El libro se ofrece como un santoral laico difícil de clasificar: González Casanova
Galería de personajes contestatarios en Sentido contrario, de Hernández Navarro
En el volumen se establecen diálogos entre los protagonistas, en su intento por construir una sociedad más justa, señala Gutiérrez Vega
La presentación del texto deviene fiesta a San Precario
Ampliar la imagen Luis Hernández Navarro, autor de Sentido contrario, durante la presentación del libro en Casa Lamm. Lo acompañan Elena Gallegos, Hugo Gutiérrez Vega, Magdalena Gómez y Pablo González Casanova Foto: Carlos Ramos Mamahua
En el desorden acostumbrado, los lectores y presentadores coincidieron en destacar la presencia de San Precario, el canonizado por los subempleados en la vieja Europa. El pretexto fue la presentación de Sentido contrario, la colección de “retratos hablados” escrita –y en parte vivida– por Luis Hernández Navarro.
Corre la voz del poeta Hugo Gutiérrez Vega, inmejorable en su dibujo de centenares de páginas: “El libro tiene un propósito muy claro y preciso: a través de inteligentes retratos hablados entregarnos una amplia nómina de personajes contestatarios, que, siguiendo el camino del pensamiento utópico, han buscado las formas de mejorar el mundo y de lograr la instauración de una sociedad más justa, más libre y más igualitaria. En esta nómina figuran tanto mexicanos como extranjeros y aparecen, con singular fuerza, los que más han influido en el pensamiento de Hernández Navarro y en su lucha para que, más temprano que tarde, parafraseando al presidente perpetuo de Chile, Salvador Allende, el hombre nuevo, formado por el pensamiento de izquierda, recorra las grandes avenidas de un mundo concebido desde la perspectiva de un auténtico humanismo”.
Se ha dicho, con esto, de qué trata el libro de Hernández Navarro. Asunto distinto es cómo lo trata. Pablo González Casanova, también presentador del libro la noche del pasado jueves 15 en la Casa Lamm, no está muy seguro. Recibió el libro con anticipación, en hojas sueltas que cayeron al suelo. “No importa”, se dijo, porque encontró en las páginas, a pesar de las múltiples lecturas y entradas posibles, “una coherencia extraordinaria”.
Y siguió el autor de La democracia en México explicando sus dudas sobre Sentido contrario: “Es un libro muy extraño y de nunca acabar, tan extraño que no lo puedo ubicar en un estilo literario determinado”. Se parece a uno de esos murales mexicanos clásicos.
La sucesión y mezcla de personajes acentuaron las dudas del lector González Casanova. Se hallaba como lector en lo más hondo del México violento cuando se le apareció de pronto el profesor Noam Chomsky, sólo para que después saltasen a escena el camarógrafo altermundista Brad Will, el precursor intelectual del zapatismo Floriberto Díaz, el appista Flavio Sosa, el agricultor francés José Bové, el periodista Robert Fisk. “Uno empieza a no saber qué pieza de teatro es esa, qué teatro del mundo, qué teatro de México es ese”.
El colmo y la paradoja es que González Casanova entendió, o pudo explicarnos, la coherencia, la unidad del libro de Hernández Navarro, cuando apareció en escena el Gritón, pintor y personaje que encarna el desorden, si los hay.
Gutiérrez Vega, director de La Jornada Semanal, propuso no un orden sino otra lectura. Los personajes de Sentido contrario, dijo, “mantienen entre ellos una conversación sobre sus intentos para construir una sociedad más justa. Todos ellos, dirigentes sociales, intelectuales públicos, pensadores indígenas, defensores de los derechos humanos, líderes campesinos, comandantes y subcomandantes, poetas, novelistas, músicos, cineastas, fotógrafos, pintores, altermundistas y ciudadanos de a pie, han tenido una actitud de rebeldía frente al sistema que ha derrotado a las utopías y ha establecido el reino del cinismo y de la demagogia”.
Son personajes, además, que “forman parte de la cadena de admiraciones y de entusiasmos que Hernández Navarro cultiva y estudia con acuciosidad excepcional. Para el sistema, estos ‘desadaptados’ dan muestras de inmadurez. Hernández Navarro, en cambio, nos habla de la madurez radical de estos contestatarios que quieren, como decía Brecht, ‘dejar al mundo mejor de como lo encontraron’”.
En esta galería de miradas, muy a tono con el contenido del libro presentado, Elena Gallegos, en su turno, prefirió una lectura desde el oficio. Ella encontró en el libro “acercamientos con la práctica del mejor ejercicio periodístico, aquel que se basa en la investigación y no se conforma con la versión interesada que surge de las oficinas de prensa, el que no tiene empacho en denunciar antes que complacer, el periodismo incómodo que no oculta su compromiso ético o ideológico, y que causa escozor en los de arriba porque hablar de aquellos que son ignorados en los grandes centros de decisión, en los medios masivos de comunicación, es y será siempre la mejor apuesta contra el olvido”.
En opinión de la coordinadora de información de este diario, en Sentido contrario “se combinan la narración literaria con lo mejor del reportaje, la crónica, la entrevista, géneros que ha ido afinando Luis en los últimos 10 años, sin perder nunca el rigor del estudioso”.
Para la abogada Magdalena Gómez el libro ofrece, además de los rostros de los personajes incluidos, el retrato mismo de su autor: “Vemos a Luis Hernández en los ideales que practica, en cada texto, en cada frase, en cada acotación a la rebeldía”. Gómez encontró, además, un segundo gran retrato: el del diario La Jornada y sus temas cotidianos.
La lectura de Sentido contrario la remitió a Erich Fromm “en sus planteamientos sobre la desobediencia, cuando señaló que reyes, sacerdotes, patrones de industria y padres han insistido durante siglos en que la obediencia es una virtud y la desobediencia un vicio. Y nos recuerda que según los mitos de hebreos y griegos, la historia humana se inauguró con el acto de desobediencia de Adán y Eva”.
Luis Hernández relató, por su parte, algunas historias que quizá incorpore en una futura edición a contracorriente. Por ejemplo, la del líder de músicos duranguenses Juan Lira, a quien abandonar la CTM le costó la vida. La escena de su entierro en un cementerio del desierto, con la gente de negro, la arena blancuzca alzándose sobre todos, y el mariachi tocando My sweet Lord, de George Harrison, llevó a Hernández Navarro a la convicción de que hay historias que sólo pueden ser contadas con herramientas literarias.
Historias como la de Lira añadirán capítulos a la inacabable galería de rebeldes –o contestatarios, como dice Gutiérrez Vega– y ayudarán, sostuvo, Hernández Navarro, a edificar “nuevos mitos que nos ayudan a construir nuestra identidad, nuevos mitos que sean la materia prima de utopías realistas o realizables”.
No menos diversa que la galería de retratados resultó la asistencia de antenoche en la Casa Lamm. Se vieron dirigentes activos y retirados de organizaciones campesinas, líderes magisteriales viejos o más viejos, appistas y zapatistas.
Se pudo ver por ahí a Manuel Camacho, Rosario Ibarra, Juan Bañuelos, Jesús Martín del Campo. Y también al padre de Alexis Benhumea, el muchacho asesinado en Atenco; a Vicente Estrada, alguna vez lugarteniente de Lucio Cabañas; y a Carlos, hijo del mítico dirigente campesino Álvaro Ríos. Unos entre muchos que acompañaron la celebración en Sentido contrario.
A saber si rondaron por ahí los fieles de San Precario, el santo de los precaristas europeos del que Hernández Navarro ha venido a informarnos. Un santo, resume Gutiérrez Vega, que “hace sus milagros a los trabajadores de tiempo parcial, a las víctimas de la flexibilidad laboral, en suma, a los sobrantes sociales. Hernández Navarro nos cuenta su hagiografía y da testimonio de algunos de sus patentes milagros”.
González Casanova recuerda que Hernández Navarro le hizo caso en aquello de pensar en su libro como un “santoral laico” y disiente sobre las virtudes de San Precario: “No ha hecho el milagro que tenía que hacer, que es acabar con la pobreza”.
Pues no. Ni San Precario ni todos los incluidos en la mexicana Letanía de los pobres contra los ricos obrarían ese milagro (León de San Marcos, descuacharrángalos./ Perrito de San Roque, aporréalos./ Ballena de San Jonás, almuérzatelos./ Mulita del Nacimiento, patéalos./ Lanza de San Longinos, ensártalos).
Con todo, los asistentes a la presentación no se quedan con las disquisiciones hagiográficas, sino, es de esperarse, con el sabor de boca que le quedó al maestro Gutiérrez Vega: “(Existe) a pesar de todas las tragedias que nos agobian, una especie de precaria esperanza, pero, sobre todo, una afirmación de que no todo está perdido y de que quedan vivos muchos aspectos recuperables del ser humano”.