Jazz
Verónica Ituarte: Enteramente para mí
Un nuevo disco de jazz mexicano es siempre un acontecimiento, pero cuando lo que acontece es una producción de Verónica Ituarte, el suceso cobra especial relevancia en el medio, sobre todo, obviamente, entre sus nutridas huestes, entre quienes nos hemos dejado seducir apenas siempre por la voz, la pasión y la infinita y acariciante fuerza con que nos dice las canciones.
En Enteramente para mí (Ingeniarte, 2007), la Ituarte se olvida un poco de los jugueteos vocales y los escarceos vanguardistas con que nos sorprendió en Juguetería (Ingeniarte, 2004) –el disco que grabara al alimón con el trío Ethos– y se reubica una vez más (gloria al pleonasmo) en la canción de autor, en el bolero, en las atmósferas intimistas, terrenos donde ha encontrado sus mejores y más jazzísticos momentos.
De hecho, se dio tiempo hasta para aceptar los retos del blues y la cumbia. El primero es uno de los tantos dones de Rafael Mendoza, un blusesote que da título al disco. “El blues me ha perseguido desde hace muchos años –declara Verónica– y yo siempre le huía, pero cuando oí esta canción, me dejé alcanzar inmediatamente”. La segunda, El zonzo-nete (sí, una cumbia de Alfonso Maya), le da un giro divertido y picaresco al álbum, que en su mayor parte nos muestra a una Verónica Ituarte recién salida (o queriendo salir) de esa negra melancolía que tanto se parece a la depresión.
El disco se grabó hace casi dos años, y es tan triste como intenso y genial. La voz de la Ituarte, como siempre, va más allá del mero dominio de la técnica o del apoderamiento de los temas; ella es mucho más que una buena cantante. Ella... es capaz de armar y reinventar cada canción a través de sus cuerdas sin abandonar un solo instante la intención original ni la línea melódica que le diera cuerpo. Y cuando a todo esto se le imprime el extra aquél que sólo se adquiere en las tablas y la virtud del artista, pues nos encontramos de nueva cuenta agradeciendo el ser y el estar de esta mujer.
En la dotación instrumental, para acabarla, están Baldomero Jiménez (piano, arreglos y dirección musical), Fabián Cocho (batería) y Omar Anguiano (contrabajo). Como invitado en dos piezas aparece un viejo amigo de la cantante, Arturo Luna, ex discípulo de Agustín Bernal y enorme contrabajista de Ethos. Todos ellos –con excepción de Luna– se presentaron el sábado 10 de noviembre, en el Foro Cultural Coyoacanense. Como invitado especial estuvo Lalo Méndez (armónica y sax alto). Este concierto fue parte del ciclo Coyote Jazz.
En el disco hay otros temas monumentales, como el de Mario Ruiz Armengol (dueto de voz y contrabajo) o el de Olivia Revueltas (un lamento iraquí) o el de Armando Manzanero (de groove portentoso), que pudieran ser interpretados por Ituarte en su presentación, acompañada de Jiménez, Anguiano y Cocho, el 8 de diciembre en el Cenart.
Pero hágase su voluntad. Que con habernos entregado esta nueva producción (la quinta en su haber) sobran razones para estar agradecidos y en espera de lo que a Verónica Ituarte se le pegue la gana cantar cuando esté en el escenario, sonriendo triste, documentando la certeza de que el arte y la belleza y la buena música lucen bien –también– en los claroscuros de la melancolía.
Salud.