Usted está aquí: domingo 25 de noviembre de 2007 Política Mientras tanto, no pasa nada

Rolando Cordera Campos

Mientras tanto, no pasa nada

Día tras día asistimos al recuento de nuestra renuncia como país a aprovechar las oportunidades que nos ofrece el mundo, por un lado, y lo que en México se hizo a lo largo de los años. Echamos por la borda el ahora tristemente célebre “bono demográfico” y en un descuido podemos encontrarnos en tal situación de enfrentamiento político y desaseo gubernamental que el otro “bono”, el democrático, puede irse también por la borda. Y lo mismo pasa con las estructuras de oportunidad que abrió el cambio estructural a pesar de sus malhechuras y contrahechuras: no ocurre todos los días que un país con una economía industrial más o menos robusta aunque no tan sólida como debía, deja ir las bondades que ofrece el acceso preferencial al mercado más grande y hasta hace poco más dinámico de la tierra. Pero así ha ocurrido y lo peor falta por llegar.

Hace una semana, el señor Bruno Ferrari se quejaba en Acapulco del desaprovechamiento empresarial de las avenidas del comercio exterior, y llamaba la atención de exportaciones no hechas a Canadá, Arabia Saudita o Italia, mientras señalaba la subutilización de los cupos negociados con Japón después de la firma del TLC con el coloso oriental. El señor Diez Morodo, presidente del Consejo Mexicano de Comercio Exterior (Comce) admitió la situación y pidió más coordinación con el gobierno, como si viviéramos en tierras adánicas y la apuesta mexicana por la ruta exportadora fuera apenas descubierta por Eva o alguna malvada serpiente.

Qué pasó y por qué con el Banco Nacional de Comercio Exterior y Nacional Financiera; con base en qué razonamientos se creó “Pro México” sin haber respondido las preguntas anteriores; cómo se puede avanzar en la reinvención de anillos industriales guiada por la propia apertura externa; serían algunas cuestiones que nos permitirían encauzar las generalidades del dirigente de los exportadores mexicanos, y tal vez evitar ser presas de ocurrencias como las emitidas en ese mismo encuentro por el subsecretario de Hacienda, al recomendar “hacerle como India” y exportar servicios o “aprovechar la devaluación del peso mexicano con respecto a monedas diferentes al dólar, por ejemplo frente a naciones de América Latina”. Quizás, sólo quizás, hasta podría evitársele el mal rato al entusiasta promotor de la competitividad Roberto Newell, quien desde el Pacífico declaró: “me da pena, francamente coraje que desperdiciemos estas oportunidades” (El Economista, 16/11/07, p 1, 32)

Cada vez es más claro que tenemos un grave problema institucional y político, de legitimidad del Estado y sus órganos y personal dirigente, y que es en ese nudo, que no admite preciosismos econométricos, donde podremos encontrar la manera de poner al país a invertir de nuevo, para empezar a crecer y emplear gente, sobre todo jóvenes, cuyas habilidades y destrezas no usadas constituyen el mayor desperdicio de todos. Acumular capital es variable clave del orden económico capitalista y si esto no ocurre, algo malo –rumbo al desastre– pasa con los capitalistas y sus “comités ejecutivos” que ni siquiera se preocupan por el mal funcionamiento de las poleas primordiales de la máquina económica.

Sin capacidad para gastar y sostener el gasto, el Estado renuncia a una de sus funciones históricas ineludibles, que es la creación de condiciones generales para invertir y ganar. La otra tarea central, que tiene que ver con el orden y la hegemonía, vinculada con el gasto en educación en todos los niveles, cultura, bienestar y, desde luego, seguridad, se deteriora a pasos acelerados para ahondar la falla original de la legitimidad del Estado que desató la crisis fiscal, larvada o no, pero evidente hasta para los que pretenden emular a Limantour.

Andamos en círculos y tal vez sea por ello que nos inventamos cruzadas o alarmas, que poco tienen que ver con la fragilidad ingente del territorio ante los regaños iniciales de una naturaleza afectada en sus centros. Defendemos la libertad de expresión frente a los partidos o reclamamos la libertad de cultos cerrando las puertas de Catedral. En estos y otros casos, lo único que se puede avistar es la miopía cerril de las cúpulas dominantes, que no parecen dispuestas a admitir que su sistema de privilegios y formas de ejercer y conservar el poder llevó al país todo, incluidos ellos y sus seguridades, al borde del precipicio. De aquí la necia campaña en pos de chivos expiatorios y el regodeo a que se dan funcionarios, políticos y algunos de los empresarios que quedan, con una economía que se come las bases de su propia reproducción.

Mientras tanto, la victoria y el júbilo llegan a nuestras playas: “En los primeros nueve meses de 2007 se reportó el mayor saldo de activos de mexicanos en el exterior desde que se tiene registro (1960)... En los primeros nueve meses de 2007 el monto de (depósitos en bancos del exterior) se ubicó en 11 mil 800 millones de dólares, mientras que la inversión directa llegó a 6 mil 464 millones de dólares” (El Universal, 24/11/07, p. 17).

 
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