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ECOFAIR TRADE dialogue: Los aportes sociales del agro
Lourdes Edith Rudiño Sobre la mesa de muchos gobiernos y parlamentos, incluidos los de México, está una propuesta elaborada por expertos, y apoyada por consultas sociales, que pretende dar un viraje a las reglas de comercio internacional de la agricultura para impedir la destrucción de los ecosistemas locales y globales y la exterminación de los campesinos, desastres que ocurrirán irremediablemente si continuamos reverenciando al libre comercio como hoy se concibe. Ese propuesta se presentó públicamente en octubre con el nombre Slow trade –Sound farming (Comercio sano-Agricultura sostenible) y es resultado de dos años de trabajo de investigación, consultas y talleres en todos los continentes, hechos por el Ecofair Trade Dialogue, bajo los auspicios de las fundaciones alemanas Heinrich Böll y Misereor, así como del Wuppertal Institute for Climate, Environment and Energy. Daniel de la Torre, director asociado del Instituto de Agricultura de la Universidad de Tennessee, y uno de los 12 expertos que elaboraron el documento, destaca en entrevista: “El principio fundamental del proyecto es revalorar la agricultura y a partir de ello construir un nuevo sistema de reglas de comercio internacional. ¿Por qué revalorar? Porque tradicionalmente vemos a la agricultura como generadora de empleo, de cierta contribución al producto interno bruto, de cierto nivel de ingreso para los productores y de beneficio para las empresas, y nos olvidamos de tres cosas: del papel esencial de la agricultura, que es satisfacer la necesidad básica de la alimentación; de la función de la agricultura, de extraer recursos del medio ambiente, lo cual pone en peligro la sostenibilidad no sólo de la producción sino del planeta, y por último, nos olvidamos de que la agricultura es un factor importantísimo para la formación del tejido social de muchos países”. Riesgos de destrucción social y ambiental. Hoy, al promover el comercio agrícola en función de lo que es más barato, de lo que se puede exportar, de lo que es más redituable para las empresas, de lo que más se demanda, con una estandarización de mercancías y de precios de mercado muchas veces dumping, y valorando el capital humano y social en función sólo de los beneficios económicos, “estamos eliminando la capacidad de la agricultura en esos tres puntos básicos. Esto nos lleva a destruir la base de recursos naturales de la agricultura y la base productiva, que son los campesinos”. Sobre todo cuando la llamada tecnología de punta en la agricultura depende cada vez más de insumo s petroquímicos y de ingeniería genética, ambas cosas con grandes capacidades de depredación de los recursos ambientales.
“Hemos subyugado cualquier interés nacional a darle un derecho absoluto a las empresas para exportar o importar, sin considerar si la sociedad o el país así lo quieren. Si los mexicanos decidieran ‘no queremos maíz transgénico’, las reglas de comercio dicen que no se puede discriminar, pues se estaría infringiendo el derecho de los agentes económicos libres para comerciar. Entonces el sistema está patas arriba”. Continúa De la Torre: “La idea de libre comercio es muy fácil de vender porque da la imagen de reglas paratodos, de transparencia, de justicia, equidad, pero entendamos que en el sector agrícola, especialmente, no existe la equidad, y no hablemos de la parte social, sino de los recursos naturales. ¿Todos los países tenemos la misma cantidad y calidad de suelos, tierra, agua, clima? No, la desigualdad empieza desde allí. Sistema injusto. Además, “el sistema actual nos quiere hacer creer que lo único que interfiere en el comercio libre es el estado y no considera que existen instancias privadas, las trasnacionales, que tienen tanto o más poder que los Estados. Entonces se imponen reglas iguales para todos, para grandes y chicos, cuando la justicia debería llevarnos a reglas que favorezcan a los chicos. Con reglas iguales, el más grande, el de más poder, es el victorioso”. Así, la propuesta de Ecofair Trade Dialogue es que el comercio agrícola deje de regirse por la Organización Mundial de Comercio (OMC), a menos que ésta se “reinvente”, y que en el marco de las Naciones Unidas se establezca un nuevo esquema de regulación, el cual dé prioridad al interés social sobre los negocios del agro; que se anteponga la calidad de los recursos; el mejoramiento del medio ambiente; la justicia en la distribución de los beneficios económicos de la agricultura, y la soberanía de las naciones para imponer mecanismos arancelarios en función del interés social y ecológico. “Se debe promover el comercio de productos que desde la etapa productiva favorezcan la regeneración de recursos naturales. Por ejemplo, sería posible entender que un maíz transgénico que importe la industria de México pague un arancel de 30 por ciento, pero si es un maíz producido con prácticas sostenibles, pueda entrar sin ningún arancel. Tendríamos un sistema que dice ‘no queremos cualquier comercio. Queremos un comercio sano, que proteja el recurso ambiental, que no agravie a nuestros productores’”. Razones poderosas. El entrevistado reconoce que esta propuesta se enfrenta a obstáculos, incluidos los tratados de libre comercio y el interés de los países ricos por utilizar la biomasa global para generar agrocombustibles. “Es cierto que hay que derribar barreras poderosas, pero las razones para hacerlo son también poderosas. Como ciudadanos del mundo, por lo menos en las sociedades occidentales, pensamos que el problema alimentario no existe, pues acudimos al mercado y obtenemos lo que queremos, sin pensar que hace cien o 120 años la producción agrícola era la esencial de los pueblos para reproducirse. Creemos que ya vencimos esa etapa, pero no, y aquí, lo que se trata es llamar la atención y advertir que estamos destruyendo nuestros recursos naturales y sociales. Y si encima introducimos la incertidumbre de lo que pueda generar el cambio climático, estamos abriendo una caja de Pandora, con agudización de conflictos sociales y económicos, desesperación de los campesinos, desabasto de alimentos, y a la larga, y quizá para entonces sea muy tarde, nos daremos cuenta de que debíamos haber cambiado”. Con esta propuesta “hay que incidir en las organizaciones multilaterales que existen, ONU, FAO, UNCTAD, OMC, FMI, BM, en el sistema financiero, en el gobierno, en los parlamentos. Al principio sabemos que será una discusión sorda, pero no podemos dejar de hablar. Como organizaciones civiles podemos hacer presión dentro del sistema internacional, y éste está obligado a escuchar a los países miembros. Debemos entender que no es tarea fácil, pues los países que tienen un mensaje diferente, como Bolivia, Venezuela, son inmediatamente satanizados”. Pero “imaginemos qué sería si tuviéramos un Fondo Monetario Internacional o un Banco Mundial que dijeran ‘te damos ayuda, préstamos, siempre y cuando la producción sea sostenible’. Eso sería ideal de un sistema internacional. O que pudiéramos evitar que los países del Norte dejaran de vender a precios dumping. Con eso lograríamos reducir mucho la agresión que hace el libre comercio a nuestros recursos naturales, a los campesinos y en general a los ciudadanos”. El Ecofair Trade Dialogue surgió luego de las negociaciones de la OMC en Cancún, en 2003, cuando la agricultura se impuso como el tema clave. Y entre 2007 y 2009 realizará conferencias y seminarios en todo el orbe para impulsar sus propuestas. |