TOROS
Caracol extremeño
La corrida se había deslizado hasta el bostezo hasta que apareció el sexto toro de la ganadería de San José y Alejandro Talavante, el torero extremeño que había confirmado su alternativa española de manos de Fernando Ochoa, se echó el capote a la espalda, citó de largo, de frente y venga a gaonear en seis o siete lances, rematados con una larga que se durmió en el espacio, que alevantaron la tarde y los aficionados de la Plaza México, se le entregaron, al igual que los de Madrid, Sevilla, y otros cosos españoles.
Con el sol invernal mexicano que apenas calentaba y un cielo azul esplendoroso se abrieron las rosas de fuego del rosal, del toreo de muleta del diestro nacido en Badajoz, que traía en su ser el canto de la tierra, las palmas de los cosos, las coplas, las guitarras y los olés de las salidas a hombros por la madrileña calle de Alcalá y la de Sevilla por la Puerta del Príncipe rumbo al río Guadalquivir, hacia el barrio de Triana. Posteriores a sus actuaciones. Latires perdidos que era roja escritura indescifrable que, se rescrituraza ayer en esos detalles toreros acompasados a la condiciones de los toros de San José, que, rápidamente se venían abajo. Pases con la mano derecha en que cambiaba el viaje del burel y lo pasaba por la izquierda en pases naturales portentosos que volvían al burel su colaborador. Caracol extremeño en el ruedo de la plaza de Mixcoac.
De bonita presencia los toros de San José resultaron inciertos de salida, débiles, agarrados al piso, de corta embestida en la muleta y como ya es costumbre solo aceptaban un puyazo antes de perder las patas delanteras. Eso si, resultaron nobles, toros que iban y venían prendidos a la muleta del joven matador en un toreo relajado, hondo, grave y serio, lleno de quietud, empaque y misterio. De mano muy baja para sentir la caída de la curva del temple, de lo bien toreado y mejor rematado. No con la espada que no tenían filo y lo llevo a pinchar en varias ocasiones, pese a haber pinchado en lo alto, y otra más en el segundo. Alejandro se fue al hotel con una oreja cortado a ley, encantado de la vida. Cayó de pie el extremeño en la Plaza México.