La muestra
La casa de Alicia/ Cállate y canta
Una de las mejores sorpresas de la muestra es la proyección del primer largometraje de ficción del experimentado documentalista brasileño Chico Teixeira, La casa de Alicia (A casa de Alice). La protagonista (Carla Ribas, estupenda) es una ama de casa de 40 años, habitante de un barrio popular en las afueras de Sao Paolo, manicurista de profesión, madre de tres hijos, casada con un taxista que la maltrata, ignora o engaña. Alicia, al borde de un ataque de nervios, tiene como única distracción las pláticas con amigas y colegas, el faje erótico en los autobuses, una aventura con un ex amante y la taciturna compañía de su madre anciana, quien silenciosamente observa cómo se derrumba el hogar mientras atiende todas las faenas domésticas y pierde paulatinamente la vista. Todo un asunto de telenovela, conducido, sin embargo, con una certera observación naturalista y un desenfado en el registro de emociones y comportamientos sexuales que remite al retrato de otra ama de casa excedida por las circunstancias, la Gloria (Carmen Maura) de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (Pedro Almodóvar, 1984).
El tono aquí no es, sin embargo, el de una comedia, ni la abuela tiene la gracia y encanto de la Chus Lampreave almodovariana asesorando a sus nietos en sus tareas escolares. Hay, en cambio, tres adolescentes hartos de ver cómo se colapsa su mundo doméstico, deseosos tal vez de huir de él lo más pronto posible. La madre es el frágil sostén de esta convivencia familiar, y su ausencia probablemente precipitaría a todos los personajes en el desierto sentimental que se percibe en una reciente cinta mexicana, todavía inédita, La Familia tortuga, de Rubén Imaz. Teixeira ha concentrado en una figura femenina toda la desazón de una crisis familiar, haciéndole vislumbrar a Alicia esporádicos momentos de regocijo amoroso en medio de una rutina hogareña que amenaza con desequilibrarla mentalmente. Una fina radiografía social que renueva inteligentemente las opciones narrativas del melodrama.
Una histeria colectiva
El 10 de marzo de 2003, a pocos días del inicio de la agresión militar estadunidense contra Irak, la joven Natalie Maines, vocalista del exitoso grupo de música country The Dixie Chicks, declaraba en un escenario londinense: “Sólo para que lo sepan: nos avergüenza que el presidente de Estados Unidos sea de Texas”. Esa frase bastó para que en un clima de histeria colectiva y en un momento en que George W. Bush gozaba del favor decidido de la opinión conservadora, la carrera de las tres cantantes se viera amenazada. Uno a uno se sucedieron los boicots comerciales en la radio, sobre todo en el midwest y el sur de la nación. Se intensificaron las campañas de odio contra las cantantes, a quienes se representaba como ángeles de Saddam Hussein y como una vergüenza nacional.
Las realizadoras Cecilia Peck y Barbara Kopple (esta última autora del estupendo documental Harlan County USA, de 1976) siguen de cerca en Cállate y canta (Shut up and sing), lo acontecido durante los tres años siguientes, registrando la actitud valerosa del grupo, su firmeza moral y su actitud crítica, estratégicamente mitigada, ante las amenazas de muerte y las incontables agresiones verbales, todo, hasta conseguir una reparación final del daño ocasionado. Hacia 2006 es claro el desprestigio de la aventura militar y el fracaso de su instigador principal, y se acumulan las evidencias de que los argumentos en favor del conflicto armado (en particular la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Hussein), habían sido totalmente falsos.
Durante tres años, las documentalistas contrastan los testimonios en favor y en contra de las cantantes, exhiben la actitud de las empresas y medios de comunicación empeñados en ensuciar su imagen, y la respuesta de las jóvenes con la estrategia publicitaria de hacerse retratar desnudas con los insultos tatuados en sus cuerpos, para la revista Entertainment Weekly, que entonces las llama Radical Chicks. Hacia mayo de 2006, el nuevo disco del grupo antes denostado tiene un éxito formidable con más de un millón de copias vendidas, y un hit, Not ready to make nice, en el que las cantantes repiten gozosas en Londres, en el mismo viejo “escenario del crimen”, aquella frase que casi les costó su carrera. Un documental muy ágil, de vigencia y actualidad incuestionables.