo” dice Fina. De tanto quererse, ahora se parecen hasta físicamente. No tienen escapatoria.

 
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