Alicia Alonso, desde La Habana, lamentó el deceso de “un filósofo de su arte”
Murió Maurice Béjart, uno de los renovadores de la danza moderna
Fue un artista “de imaginación portentosa”, subrayó la directora del Ballet Nacional de Cuba
Se enorgullecía de haber acercado esa disciplina a un público masivo
El 20 de diciembre estrenarán La vuelta al mundo en 80 minutos, obra póstuma del legendario coreógrafo francés
Ampliar la imagen El coreógrafo francés Maurice Béjart, con algunos bailarines de su compañía en Lausana, Suiza, durante la creación de una de sus obras póstumas, en febrero de 2001 Foto: Pablo Espinosa
Lausana, Suiza, 22 de noviembre. El coreógrafo francés Maurice Béjart, considerado uno de los máximos renovadores de la danza contemporánea, falleció en Lausanna este jueves a los 80 años de edad, luego de haber sido hospitalizado por segunda vez en un mes, afectado por graves problemas cardiacos y renales.
Pese a su delicada salud, el legendario creador seguía todos los días las actividades de la compañía que fundó, el Béjart Ballet de Lausana, y en especial los ensayos de su más reciente obra, La vuelta al mundo en 80 minutos, cuyo estreno está fijado para el próximo 20 de diciembre.
Desde La Habana, Alicia Alonso, leyenda de la danza cubana, lamentó la muerte de Béjart, a quien exaltó como “uno de los grandes coreógrafos de todas las épocas” y “un filósofo de su arte”.
Fue un artista “de imaginación portentosa”, manifestó la directora del Ballet Nacional de Cuba.
Formación en Londres y París
Nacido el primero de enero de 1927 en Marsella (sur de Francia), Maurice Berger, hijo del filósofo Gaston Berger, cambió después su apellido para adoptar, en homenaje a Molière, el nombre de la esposa de éste, Armande Béjart.
Luego de terminar la licenciatura en filosofía, el artista abandonó los estudios para dedicarse de lleno a la danza, mundo al cual se acercó gracias a un médico que le aconsejó “fortalecer un cuerpo flacucho”.
Su formación básica como bailarín clásico la obtuvo en Londres y París, y en 1952 realizó su primera coreografía para la película sueca El pájaro de fuego, donde además fue el primer intérprete.
Muy pronto los límites de la danza clásica le quedaron chicos a Béjart, quien manifestó que él deseaba que la danza se convirtiera en “el arte del siglo XX”.
“He sacado la danza de las salas de ópera para llevarla a los palacios de deportes, a los Juegos Olímpicos y al festival de Aviñón”, decía el artista, orgulloso de haber llevado sus creaciones a un público masivo.
Sus ansias de experimentación le acarrearon ciertas dificultades al inicio de su carrera. El público de los grandes foros de París, acostumbrado a planteamientos escénicos más conservadores, más de una vez recibió con abucheos las obras de Béjart, por lo que debió trabajar en el extranjero.
El primer gran éxito del co-reógrafo fue su versión de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky.