Bajo la Lupa
Las guerras del capital: ¿hacia la “tercera guerra mundial de cinco minutos”?
Ampliar la imagen Mahmud Ahmadinejad, criticado por Dietrich, por poner “en charola de plata” las justificaciones bélicas de EU e Israel Foto: Ap
Ahora, la conocida obra del ideólogo socialista alemán Heinz Dieterich (HD), Las guerras del capital, de la cual tuvimos el honor de formular una nueva introducción, se ha vuelto consulta académica obligada y se nutre con la adición de la amenaza de “otra guerra del capital” que intitula Irán: la amenaza del colonialismo nuclear. Es decir, ni más ni menos que la “tercera guerra mundial de cinco minutos” y su “holocausto nuclear” que han pregonado –cada quien a su peculiar manera– tanto baby Bush como el fundamentalista israelí-estadunidense Norman Podhoretz (a quien HD menciona extensamente, por cierto), padrino de los neoconservadores straussianos (quienes llevaron a la catástrofe militar de Estados Unidos en Irak) y prominente integrante del siniestro y ultrabélico Comité por el Peligro Presente (CPD, por sus siglas en inglés).
Sean “demócratas” con Mossadegh o “revolucionarias islámicas”, las “guerras del capital” son inmutables y sus objetivos no varían con ningún imperio –sea británico o estadunidense– y corresponden al tropismo del crudo poder que exacerba la espiral acumulativa del “gran capital” que depende de su complejo-militar-industrial y de la captura de los recursos de materias primas de los países valetudinarios.
Rescatamos una frase verdaderamente perturbadora del arsenal intelectual de HD: “como resultado deliberado de la contrainsurgencia de Washington, que siempre se enfoca hacia el vaciamiento del campo de la población rural a fin de negarle a la guerrilla el apoyo popular, la destrucción de la nación (¡supersic!) es la consecuencia ineludible de la intervención imperialista”. ¿Constituye el régimen torturador bushiano un destructor de las naciones débiles?
Después de exponer con lujo de detalle la flagrante desestabilización en curso contra la teocracia chiíta, HD es muy severo con el presidente Ahmadinejad, a quien critica por haber “puesto en bandeja de plata” la justificación bélica que buscan Estados Unidos e Israel ante la opinión pública mundial, con sus antiéticas y tontas declaraciones sobre la inexistencia del holocausto nazi y la cercana destrucción del Estado de Israel. HD profundiza en que, amén de haber proporcionado el “pretexto propagandístico”, aporta más que nada “la base jurídica de un casus belli: la guerra preventiva para abortar una agresión planeada, figura jurídica reconocida en el derecho internacional”.
¿Sin tales declaraciones de Ahmadinejad, Estados Unidos e Israel, de cualquier manera se abstendrían de atacar, incluso con bombas nucleares, de acuerdo con las motivaciones “crematísticas”, ontológicas y teleológicas primarias de las “guerras del capital”? Sea lo que fuere, están listas las 400 bombas nucleares que Israel puede lanzar desde los submarinos que le proporcionó Alemania y que se han posicionado en el estrecho de Ormuz.
HD puntualiza que “el petróleo y la demografía” constituyen las verdaderas motivaciones del probable ataque de Estados Unidos e Israel contra Irán como ha expresado el general Ephraim Snehr, ex vice ministro de Defensa y miembro de la Knesset (parlamento) de Israel, el cual padece una notoria “debilidad” poblacional que obstaculiza sus proyectos expansionistas y anexionistas. El general Snehr proclamó que nadie querría “vivir en Israel bajo la sombra nuclear”, por lo que “hay que destruir, si es necesario con las armas, al nuevo imperio persa y sus ambiciones nucleares”.
La enésima guerra del capital contra Irán pareciera inevitable en la óptica de HD, quien pone en relieve la ominosa amenaza de la tercera guerra mundial pregonada por Bush y el “ataque-ensayo del 6 de octubre” contra instalaciones sirias durante una incursión israelí.
La guerra del capital contra Irán la han escrito en el muro los halcones estadunidenses e israelíes y han puesto como fecha límite el fin de 2007 o el inicio de 2008. La “única barrera real a la agresión de la falange Bush-Olmert-Sarkozy-Merkel-Brown ha sido la valiente posición del presidente ruso Vladimir Putin”, refiere HD, cuyo apoyo político y militar, sin embargo, no es suficiente para detener la guerra, por lo que al gobierno iraní no le quedará otra vía que buscar una solución negociada pronto para que la “revolución islámica” no fenezca en las “ruinas”, como las revoluciones socialistas árabes previas.
Sea cual fuere el desenlace en el Golfo Pérsico, la fractura tectónica geopolítica del siglo XXI, queda el sabor amargo del destino, misión y vocación de los países “pivote”, “amortiguadores” o “protectorados” (Curzon dixit), como Irán, que son atrapados en los lúdicos juegos darvinianos de las guerras del capital de las grandes potencias.
Sin embargo, en el horizonte —un tanto idílico, nos criticarán—, existe una leve esperanza para no sucumbir humillante y fatalmente: la “guerra asimétrica” (la de la cuarta generación, de William Lind), la guerra de guerrillas contra poderosos ejércitos nucleares, de los pueblos gloriosos imbuidos de mística y carácter.
A diferencia de otras guerras –como han demostrado las recientes derrotas de los poderosos ejércitos nucleares de EU en Irak y Afganistán y de Israel frente al Hezbolá libanés–, el lúdico juego darviniano de Washington y Tel Aviv contra Irán no será un paseo dominical, amén que la opinión pública mundial no lo aceptaría y que convertiría a los ciudadanos israelíes y estadunidenses en parias execrables de la humanidad. Como nunca, el costo sería muy elevado y las desventajas superarían los dividendos poco convincentes.
Pero la teocracia chiíta iraní, en su menor nivel, también juega a la “crematística” capitalista y posee un as bajo la manga: el cierre del estrecho de Ormuz que mide 55 kilómetros y que elevaría el precio del petróleo a más de 200 dólares por barril (si no es que a más de 400 dólares), lo cual, en la etapa de recesión económica estadunidense –en plena descomposición geofinanciera, geoeconómica y geopolítica, a la que se agrega el derrumbe de su aliado pakistaní– y con la opinión pública internacional en su contra debido a su bélico aventurerismo unilateral, provocaría un efecto dominó global de pronóstico reservado.
Quizá esta vez como nunca en la historia del género humano, el gran capital, tocado de muerte en sus entrañas financieras, se encuentre al borde del suicidio más que ante una asombrosa renovación transmutada.
En cualquier escenario, es preferible que la teocracia chiíta iraní no caiga en provocaciones y se siente a negociar en forma multipolar, de acuerdo con las nuevas reglas que se están forjando en el incipiente orden hexapolar.
Porque los imperios anglosajones como el británico y el estadunidense, a semejanza del romano (más glorioso), se derriten por dentro, aun ganando en el corto plazo, y a la larga sus guerras del capital acaban por ser fútiles. Tal es el verdadero “dilema”, un poco en la óptica de Brzezinski, de Estados Unidos y de su apéndice israelí. A nuestro humilde entender, en ambos escenarios (bombardeo unilateral o negociación), Estados Unidos e Israel ya perdieron, incluso lanzando todas sus bombas nucleares. Sin despeinarse demasiado, triunfan Rusia y China. Y esto no venía en el guión de la globalización.
Una negociación creativa con Irán (v.gr., trueque de uranio por gas) le redituaría más a Estados Unidos que una guerra unilateral.