Usted está aquí: martes 13 de noviembre de 2007 Política Friedrich Katz, maestro generoso

Adolfo Gilly

Friedrich Katz, maestro generoso

Ampliar la imagen Katz, tras la huella de Villa Katz, tras la huella de Villa Ilustración: El Fisgón

A fines de septiembre pasado la Universidad de Chicago realizó un seminario en honor de Friedrich Katz, de su obra y de los 80 años de su edad. Una de esas noches hubo una cena en el Club Universitario, en un salón de alto techo artesonado donde se podía entrar sin corbata –los académicos de Estados Unidos suelen tener hábitos de agradable informalidad–, pero no con jeans –los clubes universitarios suelen anteponer sus condiciones.

A algunos colegas y amigos de Katz se nos había pedido de antemano que dijéramos unas palabras: tiempo límite, cinco minutos. Intimidado por el alto techo, la gran asistencia y el límite de tiempo, yo apenas atiné a anotar y a leer estas líneas, “Los universos de Friedrich Katz”:

Para hacer un universo hacen falta tres cualidades: grandeza de alma, oficio depurado, vida vivida.

Pocas veces alguien reúne todas, pero Friedrich sí.

Y, además, hay que tener ganas.

Así, a puras ganas, Friedrich Katz ha creado no uno sino tres universos. Los nombro en sentido inverso a su aparición.

Su Pancho Villa es, como lo son los clásicos, un universo. Allí está todo, en presencia o en huella. Y lo que allí no está, no existe, nunca hubo existido.

Sus discípulos y sus amigos, los que aquí estamos y los que no están, somos el segundo universo, no de historias sino de ideas y de afectos.

Jana y Friedrich y todo cuanto estos nombres contienen, son el primero, sin el cual no habría los otros dos, un mundo donde los nietos escuchan en Chicago a su abuelo de Austria historias de Pancho Villa, narraciones de jinetes del norte mexicano, relatos de la frontera.

Salud a Friedrich Katz, hacedor de universos, perseguidor de huellas y narrador de historias.

***

Este historiador que antes digo es también un maestro generoso, para quien el conocimiento no es una propiedad sino un bien a compartir con todos.

Te muestra cuánto puedes saber a partir de lo que ya eres, no cuánto ignoras en comparación con lo que él sabe y enseña.

Te plantea problemas en el camino por donde vas andando, no te cambia camino. Eres tú quien lo cambia si el caso te llega.

Te señala donde se bifurcan los caminos antes que tú lo sepas: a veces es consejo, a veces advertencia, suele ser muchas veces ambas cosas. Pero eres tú el que elige por cual de ellos te vas en adelante.

Te ofrece cuanto tiene: lo que ya investigó y lo que está buscando. No teme el plagio, porque éste no existe al nivel de la búsqueda y al nivel de lo escrito carece de importancia. Lo que cuenta es la curiosidad y el gusto de asombrarse ante los hallazgos propios o de otros.

No se complace en hablar mal de colegas y prójimos: a lo más sonríe y le encuentra al otro el punto o el detalle bueno.

No quiere que seas como él. Quiere que seas como tú.

Sabe leer los documentos por detrás de lo que dicen: los documentos como reflejo pálido del mundo real; lo que están diciendo sin decirlo; lo que callan detrás de lo que dicen; lo que quieren contar o esconder tras la forma en que fueron escritos.

Te da además su experiencia de vida, en modo alguno opuesta a los libros o sustituta de ellos, sino discretamente expresada en sus modos, en su conversación y en su arte sutil de escuchar.

***

Las dos historias de Friedrich Katz, la de su propia vida y la que él escribe, están llenas de seres humanos y de sus vidas antes que de discursos y de sus emisores. Por eso pudo escribir, casi al inicio de su Pancho Villa, después de indagar las varias razones de la rebelión norteña: “Sin embargo, el elemento más importante para explicar el estallido de la revolución en Chihuahua es la capacidad de lucha y la confianza en sí mismos que tenían sus habitantes”, los antiguos colonos militares.

Por eso pudo también seguirle el rastro y encontrarse por fin con Pancho Villa, el inhallable, y a través de sus huellas conversar con él, hazaña nunca lograda por el general Pershing con todo y su Expedición Punitiva.

A este narrador ameno, docto e infatigable, a este maestro generoso algún antiguo discípulo mexicano lo llama siempre “don Federico”. Esta semana El Colegio de México, que ese antiguo discípulo preside, ha organizado un coloquio de homenaje al historiador y al maestro. Se titula “Del amor de un historiador a su patria adoptiva”. Celebraremos pues, en tierra mexicana, los años y las obras de don Federico.

 
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